domingo, 17 de noviembre de 2019


¿QUE PASÓ?

Otra noche más que tengo que levantarme  para acallar los latidos de mi corazón, tranquilizarme y olvidar la pesadilla que arrastro desde la infancia.
Siempre empieza igual. Una niña de unos 8 años llora desconsoladamente en el rincón de una habitación destartalada, sucia y oscura. Se estremece de miedo, Aparece un hombre, al que no le ve la cara, que tira de su mano para que se levante. La niña sigue llorando, esta temblando, pero  a trompicones sigue al hombre de la mano.
Es de noche, hace mucho frio. Van por un camino solitario de tierra aplastada y negra. Sobre el cielo del amanecer se recorta el rojo de un incendio y un humo blanco que arrastra el viento.
No llegan a ningún sitio. Andan y andan y siempre es el mismo paisaje.
La niña chilla, quiere soltar esa mano que parece una garra y escapar pero no puede, el hombre camina impasible centrado en el camino. Nunca le ve la cara.
Cuando no lo soporto más, despierto de golpe sudando, temblando de miedo y presa de una profunda tristeza.
Durante varios años, sicólogos han intentado ayudarme. Todos coinciden en que la niña soy yo y esa imagen desoladora es producto de un profundo sufrimiento..
¿Por qué no puedo ver la cara del hombre?¿ Que pasó en la escena anterior al comienzo de la pesadilla?
Hasta que no pueda abrir esa puerta no descansare en paz.



sábado, 9 de noviembre de 2019


EN UN LUGAR DE….

LA FOTO

Todo ocurrió en un instante. Había ido a recoger a mi nieto al colegio y estábamos esperando el autobús, cuando el corazón se me encogió de golpe. Me pareció ver…pero no, estaba segura, era él. Creo que también me reconoció y cuando nuestros ojos se encontraron fue como un retroceso en el tiempo. Cuantos recuerdos vinieron en ese momento a mi mente.
Llego el autobús y mi nieto hablaba y hablaba como siempre, contándome las cosas del cole, pero yo no lo escuchaba. Estaba en ese mismo espacio pero en otro lugar del tiempo. Lejos, muy lejos quedaban en mi memoria esas imágenes de dos jóvenes adolescentes corriendo entre risas para coger el autobús que los llevaba al instituto.
No podía ser él. Aparentaba un hombre derrotado por la vida, no era el joven de mi recuerdo que quería conquistar el mundo para ponerlo a mis pies.
Cuando llegue a casa busque en un lugar del armario en el que tengo una caja con los trozos de vida que vamos conservando en forma de fotos y allí estaban, un poco amarillentas por el tiempo, la fiesta de fin de curso, la excursión al monte…y nosotros siempre juntos cogidos de la mano.
Ese si era el joven de mis recuerdos, guapo, moreno, de ojos muy negros y mirada dulce que con una sonrisa te paraba el corazón. No podía ser la persona que yo vi en el autobús. ¿Tan mal le había tratado la vida?
Recuerdo que cuando se fue a trabajar a Alemania, en los años 60 del pasado siglo nosotros éramos los emigrantes, nos despedimos entre sollozos y besos jurándonos amor eterno, sin saber que la vida juega despiadadamente con los sentimientos.
¿Por qué dejaste de escribirme?
Ibas a venir a formalizar las relaciones, casarnos e irnos juntos a buscar yo allí también trabajo.
¿Qué pasó? Nunca lo sabré.
La vida siguió su curso y un día otra ilusión más fuerte, más duradera entro en mí y el recuerdo de aquellos años se fue difuminando convirtiéndose en fotos borrosas hasta terminar por desaparecer.
¿Pero, desaparecieron de verdad? Creo que no. Siempre quedo el rescoldo, la duda de cómo hubiera sido mi vida con él en otro país.
He tenido un matrimonio feliz. Aposté por él y no me equivoque. Colmó todas mis esperanzas e ilusiones y muchas más. He vivido unos años de ensueño. Tuve hijos  que me han dado nietos. He sido muy feliz.
Esa noche en la soledad de mi cama que ya me queda ancha, pensaba en todo esto. En el amor de la juventud, en el otro que fue el amor de mi vida y creo que lo único que quería era volver a ser joven, no recuperar el amor de los 15 años. Vivir otra vida en otro lugar, nuevas aventuras, ilusiones nuevas. Pero ya no tengo tiempo. Miro la foto de la mesilla que como siempre me sonríe y pienso que no había otra vida mejor que la que he vivido con sus luces y sus sombras y me dormí feliz.
Pero al día siguiente cambiamos la parada del autobús.