EL CORAZÓN HELADO
¿Cómo
se puede seguir viviendo con el corazón helado? Por dentro no siento nada. Los
sentimientos, los deseos, los afectos se quedaron ahí congelados. Hacia fuera
todo es fingido, mentiras, hipocresía a la que me aferro con todas mis fuerzas
para seguir viviendo, para que no lo noten. Todo sigue rodando quiera yo o no,
empujándome, sintiendo que tengo que aprovechar hasta el último segundo porque
yo también voy a morir, tengo que dejar de mirar al pasado, pero, ¿Cómo se
puede conseguir eso cuando te han tenido engañada casi 40 años?
Era el
mejor amante, el mejor amigo y compañero, un hombre sensible sin dobleces, eso
creía yo, hasta aquella maldita tarde en la que con lágrimas y con el corazón
desbocado lleno de cariño, abrí su armario, no había podido hacerlo desde el
día de su entierro. Me rodeé de su ropa, la besé, la abracé, aun olía a él.
Todos me decían que me deshiciera de sus cosas, pero no pude. Pasé horas
perdida rodeada de ese montón de ropa tan querida, con recuerdos cada vez más
vivos que me dejaban el corazón roto.
Al
coger una de sus chaquetas, busqué en los bolsillos, muchas veces me dejaba en
ellos mensajes de amor. No debía de haberlo hecho, había muerto y todo había
muerto con él, sus cosas, su ropa, me resistí a ello y lo pagaré mientras viva.
Encontré
una carta dirigida a mí, la abrí con ansiedad, estaba fechada días antes del
accidente.
Decía
que se iba, que me abandonaba, que lo sentía porque había sido una buena
“compañera” pero que hacía mucho tiempo compartía sus “otros pedazos de vida”
con una mujer a la que amaba con locura, como nunca me había amado a mí y ya no
soportaba seguir fingiendo más.
Seguramente
le faltó valor para entregármela. La pensaría dejar, como tantas veces los
mensajes de amor ardientes, en la mesilla y cuando yo la leyera ya estaría
lejos. ¡¡¡Cobarde!!! No tuvo el valor de dar la cara, me había hecho demasiado
daño y sabía que no le perdonaría.
La vida
no cuenta con tu idea del tiempo y aquel camión se lo llevó por delante sin
importarle cuantas personas podrían sufrir por ello.
Allí,
rodeada de sus cosas, pasé mucho tiempo pensando lo que debía hacer y decidí no
hablar, no hacer más daño, guardaría el secreto aunque tuviera que vivir con el
corazón helado.