EL
PIANO ANTIGUO 2019-10-01
Todo
empezó en uno de mis largos paseos nocturnos por la urbanización donde paso
algunos días los veranos, en casa de mi hijo.
Las
noches son frescas, silenciosas, me gusta el silencio cuando camino. En esos
momentos es cuando hablo con mi yo interior, muchas veces no me gustan las
cosas que me dice, pero nos llevamos bien.
Después
de todo el día con la familia, necesito esos momentos para respirar y poner en
orden mis ideas. Estoy pensando en ampliar el taller. Soy restauradora de
muebles antiguos. Algunas veces pienso que ya soy muy mayor para emprender nada
nuevo, pero me encuentro con ilusión y fuerza. Los años solo están en el
espejo.
Mi
trabajo es agotador, pero tengo un buen equipo que hacen lo más duro carpinteros,
pintores etc… Me gusta fotografiar los muebles antes de restaurarlos y también
después y ¡Oh maravilla! Casi los he
rediseñado yo, les doy mi toque personal y sin que pierdan su alma los
transporto al siglo XXI, no es nada fácil pues algunos son muy antiguos.
Esa
noche con mi mente sumida en una maraña de pensamientos, me fui por otra calle,
todas se parecen y no me di cuenta hasta que llegue a un ruinoso caserón
antiguo que estaba fuera de la urbanización.
La
noche era muy clara. La luna y las estrellas estaban en todo su esplendor.
Me fije
que en la puerta había un escudo nobiliario rodeado de unas letras que no entendía.
La verja estaba entornada y la curiosidad gano a la precaución, siempre
pensando en encontrar algún objeto antiguo que, aunque no tuviera valor, mis
manos sabrían dárselo, si merecía la pena.
Siempre
llevo una linterna y con ella sin pensármelo dos veces me adentre en la casa.
La puerta se abrió con un pequeño empujón y penetre con cierto temor en la
oscuridad y el silencio de las casas
mucho tiempo abandonadas.
Tenía
dos plantas, pero la escalera no me ofreció seguridad así que decidí explorar
solo la planta baja.
Mis
ojos de profesional negaban todo lo que veían, hasta que, cuando enfoque la
linterna a un rincón del salón, allí estaba, un gran piano de cola lleno de
telarañas, con una pata casi rota, perdido el brillo de su negrura, lleno de
arañazos y golpes. Me acerque para examinarlo mejor y vi que también le
faltaban algunas notas, parecía una boca de la que le habían extraído con dolor
sus piezas más valiosas. Estaba lleno de arabescos y dibujos extraños que
parecían formar parte de su personalidad. Tampoco sus “ tripas” dejaban un
resquicio a la esperanza de que pudiera volver a sonar, pero cuando deslicé mis
dedos sobre algunas de ellas, en el gran silencio que reinaba en la casa sonó
una melodía llena de dolor y tristeza. Las notas que faltaban eran suplidas por
mi imaginación y la atmosfera que me rodeaba.
Me
enamore de él. Tenía que enterarme quien era el propietario y comprarlo. Seguí
haciéndolo sonar y sus notas me llamaban como si me hubiera conducido hasta
allí para sacarlo de esa podredumbre y devolverlo a la vida. El destino lo
había llevado a mis manos y no le fallaría.
En la
pata que se mantenía más firme había un pequeño agujero, enfoque hacia él la
luz y algo blanco llamo mi atención. Era
un papel cuidadosamente doblado, para que cupiera en una cárcel tan pequeña. Al
abrirlo me di cuenta que su bonita letra picuda no era de este siglo. Tenía en
mis manos una carta de amor, en ella una joven no había acudido a una cita y
por ello había llorado, según decía amargamente, Esa noche escaparían juntos
pero no tuvo valor y escribió sus sentimientos con lágrimas escondiéndolos de
miradas extrañas. Yo pienso que prefirió quedarse junto a ese piano del que, a partir de entonces solo saldrían
tristes melodías.
Lo
compre, lo restaure y grave la carta en
su tapa, no intente darle una imagen distinta, tenía que ser así. Solo el
piano, la joven y su historia.
MILAGROS
MÁRQUEZ