lunes, 30 de mayo de 2022

 Este microrrelato ha participado en el concurso de la Asociación UMAY año 2022

UNA MANO AMIGA

                                                             Autor: Viento de Levante

Aburrimiento, soledad, tristeza, son las causas por las que me hice adicta a las tecnologías, sin darme cuenta de que con ellas estaba dando fin al juego de la seducción, las miradas, las caricias, el contacto físico, no sentía que estaba matando en mí la interacción personal. Una llamada, unos cursos de la Universidad de mayores fueron mi salvación. Clases, risas, confidencias en directo, paseos a la salida. ¡¡¡Volver a vivir!!!

 

jueves, 26 de mayo de 2022

       Relato premiado por la asociación UMAY   Mayo 2022

AMOR EN LA NUBE

                                                             Autor: Viento de Levante

Se quedó pensativa mirando la imagen que en ese momento le devolvía el espejo. Estaba terminando de maquillarse. Se detuvo y preguntó al vacío: ¿Qué has hecho? ¿Cómo has llegado a dar este paso? Esa noche era la culminación de un año de sentimientos encontrados, de querer seguir con esa locura y a la vez odiar su conducta. Ya no era dueña de sus actos.

Todo empezó un día cuando al salir de la oficina y yendo a tomar una copa con sus compañeros, estos entre bromas y veras le reprocharon la poca vida social que llevaba. Siempre se iba a casa sola y los fines de semana apenas salía. Un poco nerviosa contestó: No os preocupéis porque, aunque los cuarenta ya no los cumpla, tengo mucho amor por dar y muchas ilusiones por vivir. No, no me voy a quedar sola.

Una de sus amigas, con la mejor intención, le dijo: ¿Por qué no entras en internet a esos sitios donde se conoce gente? Y ¡Quién sabe! igual te está esperando…Todos rieron de buena gana.

De camino a casa la idea no se le iba de la cabeza. Pensó que se puede mentir a una máquina pero... No había llegado al portal y ya lo había decidido: De acuerdo, lo haré, pero solamente una vez y por curiosidad. Yo no me voy a “enganchar”, prefiero el contacto humano, la carcajada espontánea, el abrazo… ¡Cómo se equivocó! A partir de esa noche su mayor deseo, que le impedía pensar con lógica, era llegar a casa cuanto antes para conectarse.

Había encontrado un amigo tan solitario como ella o al menos eso decía, porque a una máquina se le pueden decir tantas cosas… Poco a poco fueron abriendo sus almas, conociéndose, eso también es más fácil cuando no tienes enfrente a una persona que te puede juzgar por tus gestos, tus tonos de voz, la forma de entornar los ojos, de ladear la cabeza cuando dudas etc.

Por eso nunca quiso ver la imagen de su amigo para no decepcionarse, solo los correos le bastaban, ya habría tiempo, ahora tenía ilusión, no quería fracasos.

En los últimos meses había llegado al colmo de la locura. Los sábados por la noche se arreglaba como si fuera a salir, ponía sobre la mesa el mantel de hilo, la vajilla y las copas que nunca usaba, todo doble pues su acompañante era la máquina. Mientras degustaba una exquisita cena regada con un buen vino, escribía a su amante virtual diciéndole lo feliz que se sentía.

Pero no era así, eso ya no le bastaba, por fin la semana anterior se había decidido a dar el gran paso, le pidió una cita para el sábado.

Cuando lo vio entrar al restaurante empezó a temblar y unas lágrimas asomaron a sus ojos al reconocer a su vecino, ese señor tan educado que siempre la saludaba abriéndole la puerta y dirigiéndole unas miradas extrañas que ella no acertaba descifrar.

Azorados los dos rieron. Tú lo sabías ¿Verdad? Aquella tarde en el vestíbulo del edificio yo se lo contaba a una amiga y tú al entrar te entretuviste con el ascensor. Seguro que me escuchaste, le dijo ella.

Sintieron que habían perdido un año de sus vidas. Dos soledades tan cerca y solo conectadas por un cable, no por miradas, caricias, abrazos... Todo salió bien pero aprendió la lección. El contacto físico nunca es superado por las frías teclas de un ordenador. El calor del amor o de la amistad no traspasa la pantalla.

domingo, 22 de mayo de 2022

 Relato sobre el cartel de La Mar de Músicas 2022

LA FIESTA

 

No les presté atención cuando entraron en el club donde tocaba con mi grupo. Estábamos en plena actuación, los torsos desnudos y bien musculados, brillantes de sudor por  el esfuerzo y los focos. Nunca pensé que fuéramos un reclamo erótico, puede que al principio sí, pero nuestra música era buena y cuando comenzamos a tener éxito ya no importaba tanto la vestimenta que sin embargo se convirtió en nuestro signo de identidad.

Cuando terminó la actuación la pareja pidió verme a solas en el camerino, por supuesto acepté, nos debemos al público, seguro que querrían una foto del grupo dedicada, como tantas veces nos habían pedido, para exhibirla ante sus amistades haciendo chistes sobre nuestros cuerpos.

¡Qué equivocado estaba! Querían contratarme para una fiesta que iban a dar en un barco fuera de puerto,  me desagradó la idea, pero la cifra del cheque era astronómica, no lo dudé y quedamos el viernes siguiente por la noche. Por supuesto tenía que llevarme el tambor para amenizar la velada, según me dijo la mujer con una sonrisa pícara. No debía decir nada a nadie, ni tampoco el lugar, no querían curiosos llamando la atención alrededor.

Cuando llegamos al barco ya era noche cerrada y oscura, con un cielo negro en el que brillaban millones de estrellas. Era un espectáculo magnífico

La cosa empezó a torcerse cuando me dijeron que tenía que actuar con los ojos tapados para dar más morbo a la reunión.

Pero aquello no era una reunión de amigos, era una orgía en toda regla. Antes de que me taparan los ojos pude ver hombres barrigudos y viejos, otros jóvenes con mucha “pluma” y chicas, muchas chicas casi niñas con poca ropa y muy dispuestas. Me instalaron en un escenario improvisado en la popa y empecé a tocar, poco a poco los gritos fueron dando paso a los gemidos de placer, oí restallar un látigo, aquella gente tenían que haber consumido de todo. Unas manos suaves y otras gordas y fofas manoseaban mi cuerpo impidiendo que me concentrara en la música. Quise quitarme la venda pero una voz me advirtió que el castigo sería un latigazo, que disfrutara sin querer saber más. Eso hice, me dejé llevar y por unos momentos me pareció que podía tocar el tambor como aquel artista antiguo tocaba el piano.

Pasaron las horas, yo estaba extenuado. En un descuido de mi vigilante me quité la venda de los ojos y vi a mucha gente famosa, políticos, empresarios, periodistas, artistas, hombres y mujeres, allí estaban todos disfrutando en una orgia de sangre, alcohol, drogas y sexo.

Has firmado tu sentencia de muerte idiota, dijo mi guardián y de un fuerte empujón me tiraron por la borda. Sé que voy a morir por lo que he visto, estoy demasiado tranquilo, seguramente efecto de la droga que  me pondrían en la bebida cuando todo empezó como una reunión de amigos, hasta he sonreído al pensar que cuando aparezca mi cuerpo en la playa confundido con otros hermanos cuya pobre patera naufragó, se quedarán perplejos viendo un cuerpo perfecto, bien cuidado y alimentado.

El destino, siempre caprichoso, nos ha unido. Yo también vine en patera y moriré ahogado, como miles de ellos, con la diferencia de que yo si he cumplido mi sueño.

 

 

miércoles, 4 de mayo de 2022

 

LOS AÑOS VIVIDOS     MICRORRELATO

       Galardonado con el  2º premio Asociaciones de Mayores de la región

Me encuentro extraña dentro de un cuerpo que está llegando a los 80, disciplinado y obediente, permitiéndome ser libre aún.

Casi rozando la línea del olvido quedan los años oscuros de la posguerra, los juegos en la calle y el rosario por las tardes en el colegio.

Poco a poco la vida empezó a fluir, adolescencia, amor de juventud que duró 47 años, hijos, nietos. Cara y cruz del destino que te lleva por caminos insospechados.

La vida me pasó, como un suave manto de tul, por encima, protegiendo a mi familia de todo lo exterior, ¡Qué ilusa! Cuando golpea nadie se libra. Me enfrentó con la realidad, los días de tul habían pasado demasiado rápidos, me quedé sola, sin mi compañero de juventud.

Tuve que enfrentarme a nuevos retos y disfrutar.

Sé que estoy llegando al final, pero no me pesan los años vividos.