viernes, 27 de diciembre de 2019


EL REGALO. Cuento de Navidad Milagros Márquez Pascual.
Por fin he vuelto a esta ciudad mediterránea llena de sol y de vida. A la ciudad en la que pasé una Nochebuena inolvidable. Esa noche fue el principio de todo. El día 24 de diciembre del año 1900. Cambió el siglo y me cambió con él.
He tardado mucho en volver, más de 60 años y lo primero que he hecho ha sido ir a verla, a ella, la casa de mis sueños, la que cambió mi vida. También se le nota el paso del tiempo. Las personas que yo buscaba ya no vivían allí y nadie de los alrededores supo decirme qué había sido de ellas.
Hace frío, se acerca la Navidad. Me siento en un banco mirándola, como si de un amor antiguo y no olvidado se tratara.
Los recuerdos se agolpan en mi mente y la nostalgia humedece mis ojos.

El día antes de la Nochebuena de aquel principio de siglo, mis padres, actores ambulantes, “cómicos” a los que la sociedad aún no les había quitado el estigma de ser considerados vagabundos, instalaron su carromato en esta plaza. Yo tendría por entonces ocho años y un defecto en el habla que no me permitía decir tres palabras seguidas sin tartamudear. Eso hizo de un niño solitario. Los mayores no tenían paciencia para escucharme y los niños se reían. Sin amigos me sentía muy solo.
En esa plaza donde se iba a hacer la función en Nochebuena había una casa, casi un palacio a mis ojos. La fachada era de piedra y acababa en tres arcos que parecían las almenas de un castillo. Las rejas de las ventanas eran verdes y doradas haciendo preciosos dibujos. En el centro, un balcón acristalado digno de una princesa de cuento. Recuerdo que me quedé embelesado mirándola hasta que un pescozón me sacó de mi encantamiento. Mi padre me pidió que sujetase una cuerda, pues estaban montando el escenario.
En un rato libre me senté en el suelo y con barro hice figuras que ponía en torres de castillos imaginarios. Ésa era mi gran afición: construir algo bello. Mi padre me había enseñado a hacer con papeles viejos pajaritas, animales y otras cosas que yo inventaba. Mis manos eran mucho más ágiles que mi lengua. Esa tarde, tan concentrado estaba intentando hacer un ángel con las alas extendidas, que no me di cuenta de que un niño, algo mayor que yo, se sentaba a mi lado y me preguntaba cosas sobre las figuritas de papel. Como yo le miré

sin contestar, se levantó con ademán de irse pero, antes de que empezara a andar, le tiré del pantalón. Me miró extrañado pero volvió a sentarse. Entonces le hablé, me escuchaba sin prisa y sin notar, aparentemente, mi tartamudez. Vencido por esa confianza, le hablé de mi familia, de mi vida ambulante, de mis padres a los que estaba muy unido y también le dije que, cuando fuera mayor, haría casas como ésa que teníamos enfrente. Esbozó una sonrisa y, para mi sorpresa, me preguntó si quería verla por dentro. Ésa era su casa. Él vivía allí. Después de decírselo a mis padres cruzamos la calle y nos adentramos en un mundo para inexistente.
La puerta era grande, de madera tallada. Delante de ella había una reja con preciosos dibujos verdes y dorados. Recuerdo que la toqué con veneración. Entramos y mi nuevo amigo me cogió de la mano para cruzar un amplio salón al final del cual había una escalera de mármol blanco que iba hacia dos lados. Pasé la mano por ella y estaba fría y suave como la seda.
Llegamos a su habitación. Aquello era un almacén de juguetes. Los había de todas clases, formas y colores. ¡Hasta tenía un rincón vallado con tierra para moldear y ladrillitos pequeños de barro cocido!
Pasamos una tarde estupenda. Yo le enseñé los secretos de las figuritas de papel y él me enseñó a moldear el barro y a hacer edificios con los pequeños ladrillos y, sobre todo, me escuchaba sin prisas y sin reproches.
En esto se abrió la puerta y apareció una señora elegantemente vestida. Era su madre. Se sentó a hablar con nosotros, sobre todo conmigo y también me escuchaba sin prestar atención a mi defecto. ¿Eran especiales las personas de esa casa?
Mi amigo le preguntó a su madre si podría ir a cenar la Nochebuena con ellos ya que mis padres harían la función y yo estaría solo. Con una sonrisa dijo que estarían encantados de que así fuera.
La tarde de Nochebuena, no podía casi respirar. Tenía un amigo que no me rechazaba e iba a cenar con sus padres en la casa de mis sueños. ¡No podía ser más feliz!
Con mi mejor traje a la hora indicada estaba en la puerta. Abrió mi amigo y me llevó a una habitación donde había instalado un gran Belén. Era precioso, nunca había visto nada igual. Tenía luces, un río con agua y peces, montañas, hasta unos animales raros con joroba, camellos, me dijo riendo. El nacimiento era de piedra, parecida al de la fachada de la casa y

las figuras preciosamente talladas. Todo eso lo recuerdo ahora. Con el paso de los años vienen a mi memoria muy nítidos los acontecimientos de esa noche, pero entonces sólo me parecía estar viviendo un sueño.
Mi amigo cogió al niño Jesús que sonreía en su pesebre y me dijo: me has hecho un regalo enseñándome a hacer figuritas de papel y yo te regalo este niño Jesús de mi Belén. Pero con una condición, que todas las noches hables con él en voz alta contándole las cosas del día. No te va a meter prisa, ni te interrumpirá, ya ves que es de barro, pero puedes estar seguro de que te escuchará. Así, poco a poco, irás perdiendo la timidez y te sentirás más seguro entre la gente. Pero no dejes de hacerlo ni una sola noche.
Nos llamaron para la cena y, al entrar en el comedor, creí desmayarme con tanta luz reflejada por los espejos, luz que, al dar en la gran lámpara de cristal colgada del techo, se transformaba en bonitos colores.
La estancia, aunque grande, no estaba fría, era muy acogedora, como las personas que se sentaban a la mesa llena de los manjares más exquisitos. Todos se preocuparon de que me sintiera relajado y a gusto.
A la hora de despedirnos nos dimos un gran abrazo prometiendo volvernos a ver. No fue así. Al mes siguiente marché a Francia con mis padres y allí vivo aún.
Pero el regalo funcionó. Mi defecto mejoró con el tiempo. Estudié arquitectura, viajé por todo el mundo haciendo bellos edificios y no me he separado nunca de ese niño Jesús al que sigo hablándole todas las noches y que me hace recordar con mucho cariño a mi primer amigo y aquella Nochebuena tan especial que cambió mi vida.

domingo, 1 de diciembre de 2019


MINI RELATO DE NAVIDAD


Nos llamaron la misma mañana de Nochebuena  para hacer la función en un barrio de la gran ciudad. No había dinero, solo la cena que estaba en el atrezzo

Escenario pequeño, muchos muebles. Y cerca del proscenio la mesa con los manjares más exquisitos.

Durante la obra casi no los tocamos, se representaba un altercado familiar y no era plan de andar comiendo entonces, aunque el hambre hacía sonar nuestras tripas de pobres y desgraciados cómicos
Desgraciados sí porque, en lugar de bajarse, el telón cayó de golpe sobre la gran mesa y nuestra cena voló por los aires .

Yo pude atrapar el pollo al vuelo, otro compañero tuvo la suerte de que le cayera en la cabeza el pan redondo, por cierto un poco duro por el chichón que le hizo y la actriz , pudo agarrar algunos langostinos por los bigotes.

Y con estos manjares, sentados en el sofá del fondo, celebramos, por fin , contentos y felices nuestra Cena de Noche Buena.



MILAGROS MARQUEZ

domingo, 17 de noviembre de 2019


¿QUE PASÓ?

Otra noche más que tengo que levantarme  para acallar los latidos de mi corazón, tranquilizarme y olvidar la pesadilla que arrastro desde la infancia.
Siempre empieza igual. Una niña de unos 8 años llora desconsoladamente en el rincón de una habitación destartalada, sucia y oscura. Se estremece de miedo, Aparece un hombre, al que no le ve la cara, que tira de su mano para que se levante. La niña sigue llorando, esta temblando, pero  a trompicones sigue al hombre de la mano.
Es de noche, hace mucho frio. Van por un camino solitario de tierra aplastada y negra. Sobre el cielo del amanecer se recorta el rojo de un incendio y un humo blanco que arrastra el viento.
No llegan a ningún sitio. Andan y andan y siempre es el mismo paisaje.
La niña chilla, quiere soltar esa mano que parece una garra y escapar pero no puede, el hombre camina impasible centrado en el camino. Nunca le ve la cara.
Cuando no lo soporto más, despierto de golpe sudando, temblando de miedo y presa de una profunda tristeza.
Durante varios años, sicólogos han intentado ayudarme. Todos coinciden en que la niña soy yo y esa imagen desoladora es producto de un profundo sufrimiento..
¿Por qué no puedo ver la cara del hombre?¿ Que pasó en la escena anterior al comienzo de la pesadilla?
Hasta que no pueda abrir esa puerta no descansare en paz.



sábado, 9 de noviembre de 2019


EN UN LUGAR DE….

LA FOTO

Todo ocurrió en un instante. Había ido a recoger a mi nieto al colegio y estábamos esperando el autobús, cuando el corazón se me encogió de golpe. Me pareció ver…pero no, estaba segura, era él. Creo que también me reconoció y cuando nuestros ojos se encontraron fue como un retroceso en el tiempo. Cuantos recuerdos vinieron en ese momento a mi mente.
Llego el autobús y mi nieto hablaba y hablaba como siempre, contándome las cosas del cole, pero yo no lo escuchaba. Estaba en ese mismo espacio pero en otro lugar del tiempo. Lejos, muy lejos quedaban en mi memoria esas imágenes de dos jóvenes adolescentes corriendo entre risas para coger el autobús que los llevaba al instituto.
No podía ser él. Aparentaba un hombre derrotado por la vida, no era el joven de mi recuerdo que quería conquistar el mundo para ponerlo a mis pies.
Cuando llegue a casa busque en un lugar del armario en el que tengo una caja con los trozos de vida que vamos conservando en forma de fotos y allí estaban, un poco amarillentas por el tiempo, la fiesta de fin de curso, la excursión al monte…y nosotros siempre juntos cogidos de la mano.
Ese si era el joven de mis recuerdos, guapo, moreno, de ojos muy negros y mirada dulce que con una sonrisa te paraba el corazón. No podía ser la persona que yo vi en el autobús. ¿Tan mal le había tratado la vida?
Recuerdo que cuando se fue a trabajar a Alemania, en los años 60 del pasado siglo nosotros éramos los emigrantes, nos despedimos entre sollozos y besos jurándonos amor eterno, sin saber que la vida juega despiadadamente con los sentimientos.
¿Por qué dejaste de escribirme?
Ibas a venir a formalizar las relaciones, casarnos e irnos juntos a buscar yo allí también trabajo.
¿Qué pasó? Nunca lo sabré.
La vida siguió su curso y un día otra ilusión más fuerte, más duradera entro en mí y el recuerdo de aquellos años se fue difuminando convirtiéndose en fotos borrosas hasta terminar por desaparecer.
¿Pero, desaparecieron de verdad? Creo que no. Siempre quedo el rescoldo, la duda de cómo hubiera sido mi vida con él en otro país.
He tenido un matrimonio feliz. Aposté por él y no me equivoque. Colmó todas mis esperanzas e ilusiones y muchas más. He vivido unos años de ensueño. Tuve hijos  que me han dado nietos. He sido muy feliz.
Esa noche en la soledad de mi cama que ya me queda ancha, pensaba en todo esto. En el amor de la juventud, en el otro que fue el amor de mi vida y creo que lo único que quería era volver a ser joven, no recuperar el amor de los 15 años. Vivir otra vida en otro lugar, nuevas aventuras, ilusiones nuevas. Pero ya no tengo tiempo. Miro la foto de la mesilla que como siempre me sonríe y pienso que no había otra vida mejor que la que he vivido con sus luces y sus sombras y me dormí feliz.
Pero al día siguiente cambiamos la parada del autobús.






jueves, 31 de octubre de 2019


UNA PRESENTACIÓN CHOCANTE       octubre de 2019


Soy tan, tan, tan. No, no toco el tambor, es que no me sale la palabra justa, me parece que “perfecta” seria exagerar un poco, pero pienso que es la que más se acerca.
Si es cierto que tengo algunos defectillos físicos que pasan casi desapercibidos, por ejemplo una cojera que solo se nota cuando ando y cosas así sin mayor importancia. Las tallas solo son números, que tontería presumir de tener 60-90-60 de medidas, Yo soy tan estupenda que las duplico 120-180-120. Es maravilloso poder superar a los demás en todo, bueno eso sería exagerar, en altura no alcanzo la media, y estoy muy orgullosa de ello porque así me dicen que soy muy manejable.
Pero mi mejor cualidad es que soy una mujer” Neumática”. Eso lo dijo no se qué escritor, no de mi claro, pero yo me apropie enseguida de ese término. Neumática, suena bien .Además es una maravilla que me digan mis amantes que flotan sobre mi cuerpo sin que se les claven las costillas en el estomago.
De mí, no sobresale ningún hueso,  bueno, un poco la nariz. Pero esa es otra historia.
Para la próxima entrevista adjuntare una foto dedicada.



HACIENDO MEMORIA      octubre 2019-10-27

Allí están, como siempre, como todos los días, formando una larga cola,  esos seres harapientos, enfermos y hambrientos, Esperando la llegada de este globo que yo manejo. El metal no duraba mucho aquí, por eso buscaron planos de siglos atrás y los fabricaron. Eran perfectos para el trabajo que tenían que desarrollar, transportaban comida, medicamentos sin bajar a la superficie así como el material necesario para el experimento que están haciendo con ellos en lo poco que queda de este planeta, esa tierra áspera, esas rocas peladas y ese cielo amarillo producto de la locura de los humanos.
Cuando se dieron cuenta los poderosos de que la situación era irreversible, lo ocultaron a la población, difundiendo noticias falsas con apariencia de creíbles, los manipularon, los engañaron, inventaron señuelos para mantenerlos distraídos, la red de comunicaciones era solo una globalizada y en manos de unos pocos. Pero el planeta se moría. Y mientras nos fabricaban a nosotros, los que íbamos a ser su salvación, solo la de unos pocos de miles .Construimos para ellos una estación espacial mas allá de esa atmosfera contaminada, por supuesto en secreto.
Yo fui uno de los primeros de la serie y me encomendaron esta misión  que llevo haciendo ya más de tres siglos. A lo largo de este tiempo han ido desarrollándose en mí algunos sentimientos a través del  trato con los humanos. Ninguno que contravenga las tres leyes, pero la rabia, la impotencia y la piedad, no están reñidas con ellas.
La primera vez que abrí los ojos, el espectáculo que estimuló mi cerebro fue maravilloso. A través de la ventana vi un cielo limpio y azul con pequeñas nubes haciendo dibujos en él y unos árboles verdes, magníficos, que llegaban hasta el 2 piso del laboratorio.
Fui feliz en ese ambiente, mis circuitos estaban preparados para ello. Cuando vi el mar, di gracias a mis creadores por poder disfrutar de algo tan grandioso.
Pero cuando pasó un tiempo, y fui consciente de lo que estaban haciendo, quede horrorizado. Con que maldad, con que cinismo los estaban engañando. Si que hubo muchas revueltas y manifestaciones para que la forma de vida que estaba llevando al planeta al desastre cambiara, pero los poderosos, fingiendo que colaboraban ya estaban construyendo su nuevo mundo. ¡¡ Malditos sean!!  Hace siglos que no hay marcha atrás, pero los mantienen aquí trabajando como esclavos en la regeneración de algunas zonas, por si algún día fuese  fuese posible la vuelta.
Solo soy un robot de servicio, pero mucho más humano que los seres que destrozaron este precioso planeta llamado TIERRA



martes, 1 de octubre de 2019


EL PIANO ANTIGUO         2019-10-01

Todo empezó en uno de mis largos paseos nocturnos por la urbanización donde paso algunos días los veranos, en casa de mi hijo.
Las noches son frescas, silenciosas, me gusta el silencio cuando camino. En esos momentos es cuando hablo con mi yo interior, muchas veces no me gustan las cosas que me dice, pero nos llevamos bien.
Después de todo el día con la familia, necesito esos momentos para respirar y poner en orden mis ideas. Estoy pensando en ampliar el taller. Soy restauradora de muebles antiguos. Algunas veces pienso que ya soy muy mayor para emprender nada nuevo, pero me encuentro con ilusión y fuerza. Los años solo están en el espejo.
Mi trabajo es agotador, pero tengo un buen equipo que hacen lo más duro carpinteros, pintores etc… Me gusta fotografiar los muebles antes de restaurarlos y también después  y ¡Oh maravilla! Casi los he rediseñado yo, les doy mi toque personal y sin que pierdan su alma los transporto al siglo XXI, no es nada fácil pues algunos son muy antiguos.
Esa noche con mi mente sumida en una maraña de pensamientos, me fui por otra calle, todas se parecen y no me di cuenta hasta que llegue a un ruinoso caserón antiguo que estaba fuera de la urbanización.
La noche era muy clara. La luna y las estrellas estaban en todo su esplendor.
Me fije que en la puerta había un escudo nobiliario rodeado de unas letras que no entendía. La verja estaba entornada y la curiosidad gano a la precaución, siempre pensando en encontrar algún objeto antiguo que, aunque no tuviera valor, mis manos sabrían dárselo, si merecía la pena.
Siempre llevo una linterna y con ella sin pensármelo dos veces me adentre en la casa. La puerta se abrió con un pequeño empujón y penetre con cierto temor en la oscuridad  y el silencio de las casas mucho tiempo abandonadas.
Tenía dos plantas, pero la escalera no me ofreció seguridad así que decidí explorar solo la planta baja.
Mis ojos de profesional negaban todo lo que veían, hasta que, cuando enfoque la linterna a un rincón del salón, allí estaba, un gran piano de cola lleno de telarañas, con una pata casi rota, perdido el brillo de su negrura, lleno de arañazos y golpes. Me acerque para examinarlo mejor y vi que también le faltaban algunas notas, parecía una boca de la que le habían extraído con dolor sus piezas más valiosas. Estaba lleno de arabescos y dibujos extraños que parecían formar parte de su personalidad. Tampoco sus “ tripas” dejaban un resquicio a la esperanza de que pudiera volver a sonar, pero cuando deslicé mis dedos sobre algunas de ellas, en el gran silencio que reinaba en la casa sonó una melodía llena de dolor y tristeza. Las notas que faltaban eran suplidas por mi imaginación y la atmosfera que me rodeaba.
Me enamore de él. Tenía que enterarme quien era el propietario y comprarlo. Seguí haciéndolo sonar y sus notas me llamaban como si me hubiera conducido hasta allí para sacarlo de esa podredumbre y devolverlo a la vida. El destino lo había llevado a mis manos y no le fallaría.
En la pata que se mantenía más firme había un pequeño agujero, enfoque hacia él la luz  y algo blanco llamo mi atención. Era un papel cuidadosamente doblado, para que cupiera en una cárcel tan pequeña. Al abrirlo me di cuenta que su bonita letra picuda no era de este siglo. Tenía en mis manos una carta de amor, en ella una joven no había acudido a una cita y por ello había llorado, según decía amargamente, Esa noche escaparían juntos pero no tuvo valor y escribió sus sentimientos con lágrimas escondiéndolos de miradas extrañas. Yo pienso que prefirió quedarse junto a ese piano del  que, a partir de entonces solo saldrían tristes melodías.
Lo compre, lo restaure  y grave la carta en su tapa, no intente darle una imagen distinta, tenía que ser así. Solo el piano, la joven y su historia.




MILAGROS MÁRQUEZ