sábado, 16 de septiembre de 2023

AUN ES DE DÍA

 

AUN ES DE DIA

 

Aun es de día. No he perdido la esperanza de que venga. ¡Lo he deseado tanto!,  pero no sé, me parece algo demasiado moderno para mi edad.

No podía dejar de pensar en él. Noches de insomnio, de dudas. ¿Qué dirían todos? ¿Dejaría de ser la señora respetable del 3º D? Lo que más me preocupaba era lo que opinarían mis hijos, yo que siempre había criticado esas modernidades ¿Estarían dispuestos a concederme el beneficio de la duda?

Cuando lo vi en casa de mi amiga Toñi, empezó el martirio. ¿Lo llamo, no lo llamo? Sé que hace un buen trabajo, mi amiga está encantada y además no cobra caro. ¡Qué las pensiones no están para caprichos! Pero estoy tan sola, un rato de compañía de vez en cuando me ayudara en este último escalón que estoy empezando a bajar.

Voy de nuevo a la ventana, no veo su coche, habíamos quedado para hoy, antes de que anocheciera. No es lo mismo ver salir de mi casa un hombre, ya anochecido, que verlo salir de día

Nada, que no viene. Se habrá ido a ver a otra que le paga más por su trabajo. Si al menos me hubiera llamado dando alguna escusa, lo perdonaría y podríamos quedar otro día. Pero ya estoy harta, otra vez me ha fallado. No aguanto más

Mañana mismo busco otro técnico para instalar la “ Guifi”.

¡¡¡QUIERO UN ORDENADOR YA!!!

 

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martes, 12 de septiembre de 2023

LAS DUDAS DEL HÉROE

 ESTE RELATO HA PARTICIPADO EN EL CONCURSO DE CARTAGINESES Y ROMANOS 2023

LAS DUDAS DEL HÉROE

 

Tenía que salir de la ciudad, demasiados consejos, demasiados amigos a favor y en contra, hasta su esposa  Himilce se había opuesto a la expedición para la conquista de Roma. Tenía muchas dudas, el héroe se sentía inseguro. Si ganaban sería un gran paso en la historia, pero una derrota supondría un duro revés para Cartago y su rendición sin condiciones.

Era el atardecer, la hora más bonita de esa ciudad que con buen criterio Asdrubal y Almircar habían pensado para capital de Iberia, le llamarían Qart Hadasht.

Sin darse cuenta sus pasos lo llevaron a la colina donde soldados vigilaban los corrales de los elefantes, caballos y demás animales preparados para la batalla. Acarició a uno de ellos ¿Serian capaces esos nobles animales de superar las murallas de tierra y roca, con nieves perpetuas, que eran las montañas de los Alpes?

Le habían comentado sus espías, mandados de avanzadilla, que en el deshielo, los mosquitos y otros insectos eran tan abundantes y agresivos que algunos hombres y no pocos animales se volvían locos tirándose por los precipicios.

Cogió una estera y cubriéndose con su manto, se recostó con la mirada fija en el cielo estrellado. Soñaba con estar ya de vuelta. Odiaba las montañas, pero por mar hubieran sido derrotados por la poderosa flota romana. Tenía que intentarlo, aunque le faltaran apoyos. Allí entre los animales se sentía tranquilo, confiaba en la victoria. No la quería para dominar territorios, cambiar sus costumbres, su modo de vida, hacerlos como ellos, no, ese no era su fin, ellos eran comerciantes y necesitaban otros pueblos amigos con los que intercambiar productos. Ese era el ideal de Cartago, pueblos libres, amigos, comerciando con ellos. Lo habían hecho en Iberia y había funcionado.

Se olía a cuero húmedo, cenizas y brasas, excrementos de animales olores conocidos, como el calor y la sed en las campañas.

A él le gustaba el mar, sentarse cerca, hacerle preguntas, pensar en la batalla, beber vino, zambullirse el él, olor a algas, balanceo del barco, amplitud sin fronteras.

Al contrario pensaba que las montañas eran cárceles altas y frías, paredes de calabozos y a su pesar allí se dirigía.

Se levantó y miró el mar, recordó la primera vez que vio la ciudad de Mastia, la bahía en forma de hoz con sus dos cabos en el mar, frente al extremo sur, aun dentro de sus aguas, se levantaba una gran isla, era un espectáculo maravilloso sobre todo los atardeceres, cuando el sol rojo teñía de sangre el mar. Harían pactos con sus pobladores, llegarían como amigos y como pensó Asdrúbal, sería la mejor capital cartaginesa en Iberia.

Recordaba su vida, se había educado en el campo de batalla acompañando a su padre Almircar desde los 9 años en la campaña de Iberia. Tenía 26 años cuando recibió el mando supremo del ejército cartaginés, al morir asesinado su tío Asdrubal y ahora uno de los más grandes estrategas que iba a tener  la historia, el único que podía ser capaz de vencer a los romanos, dudaba.

Recordaba los juegos de guerra con su hermano Asdrubal, dos años mayor que él, lo recordaba  simpático, tranquilo, casi soñador. El, al contrario, era pura energía, sus ojos oscuros brillaban al lanzarse sobre sus estatuillas de madera, soldaditos de colores con armas y equipo. Tenían también elefantes de guerra con torrecillas para los arqueros y agujas que hacían de lanzas debajo de los colmillos. Sus estrategias siempre daban resultado. Cuando se paraba a pensar, mordiéndose el labio inferior, sus amigos daban por perdida la batalla antes de librarse.

El viento nocturno lo devolvió a la realidad trayéndole de la ciudad un torrente de olores, ajo, asado, vino, olores familiares, olores de paz y pensó en Himilce, su querida esposa, bella, dulce, inteligente. Fue la suya una historia de guerra, diplomacia y amor por ese orden.

Todo empezó con la muerte de Asdrúbal, los cartagineses tenían un pacto de no agresión con los lideres ibéricos, pero al asumir Aníbal el mando pensaron que quizás no continuaría con el tratado y pidieron protección al rey de Cástulo, Himílce era su  hija y acepto desposarse con él para hacer firme los pactos con todos y cada uno de los lideres ibéricos.

Se evitó la guerra, gano la diplomacia y cosa rara en estos tratos, ganó también el amor. Se amaban mucho más de lo que ellos mismos pensaban. De los negros ojos de Anibal salía fuego cuando la tenía cerca y ella lo adoraba, era su héroe, cariñoso, amable, tierno. Todo lo contrario de la idea que se había formado del famoso estratega cartaginés, le suplicó acompañarlo en la campaña contra Roma, porque el mundo no tenía sentido sin él, sin esas noches de descanso, conversaciones en voz queda y amor.

Volvieron a su mente los negros pensamientos. Tenían un hijo, si era derrotado los romanos venderían  como esclavos a las dos personas que más quería  o los llevarían a Roma para mostrarlos como trofeos en sus grandes desfiles de la Victoria.

Recordó la promesa que le hizo su amigo Antígono de embarcarlos hacia Cartago si le llegaban noticias adversas de la campaña.  Le dolía el alma pensando dejar a la mujer, al hijo, y a Qarthadasht tan desprotegidos, Magón era un buen estratega pero ¿Estaría a la altura del enemigo que había demostrado ser hábil y astuto en muchas ocasiones?

Dejaba pocos hombres solo 1000 soldados y 2000 civiles armados. Confiaba en las murallas altas, duras, majestuosas, inexpugnables por mar. Eso lo tranquilizaba.

Saldrían al amanecer, todo estaba preparado, habían sido muchos meses concertando alianzas, buscando rutas seguras, no era el momento de desfallecer.

Se había cerrado la noche, volvía despacio a la ciudad, un viento del sur  le traía recuerdos de su amada Cartago y susurraba en sus oídos: VICTORIA.

 

 

 

 

 

 

 

jueves, 7 de septiembre de 2023

LA TERRAZA DE VERANO

 

LA TERRAZA DE VERANO

Se oía una música agradable y pegadiza en la terraza donde quedábamos los veranos para continuar con lo que nosotros llamábamos “una relación intermitente”.

Había quedado con él para cenar y pasar juntos nuestro mes de vacaciones como llevábamos haciendo ya varios años, pero llegué bastante antes. Me gustaba disfrutar sola del ambiente bullanguero de los jóvenes, de esos farolillos que colgaban de los toldos movidos por la brisa y de ese sol rojizo que parecía destilar sangre sobre el mar, hasta que éste, enojado por la osadía, se lo tragaba poco a poco.

El olor a sal era tan intenso que apagaba incluso el de los espetones de sardinas que se hacían a fuego lento en la arena. En ese atardecer mágico la vida bullía a mí alrededor y por primera vez sentía que pertenecía a ella.

Todo estaba igual, sólo yo había cambiado, la enfermedad me hizo cambiar, me di cuenta de lo grande que era mi soledad ya no me satisfacían esos amores intermitentes,  lo necesitaba a mi lado. Había comprendido que la libertad que tanto ansié podía ser también una libertad compartida, cediendo unas veces y ganando otras,  pero siempre juntos. ¡Cómo había podido estar tan ciega!

En aquellos meses horribles me di cuenta de lo grande que era mi amor por él, tanto, que me dolía más su ausencia en el paso lento de los días, que la  propia enfermedad.

Hoy le diría que sí, que tenía razón, que debíamos vivir juntos,  que había sido una loca por no escuchar sus ruegos con los que intentaba convencerme cada verano, de lo maravilloso que sería amanecer abrazados todas las mañanas del año y no solamente la triste limosna de un mes.

 El tiempo pasó sin darme cuenta. Estaba nerviosa. Se encendieron los farolillos de colores en  los toldos, cambió la música, se hizo más lenta y yo esperaba….

Fueron llegando parejas haciéndose arrumacos ¡Qué envidia me daban! Se incorporaban a la música con un abrazo que quería ser un baile, pero que en realidad era, o a mí me lo parecía, dejarse llevar por la vida en brazos del otro. Esta noche también yo bailaría así, meciéndome con la música y las olas hasta el final.

¡Qué tonta había sido!

Acabó la música, la gente se fue yendo. Me asustó el sonido de los camareros recogiendo las sillas. En mi desconsuelo alcé los ojos hacia una estrella grande y brillante para que no vieran mis lágrimas.

ÉL NO VINO.

domingo, 3 de septiembre de 2023

LA LLUVIA Y EL JARDÍN

 

LA LLUVIA Y EL JARDÍN

 

He desayunado en el porche que hay en el jardín. Esta madrugada ha llovido, el cielo esta gris, el sol que se ha enseñoreado durante todo el verano haciéndonos algunos días casi imposibles no está, pero se resiste a desaparecer detrás de las nubes y forma un círculo de luz cada vez más brillante. Pienso que acabara rompiendo sus ataduras y asomando en todo su esplendor como diciendo, aun es verano, ¿Qué os creéis humanos? No me he ido, ni tampoco bajo el termostato. También os quejáis cuando no caliento demasiado, cada estación tiene su aquel, protesta el Sol intentando abrirse paso, pero no puede controlar unas ráfagas de viento de levante que a su pesar hacen más agradable la estancia en el jardín

El jardín ¿Qué podría deciros  de él, después de la lluvia huele a tierra virgen, las hojas están limpias, tiene que haber llovido con fuerza suficiente para arrastrar el polvo acumulado durante meses sin lluvia.

Están abriendo las flores de los hibiscos, no necesitan aroma, la naturaleza les ha dotado de tanta belleza que ella sola es suficiente para atraer a los insectos y también a los humanos que se maravillan ante esa explosión de colores.

Aun no se han ido los olores de la noche, el Jazminero y la Diamela tienen bailando con la brisa sus estrellas y desprendiendo su aroma dulzón regalo de oriente haciendo mágicas las noches de verano.

Hay otra planta que compite con ellas, su olor es poderosamente embriagador, me refiero a la Dama de noche, pero las flores están ya cerradas, preparando sus pequeños cálices para la próxima apertura y creando nuevos manojitos que salen del mismo tallo. Son florecillas muy pequeñas que te pueden llenar de olor toda una terraza. Maravillas de la naturaleza.

Gracias por dejarme vivir esta mañana que despierta todos mis sentidos.

¡Ah! Se me olvidaba, anoche oí cantar a un grillo, quedan pocos, su canto me alegró el corazón, otro año más estamos aquí el grillo y yo.