jueves, 26 de septiembre de 2019


QUE LOS DIOSES ME DEN FUERZAS.

Que los dioses me den fuerzas para contar mi secreto y así poder redimir el pecado que desde mi juventud me ha atormentado la vida.
Estoy sentada en un cómodo diván en mi casa. Tengo delante un gran ventanal asomado a ese mar tan azul, tan bello y tan triste en mis recuerdos, ese mar que acaricia las costas de Cartago Nova, como se llama ahora esta ciudad.
Apenas puedo moverme. Los años han hecho de mi una anciana decrepita. Creo que los Dioses están esperando que confiese, para llevarme con ellos, ya que los remordimientos han sido el castigo que he pagado en esta vida.
Recuerdo un tiempo muy lejano. Una isla en el Mare Nostrum, sus habitantes éramos romanos. Yo soy romana. Tenía 6 años cuando desembarcaron en ella los piratas matando a casi todos los que no les servían para el mercado de esclavos que tenían montado en Cartago. Allí me llevaron, junto con mis padres y hermanos. No olvidare nunca los gritos de mis abuelos, pacíficos pescadores al ser masacrados junto con los que no les servían para sus fines. La guarnición que Roma tenía en la isla no nos ayudo, miro a otro lado, al lado donde estaban las monedas que le habían hecho llegar aquellos miserables.
En el mercado fui separada de mi familia y eso añadió otra gota más al vaso casi lleno de odio contra el cartaginés.
Tendría 8 años cuando llegue a esta ciudad, entonces llamada Qart Hadasht, formando parte del sequito de un militar a las órdenes de Aníbal. Mi señor tenía dos hijas de mi edad y me incorporaron a su servicio. La niña esclava romana, sirviendo a las niñas del enemigo cartaginés.

Pero los dioses fueron benévolos conmigo. Al principio fue el miedo, el rechazo y el odio que sentía hacia todo lo que me mantenía sumisa y servil, apenas cruce unas palabras con ellas, aunque algo entendía de ese lenguaje bárbaro por estar mi isla cerca  de sus costas, faenando juntos los pescadores, hombres buenos y pacíficos de ambos lados  en el mismo mar.
Paso el tiempo y me di cuenta de que del vaso de mi odio se iban escapando algunas gotas por la grieta que iban haciendo en él, el cariño y el respeto que mostraban todos hacia mi persona. Pronto me integraron en sus juegos. Su carácter bondadoso, tranquilo y cercano hicieron el milagro. No eran mi familia pero había encontrado un poco de paz en mi vida aunque seguía manteniendo en mi brazo la pulsera de esclava.
Me permitían asistir a las clases que un joven maestro romano, también esclavo les daba a sus hijas. A diario abría nuestras mentes hacia las lenguas y las ciencias, pero también hacia el amor y la concordia entre los pueblos.
La vida allí era dulce, tranquila, quería a esa familia pero mi vaso del odio no se había vaciado del todo. En mis pesadillas veía a mis padres y a mis hermanos maltratados humillados, esclavos como yo pero con menos suerte y a gritos me pedían que recordara que era romana, que la casa donde vivía era de mis enemigos, que no dejara nunca de pensar en ello
Manteniendo esa lucha interior fueron pasando los años. Llegaban rumores de una nueva guerra con los romanos pero parecía imposible que en esta ciudad tan bella, con gentes buenas y trabajadoras se fuera infiltrando de nuevo ese odio al otro, al diferente solo por estar en distinto lado de ese mar  que, en lugar de unirlos, los hacía enemigos por intereses que nada tenían que ver con las personas, ya fueran Cartagineses o Romanos
Pero la guerra es así, nadie la quiere pero todos pagan un alto precio cuando acaba.
En la ciudad los rumores eran ya casi continuos y las maldiciones al romano Escipión estaban en boca de todos.
En la casa de mis amos la vida aun era apacible. Las niñas nos habíamos convertido en tres hermosas jóvenes que hacía tiempo habían dejado los juegos infantiles para pasar a otros que nos pedía la sangra caliente de la juventud.
Por las tardes dábamos paseos a la playa o a la laguna, acompañadas siempre de otros esclavos para protegernos y por el joven maestro que nos explicaba como los minerales eran trasladados en barcos a Cartago desde las minas cercanas. También nos hablaba sobre los vientos, abundantes en esta ciudad, del cielo, las nubes, el porqué de la lluvia, pero sobre todo del amor por los demás y dar gracias a los Dioses por la suerte que habíamos tenido. Yo lo escuchaba ensimismada y todo el amor que debía repartir  se concentraba  en él. Era mi dios, mi ídolo. Y ese fue el germen de mi gran pecado.
Un día mi señor me mando llamar a su presencia.
Se acercan malos tiempos para todos, me dijo, los romanos buscaran una escusa para atacar la ciudad y habrá un baño de sangre. Si somos nosotros los derrotados debes hacer valer tu origen romano. Aquí tienes los documentos de compra que le exigí al vendedor por si alguna vez los necesitabas. Ya eres una hija más para nosotros, por eso te los doy, pero nunca he querido quitarte el brazalete de esclava por si llegado el momento, junto con los papeles sirviese para demostrar tu origen romano.
Caí a sus pies llorando y abrazada a sus rodillas le di las gracias por todos estos años en los que yo también me había considerado parte de la familia. Los Dioses no me darían años suficientes para demostrarles mi agradecimiento.
Y sin embargo los traicioné. No pido perdón, sé que no lo conseguiré, solo quiero aliviar un poco mi culpa contando esta historia
Una tarde en la que mis compañeras de paseo no pudieron venir, fui con el joven maestro a la laguna, no llevábamos esclavos para protegernos. Nosotros éramos los esclavos.
Al atardecer, con el sol rojo poniéndose tras las montañas y convirtiendo la tierra en toda clase de grises, nos amamos en la soledad de la arena con  la fuerza, el ímpetu y la locura que lleva consigo la sangre joven y enamorada.
Ya había caído la noche, se encendieron algunas lucecitas en el mar, señales de barcos de pesca que faenaban por allí. Y entonces me dijo: (Dioses ¿porque lo escuché? ¿Por que al oír sus primeras palabras no salí corriendo para avisar a los  que yo consideraba ya mi familia?) Dentro de dos noches no bajes a la laguna van a atacar los romanos por la muralla pero otros vendrán por aquí en barcos de pesca y yo les abriré la puerta. Soy romano como tú, tenemos que acabar con los malditos cartagineses que nos robaron la infancia y la juventud. Entre caricias, me dijo donde tenía que esconderme, él vendría por mi cuando acabase la batalla, estaba muy seguro del resultado, sabia muchas más cosas de las que me dijo.  Había sido un espía romano desde que lo trajeron a esta ciudad. Era mentira todo lo que nos hablaba del amor entre los pueblos. Esa filosofía maravillosa que nos había enseñado desde niñas y que le servía para no levantar sospechas.
No pude moverme. Todo mi mundo se derrumbaba. Sentía asco de mi misma, pero la pequeña gota de odio que aun quedaba en el vaso junto con lo que yo creía que era amor bastó para traicionar a toda una ciudad a la que ya consideraba mía.
Esa noche pude volver a la casa para avisarles pero no lo hice. Más tarde supe que me buscaron angustiados .Pido a los Dioses que nunca llegaran a saber de mi traición.
Pero la suerte estaba echada, me escondí y cuando a la noche siguiente empezaron a sonar las trompetas y el ruido de la guerra se volvió insoportable quise salir para unirme a ellos, entonces comprendí que aquellos que luchaban por defender la ciudad, eran los míos, mi familia, mis gentes, mis amigos. Ya no había odio, pero era demasiado tarde, me había encerrado temiendo que les avisara.
Esta es la historia de mi traición. Que los Dioses me juzguen y espero de su misericordia que me arranquen pronto de este mundo, de esta ciudad a la que vendí cuando era joven por una ilusión amorosa y  unos tiernos abrazos.





martes, 24 de septiembre de 2019


AZUL, AZUL        23-9-2019

Me gusta este trabajo. Soy modelo. No creo que sea peligroso, pero algunas veces tengo que hacer cosas que te suponen un riesgo, pero ¿que trabajo no lo tiene? Hoy es un anuncio de piscinas y voy vestida de sirena. Somos todas chicas, me hubiera gustado también algún “ sireno” de todos los que están ahí fuera para que se mojaran en el sentido más estricto de la palabra. Estoy harta de verlos de mirones.
La cola es bastante incómoda, Hasta que ter acostumbras, parece que no vas a poder subir.
Cuando estamos rodando y el cámara me enfoca, me quito el tubo del aire y le sonrio. Mi sonrisa tiene que expresar sensualidad, placer, deseo de todo lo que no tenemos y nos gustaría tener. No sé cómo se llama pero me cae simpático este cámara, el si sabe lo que es pasarse 8 horas aquí dentro, con pequeños descansos por supuesto.
El trabajo está bien pagado, pero hasta dentro del agua tienes que sacrificarte con la comida para poder hacer movimientos suaves y elegantes como los que el público se imagina hacen esos seres de fantasía
Al ser especialista también me llaman para hacer doblajes de películas, en la que la actriz en vez de una sirena parecería un pato y no puede perder su” Cache” por unos minutos dentro del agua.
La piscina, como es natural,  es cerrada y el agua esta a una temperatura agradable aun así a las dos horas ya no notas las piernas dentro de las mallas. Cuando salimos me cuesta andar, pero dentro, es un mundo todo fantasía. Representa un pueblecito con un bosque y un lago en el que nadamos nosotras.
Por precaución nunca llego al aparato de las burbujas que está en el fondo y no me voy lejos del ancla con la cuerda que es mi seguro de vida.
En ese mundo fantástico la imaginación se desborda y a veces te crees de verdad una maravillosa sirena nadando a placer por los mares del mundo sin pensar en la basura con la que los estamos llenando.
Pero cuando sales y vuelves a ser tú, una persona corriente, se te agolpan las preguntas que dejaste aparcadas en el borde. ¿Que hay en el frigo?¿ Tengo que recoger la ropa de la lavandería? o ¿ la profesora de mi hijo Daniel, me dará otra hora para poder hablar con ella?
En fin, por muy fantásticos que sean los trabajos siempre se vuelve a la vida real.




MILAGROS MÁRQUEZ




miércoles, 18 de septiembre de 2019


OTRO AÑO MÁS EN EL CARMOLÍ     Verano 2019

Otro año más, Parece que fue ayer cuando cerraba la casa y acabo de llegar para ponerla en marcha de nuevo.
¡50 veces ya! 50 años han pasado ¡ Que jóvenes éramos!. Llegamos con dos hijos y al poco tiempo vinieron los mellizos. Ese verano fue un poco caótico, pero éramos felices. Yo creo que los recuerdos se acumulan formando montañas de afectos que, con el tiempo, los limpias de parte de la realidad, para convertirse en el ideal que tú querías que fuese. Hace 13 años que me falta mi compañero de toda la vida y esos recuerdos, buenos y malos, me hacen aferrarme a esta casa a la que mimo y cuido dentro de mis posibilidades.
Este invierno se ha muerto una vecina y amiga. Los hijos ya han puesto la casa en venta. Tiene que ser así. Ellos tienen su vida, sus ilusiones. Aquella siempre seria la casa de sus padres, pero no la suya. Al pasar he recordado con cariño, las noches de verano y las cenas en su jardín.
La casa de enfrente está cerrada, algo tiene que pasar o simplemente que nos hacemos mayores, mas achaques, menos ganas de movernos de un sitio. Pero da pena verla tan solo.
¡Cuántos niños había en esta calle! Ahora el silencio es absoluto, esta tarde, ni los perros de enfrente ladran, solo una tórtola pesada y machacona siempre con su mismo tu-tu tu-tu de todos los años. Sera otra, ellas también tienen que acabar, igual que todo, solo quedan cosas que pasan de una mano a otra. Sin nada llegas y sin nada te vas.
Las casas también pasan temporadas tristes, la casa de enfrente con sus ventanas cerradas encierra una gran tristeza, como ha estado la mía muchos años hasta que la vida te va empujando y aunque no quieras te arrastra a seguir viviendo y con el tiempo se agradece. ¡Se pierden tantas horas en la tristeza que luego no se recuperan!!
Este año me encuentro bien, ayer terminamos el teatro, me gusta actuar, el jaleo, los nervios, los ensayos, los compañeros. Todo eso es sentirse viva. Hoy estoy aquí sola, en silencio, hasta la tórtola se ha callado , es lo que necesitaba.
Estoy viendo una mariposa amarilla y marrón en una rama del hibisco. Es difícil ver mariposas, son tan frágiles. Desaparecieron del jardín las luciérnagas que a los niños les hacían tanta ilusión, apagaban las luces para buscarlas y al mirar al cielo quedaban entusiasmados con ese manto negro lleno de agujones blancos que nunca veian en la ciudad.
Se está bien aquí. Este año ha venido contenta, hay que disfrutar mientras la vida no nos diga lo contrario.


jueves, 12 de septiembre de 2019


LA CHICA DE LA FOTO        abril de 2019

La chica de la foto dicen que soy yo, sentada detrás de unos cristales con un paisaje verde al otro lado. Está escribiendo, pero sobre ¿ qué’? me viene a la memoria algo verde, rasposo, pero mi memoria es tan frágil, que poco a poco camino de la mano del olvido.
Dicen que he sido escritora famosa, que tuve amores felices y también días de llanto.  Por las  tardes, me entretengo viendo fotos pero no veo dentro de mi otra vida que no sea esta de anciana sentada en un sillón mirando el cristal de una ventana. Todo pasa al otro lado, como la foto que he escogido al azar esta tarde.
Mi amiga me ha dicho que al verla, por un momento, ha habido una chispa de vida en mis ojos. No creo que fueran los recuerdos sino la barrera de cristal que frena mis impulsos, mis ansias de libertad, de ser yo, yo misma, no la prolongación de nadie. Si es que esa joven escritora he sido yo. Creo que esos son los pensamientos que han rodeado mi vida, seguramente he intentado abrir puertas, saltar barreras, Si eso ha sido así, no tengo  ningún recuerdo de haberlo conseguido.
Me hundo en la desesperación intentando encontrar en mi mente, que ya no es mía, la respuesta a esta pregunta: ¿He conseguido alguno de mis muchos sueños?
Se van cerrand las puertas, las barreras, los obstáculos que siento en lo más profundo de mí ser haber abierto y me queda solo la imagen de una anciana detrás de un cristal como ultima barrera.


MILAGROS MÁRQUEZ

martes, 10 de septiembre de 2019


UN FIN DE SEMANA APROVECHADO

Ese fin de semana prometió ser entretenido, estresante, distinto, afín de cuentas.
Mi hija me había pedido que me quedara con sus tres “preadolescentes”, dos niñas y un niño, a los que quiero muchísimo, pero que al vivir lejos, cuando empezamos a tener confianza y a conocernos más, se tienen que marchar. Si que con los modernos adelantos tecnológicos, el Skipe, por ejemplo, nos vemos todas las semanas, pero se van haciendo mayores, cambian sus gustos, sus intereses. Por eso, a pesar de la alegría que me dio cuando me comunicaron su venida, quería estar preparada para que lo pasaran lo mejor posible.
Llegaron un viernes por la noche, yo estaba ansiosa por abrazarlos y para comenzar con buen pie les había preparado su cena favorita.
Nos despedimos de sus padres y casi con el beso a medias me preguntaron: ¿Es que aquí no hay Wi-fi? Mi hija no les había dicho que en la casa de la playa no tenia, seguramente para pasar un viaje tranquilo. Tampoco les había dicho que al haber poca cobertura, los teléfonos, unas veces sonaban y otras no. En fin que no empezamos con buen pie. El aislamiento y la tranquilidad que era buena para mí, no lo era para ellos que se habían traído todos esos aparatos electrónicos sin los cuales está generación parece que no puede vivir.
Para colmo  el día siguiente amaneció gris. Después de un buen desayuno hacia frio para los juegos de piscina y nos encontramos sentados en el porche los tres en el balancín con caras largas echándoles tiernas miradas a sus aparatos inservibles y yo enfrente pensando en la mejor manera de distraerlos. Necesitaban a sus amigos virtuales con los que mantenían largas conversaciones, intercambiando fotos y videos pero no abrazos y juegos en los que el contacto físico fuera indispensable.
Mi nieta mayor me pregunto: Abuela, cuando tú eras pequeña, si no había internet ¿a qué jugabais? Esa fue la pregunta clave. Mi imaginación empezó a” hervir” recordando mis juegos infantiles y allí se quedo el tedio y el aburrimiento.
Empecé contándoles que yo vivía en una plaza y que en vacaciones nos pasábamos el día en la calle. Mi nieto puso los ojos como platos y exclamo ¿De verdad? ¿Y tus padres te dejaban con los peligros que hay en la calle? Yo me reí diciéndoles que el mayor peligro era una caída al jugar a la pilla pero que estábamos acostumbrados, una costra saltaba y enseguida salía otra.
Otro peligro, les dije, y este sí que era grave, (los veía cada vez estaban más interesados) pasaba cuando la pelota se caía al jardín y entrabas por ella sin darte cuenta que el guardia te estaba mirando, entonces sí que había peligro, pues te castigaba sentada en un banco hasta que él quisiera.
¿Y a que jugabais? Porque a la pilla también jugaos nosotros en el recreo. Pues mira le dije, uno de nuestros juegos favoritos era el Tes-Te, en otras ciudades le llaman rayuela. Tres voces preguntaron ¿Cómo es? ¿Podemos jugar? Pues claro, les dije, solo necesitamos una tiza y una pequeña piedra plana a la que llamamos tita.
Siguiendo mis indicaciones pintaron en el suelo una especie de avión, numerando los recuadros y empezaron a jugar llevando a la pata coja de un recuadro a otro la “tita”. Pasaron entretenidos un buen rato, pues había que tener tino para que la piedra cayera en el recuadro que te tocaba. Estaban entusiasmados. Mi nieto pequeño palmoteaba  ¡otro abuela,  otro!
 Para descansar nos sentamos y les enseñe a jugar a las “pelis”. Hicimos dos equipos y cada uno se preparó, en secreto, el titulo de una película que el otro equipo tenía que adivinar. Cada participante se inventaba una historia en la que metía la parte del título que le había tocado, sin que se notase mucho. Este juego duro poco, necesitaban acción.
Entonces me acorde de un juego que me gustaba mucho, las tabas, Este juego si les iba a sorprender, yo guardo con gran cariño 5 “Rey Huesos” que son el hueso del codillo de los corderos. Al principio no se lo creían ¡Qué asco! ¡Yo no toco eso! Y otras expresiones parecidas salían de sus pequeñas bocas, mirándome asombrados por lo que creían un juego, podíamos decir, para ellos un poco fuera de lo normal.
Entonces les conté el proceso que seguíamos para limpiarlos. Primero teníamos que ir al carnicero, pues no había supermercados  y les pedíamos, por favor que nos lo guardara. Cuando al fin conseguíamos los 5, había que dejarlos cocer 3 horas para soltar la carne que tenia adherida y ponerlos al sol durante una semana hasta que se pusieran blancos, entonces ya podían usarse.
Es un juego muy interesante. Les expliqué que están muy relacionadas las manos y la atención. Con distintas posturas de ellas tenían que conseguir llevarlas de una mano a otra. Otro movimiento era hacer un puente con una mano y pasarlas por debajo mientras otra taba había sido lanzada al aire y tenias que cogerla al vuelo. Podías hacer  también una cueva  con la mano que quedaba en el suelo o un rio con afluentes abriendo los dedos metiendo entre ellos las tabas mientras la otra volaba. Jugamos a todos, con más o menos suerte porque se necesita práctica, pero lo pasamos muy bien, yo pude comprobar con alegría que a pesar de la artrosis aun me respondían las manos.
 Ahora eso sería un ejercicio de sicomotricidad.
No volvieron a acordarse de los aparatos electrónicos y nos falto tiempo para jugar a todo lo que les propuse. Estaban entusiasmados con todo lo que se puede hacer solo con la imaginación y algunos materiales digamos, “fáciles “de conseguir.
Cuando el lunes volvieron sus padres, les contaron, atropellándose al hablar, los juegos nuevos que habían aprendido. Era el mejor fin se semana que habían pasado en mucho tiempo. Mi hija me hizo un guiño sonriendo y les dijo: Ya sabía yo que con la abuela lo ibais a pasar muy bien.
Ese fue el mejor regalo junto con un beso y un abrazo muy apretado que me dieron al marcharse. Haciéndome prometer que cuando volvieran tendría nuevos juegos que enseñarle.
Fue un fin de semana muy aprovechado.




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UN ESPACIO EN EL TIEMPO       ABRIL 2019-04-05


Una niña, un banco, días de sol sin viento, pocas nubes que pasan despacio, como la infancia, cargadas de sus sueños.
Una joven sentada en un banco mira el cielo en el que unas pocas nubes ayudadas por la suave brisa, van dejando gotas que para ella son como los sueños no cumplidos pero aun pasan muchas llenas de agua y deseos por cumplir.
Una mujer en un banco contempla un cielo cada vez más oscuro y sobre su bello rostro van cayendo a la vez el agua y los sueños frustrados, por sus mejillas resbalan juntas lagrimas y lluvia pero sigue intentándolo. Aun hay nubes que pasan rápidas no dejándolos caer.
Una anciana bajo su paraguas, mira la plaza desierta y oye el ruido que hace la fuerte lluvia, ya no hay una nube misericordiosa que el viento se lleve con los pocos sueños que le quedan, todo pasa muy deprisa. Lo que resbala por sus mejillas no son lagrimas, sus ojos se fueron secando a lo largo de la vida. Muchos deseos cayeron formando barro sucio con la tierra.
Pero la anciana sonríe, piensa en los sueños que si se realizaron y siente que solo por ellos ha merecido la pena vivir.



MILAGROS MARQUEZ