lunes, 29 de abril de 2019


ME SIENTO JOVEN

Me siento joven, aunque los tacos de calendario y demás papeles no opinen lo mismo. Mi mente esta lucida y mi cuerpo, aunque con alguna dificultad, todavía responde a  los retos que le impongo.
Pero hay un sentimiento extraño dentro de mí. Me da la impresión de que este ya no es mi tiempo, no siento como mías muchas de las cosas que este siglo XXI pone a mi alcance.
Todo ha avanzado demasiado deprisa, creo que el mundo ha cambiado más a lo largo de mi vida, que en los 100 años anteriores. Al principio podía coger ese tren y bajarme de él con facilidad, pero con forme han ido pasando los años, ha acelerado de tal modo que soy incapaz de subirme sin ayuda y con bastante esfuerzo.
Me refiero a las llamadas” Nuevas Tecnologías”. Que si bien es cierto a veces nos hacen la vida más fácil, como poder sacar la cita del médico a la hora que quieras, sacar entradas, billetes, y el gran invento del Skipe para poder ver y hablar con los que están lejos. etc… La mayoría de las veces nos la complica. Algunos ejemplos de estos son: tener que ir al cajero automático para matricularte de un curso, y es tan complicado (la cola de detrás te lo hace también mas difícil) que hay que entrar a pedir ayuda, y no me gusta nada la cara de conmiseración que pone el joven, cuando con toda amabilidad te resuelve el problema.
Otro ejemplo (y este me toca de lleno, porque he sido maestra) en algunos colegios los niños tiene que dejar allí los libros, para que no se les olviden cuando les toque esa asignatura,( maleducando la responsabilidad)y les dan unas claves para poder estudiar en casa con el ordenador. ¿Qué pasa si hay un ordenador y tres niños?
 De los bancos no digamos…Pero en fin estas son cosas materiales que si tú no puedes otra persona te lo solucionara.
Lo peor para mi es que me parece que se están perdiendo valores fundamentales, como el esfuerzo, el respeto a los mayores, la responsabilidad, el afán de superación. Todo se banaliza. Las redes sociales que podían ser un instrumento maravilloso de comunicación, se han convertido, a mi entender, en escaparate de los “Egos”, criticas de taberna o trasmisores de mentiras, calumnias y odio.
En la era de la comunicación, los jóvenes se miran a los ojos menos que nunca.
Yo pertenezco a esa generación que respetaba a sus padres y también a sus hijos.
Lo siento pero no me gustan muchas cosas de este siglo y me apena que viviendo en él no lo sienta como mío.






MILAGROS  MARQUEZ


ME ASOME  A LA VENTANA



Fue de pronto, se metió en mi oído un sonido molesto, monótono y vagamente recordado, mire hacia los cristales y allí estaba grande y negro, atrapado en la doble ventana: ¡UN MOSCARDON! Intentaba con todas sus fuerzas liberarse de su prisión pero no podía, en su batir de alas y en su desesperación  había algo que me inquieto, una premura por salir otra vez a la vida muy parecida a la de los humanos atrapados en una desgracia y que por todos los medios intentan salir otra vez a la vida. Pero volvamos al moscardón. Una de las veces en que se poso en el cristal, me pareció que me miraba con esos ojos grandes y extraños y parecía decirme: ¡Eh! ábreme, libérame de este encierro, soy muy joven casi acabo de nacer y mi inexperiencia me ha llevado a esto, además es primavera y mi ciclo vital es muy corto y tengo que cumplir un montón de rituales antes de desaparecer.
¿Primavera? ¿Ya es primavera?  Y al abrir la ventana para liberar a mi prisionero de su encierro, entonces lo vi ¡EL ARBOL! El que hay delante de mi ventana estaba radiante, lleno de hojas de un verde brillante precioso, ese verde que perderá en pocas semanas por la contaminación y también parecía decirme: date prisa, mírame bien, disfruta de mi color que pronto perderé. Todo es tan efímero…..Pero no, no me había dado cuenta, estaría en otras cosas y con el corazón lleno de primavera  como el moscardón y el árbol empecé a observar la vida que discurría debajo de mi ventana.
Había una señora con su perro, un anciano sentado en un banco con cara de resignación
(Seguramente su mujer había entrado solo un momento a comprar algo en la tienda de abajo) .Me sorprendió ver a un inmigrante subsahariano en el banco al lado del señor mayor leyendo un libro, iba muy desarrapado, puede que lo hubiera encontrado en la basura, pero ahí estaba leyéndolo y me dio mucha alegría pensar que aunque fuera por poco tiempo lo iba a hacer mas feliz.
Todo era como en un teatro en el que solo cambian los ropajes o los actores, pero la función es la misma en todas las estaciones: ¡ES LA VIDA QUE PASA!


RELOJES
No puedo dormir. El sueño me ignora esta noche. Mañana es mi cumpleaños pero eso no es lo que me mantiene despierta, a estas alturas de mi vida los rituales me tienen sin cuidado. Tiene la culpa el reloj que hay sobre la mesa, cuando me despierto lo miro para controlar el tiempo, pero esta noche no puedo.  ¿Quién lo ha corrido detrás de la lámpara? Ayer no vino nadie a casa.
Tengo demasiados relojes, porque es el tiempo el que me ayuda a controlarlo todo. Saber que hago en cada hora, minuto…El andar de las agujas me fascina, ese segundo que antes de hacerse realidad ya ha pasado.
Querida amiga, soy el tiempo. Han sido muchos años mirándote por las noches desde ese reloj, cuando volvías tu hermosa cabeza hacia mí y que, como todo lo que toco, se ha ido transformando en un pobre reflejo de lo que fue.
He sido yo el que ha corrido el reloj, cada segundo lo deslizaba un poco. No quiero ver tu rostro con las primeras luces del amanecer, en el que ya no habrá cumpleaños.


viernes, 26 de abril de 2019


LAGRIMAS DE COLORES    noviembre 2016-11-06

Sentado en el cómodo sillón de mi biblioteca, miro el atardecer que trae consigo la niebla y distorsiona los objetos y personas de la calle, mi único enlace con el mundo desde hace ya varios meses.
Tengo 58 años y estoy enfermo y solo.
Mi vida ha sido un constante negar los sentimientos, para que las situaciones adversas no me hirieran.¡ Hizo un buen trabajo mi padre!  De niño no me dejaba derramar esas lágrimas blancas, transparentes, que servían para cicatrizar la humillación del alma, mientras él curaba la herida del cuerpo, producto de algún juego o pelea.
--Los hombres no lloran (decía) eso los hace débiles, tienes que ir por el mundo apartándolos de tu camino y aliándote con los fuertes, esta es una lección que no tienes que olvidar.
¡Y no la olvide! Fui dejando de lado los sentimientos, los encerré en la caja de Pandora y guarde la llave en lo más profundo de mi conciencia. Allí estaban: el amor, la amistad, la envidia, el odio, los buenos y los malos, porque a lo largo de la vida todos te hacen llorar.
Fui un hombre fuerte, triunfé en los negocios, me relacionaba bien, pero siempre dentro de unos límites que nunca se traspasaban. No podían herirme. No debía llorar.
¡Cuántas noches amargas pasamos solos la botella y yo!
Murió mi padre. Lo prepare todo con total eficacia, pero como buen alumno, no derrame ni una sola lágrima.
Ahora, recordando los momentos de mi vida, en los que podía haber sido feliz o al menos haberme liberado llorando, siento no haber sido del todo humano. Ya no hay tiempo, se me escapo, con la sonrisa de aquel niño que no quise besar, con el cuerpo de aquella mujer que abrace y olvide, con las caricias que no me atreví a recibir….
Sentado en el cómodo sillón de mi biblioteca y mirando el atardecer,  lloro por la vida desaprovechada y mis lágrimas son negras, como las de un payaso al que se le está descomponiendo la máscara.




 SUEÑO O REALIDAD
El sueño me arrojo de sus dominios, manteniendo mi mente en ese duermevela en el que no es fácil separar lo real de lo imaginario.
Esas eran mis noches desde que salí de la clínica de reposo donde estuve ingresada, según decían por mi adicción al trabajo. Es cierto que no desconectaba nunca, llevaba años sin vacaciones y si las tomaba, era solo por unos días llevándome conmigo todos los instrumentos electrónicos, prolongación de mi mente y de mis manos, sin los cuales ya no sabía vivir.
 Los médicos me recomendaron un viaje a un lugar tranquilo sin conexión con el exterior, para que desde esa soledad, pudiera volver a encontrarme a mí misma. Les hice caso a medias, busqué una isla del pacifico, alejada de todo pero con un buen hotel que, según la publicidad, tenía todos los adelantos que mi adicción necesitaba. En esos momentos creí poder dominarlos. Ahí  empezó esa mezcla de ficción y realidad, que aun hoy  intento comprender.
Volé a la isla. Fueron pasando los días. La rutina me envolvía de nuevo con su monotonía protectora.
Una mañana antes de empezar a conectarme con el mundo, me apeteció dar un paseo por los alrededores. El tiempo era magnifico, el sol no había desplegado aun sus alas sobre un horizonte en el que se confundían el cielo y la tierra, solo una agradable brisa traía del mar olores, sensaciones y sonidos de historias, que casi siempre habían nacido de la imaginación de los hombres. Me sentía bien.
Llegue a una pequeña cala escondida entre rocas a la que solo se podía acceder por un arco natural, parecía una puerta a lo desconocido, dude en traspasarla, lo nuevo  me asustaba, me arrepentí de haberme alejado tanto, ya iba a dar la vuelta cuando oí que me llamaban.
--Señorita por favor, podría soltar ese cabo, quiero ir de pesca.


2
Estaba paralizada, sorprendida, no esperaba encontrar a nadie, pero él estaba allí de pie en una barca, el torso desnudo bronceado por el sol. Todo su cuerpo emanaba fortaleza, su voz era cálida, acogedora y alargándome la mano me pedía que lo ayudara.
¿Sería un espejismo? ¿Un deseo como tantas otras veces cuando imaginaba que alguien me necesitaba? Tenía tantos sentimientos por compartir y aquellos seres inertes y metálicos, que me habían hecho su esclava, no podían comprenderme.
__Señorita, por favor. Volvió a repetir el hombre. Su voz me envolvía con una agradable sensación de paz. Entré por el pequeño arco y me pareció que la luz del sol, el sonido de las olas incluso el aire eran distintos. Solté el cabo y al dárselo, él agarro mi mano invitándome a subir a la barca.
No hubo tiempo para la duda, su sonrisa me atraía, su mano fuerte y delicada a la vez me daba confianza, me deje llevar. Creo que en ese momento no había otro deseo más poderoso en mí.
Pasamos el día pescando.  En una cala hizo una pequeña hoguera para asar los peces que encontraba entre las rocas, con las ramas que yo feliz le traía de unos matorrales cercanos.
Hablamos, bueno, él hablo poco, escuchaba con atención la historia de mi vida. Detalles y sentimientos hundidos en lo más profundo por capas y capas de rutina y negatividad. Nunca había abierto así mi alma a nadie. Pero con cada palabra se deshacía un poco la mujer en la que me había convertido. Necesitaba quitarme el disfraz de felicidad que exhibía en los despachos mundanos y comenzó a salir tímidamente la joven ilusionada que fui hace muchos años.
Quedamos en vernos al día siguiente. Esa noche no pude dormir, un sentimiento extraño, nuevo se abría camino en mi interior. No sabía definirlo pero me arrastraba hacia él, no solo era el deseo de su cuerpo sino también el de su mente y  de su compañía. Toda su persona me envolvía llevándome a un estado de paz y felicidad que no había sentido nunca.
Aquella mañana  le abrí mi corazón, le dije lo que sentía por él y sin decirme una palabra me rodeo con sus brazos. Así empezó mi gran historia de amor. Un amor acuciado por el deseo, la entrega, que sobrepasaba todos los límites de mis fantasías solitarias. Era feliz, nunca se me ocurrió pensar si él también lo era.
 No me acompañaba al hotel, siempre le surgía algo inaplazable.
Algunas veces, al llegar, el recepcionista me miraba con extrañeza, pero nunca me dijo nada. Yo le preguntaba cosas sobre la cala, ¿porque siendo tan bonita y acogedora no iba nunca nadie a bañarse allí? Parecía no entender de qué le hablaba. Un día le pregunte por el hombre que vivía en la cueva de las rocas, pero no sabía a quién me refería, necesitaba más información que yo no estaba dispuesta a darle.
El tiempo no perdona,  pasa por encima de nosotros sin importarle el dolor que nos produce algunas veces y así llego el día de mi marcha. Lloré sobre su pecho todas las lagrimas acumuladas durante años. Dentro de su abrazo le oí decir: Acuérdate de todo lo que has aprendido aquí, de las cosas que tiene verdadero valor en la vida. Si quieres volver, yo siempre te estaré esperando. Creí morir al desprenderme de ese abrazo protector, envolvente, cariñoso.
De eso hacía ya tres años. Los médicos decían que todo era producto de mi insatisfacción y mi exaltada fantasía. Pero ya había tomado una decisión, volvería a esa isla, a ese amor real o ficticio. Y allí me fui buscando la sombra de aquel hombre que había cambiado por completo las prioridades de mi vida demostrándome que era capaz de entregar todo el inmenso amor que llevaba en mi interior.




                                                                                  







AQUEL HUMO EMPEZO A DIBUJAR….

Escenas de su vida, unas  le resultaban agradables y otras que por todos los medios habría querido olvidar; y allí estaban en el humo, el maldito humo de la casa rural donde había decidido su marido que pasaran el fin de semana con unos amigos. ¿Por qué no podía negarse nunca? ¿Es que después de tantos años  aun le daban miedo sus arrebatos? No. Sencillamente era que todo le daba igual, había llegado a esa situación de ánimo en la que no se desea nada, no se espera nada , solo que pasen los días monótonos , aburridos, para no tener que dar las gracias a nada ni a nadie, para no tener que vivir, solo deslizarse por la vida y llegar pronto al final.
¿Por qué en esa misma cabaña donde había ocurrido el accidente? ¿Es que él, no sufría?  Allí fue  donde su hijo de 12 años piso la cometa que iban a lanzar y cayó por las escaleras.
De repente el humo desapareció, quiso levantarse y no pudo, ¡Estaba atada a esa maldita cama! ¿Había fracasado otra vez? Estaba todo muy bien planeado, Cuando su marido llegara…..Si, el tenía que estar allí para darse cuenta de que no estaba loca, solamente que no había podido superar el dolor…..
Pero no importaba. ¿Todo era un sueño o había ocurrido en realidad?  La próxima vez…… La próxima vez saldría bien.

domingo, 21 de abril de 2019


VIOLENCIA  “por amor”
¡Otro asesinato más! Les llamen como les llamen, de género, machista… es un ataque de un ser humano contra otro, en el que por desgracia siempre gana el más fuerte. Raro es el día en que el telediario no da una noticia de esas.
En el salón de la residencia de ancianos donde trabajo, miro a mi alrededor y veo a muchas mujeres derrotadas por la vida, por los años o traicionadas en su voluntad por los seres que más han querido. Eso también es violencia con resultado de muerte, porque la tristeza, el desapego, la convivencia con personas extrañas, el ver cambiado su proyecto en la vejez, les hace a algunas desentenderse de la vida. Comen, duermen, toman la medicación pero parecen una procesión de cuerpos sin alma. Teniendo tus facultades, tanto físicas como mentales, aceptables, con los normales deterioros de la edad, se les ha impuesto la voluntad del más fuerte. Eso también es violencia y nunca es noticia porque no trasciende del círculo familiar.
El mejor ejemplo de ello es María, la veo con sus ojos tristes tejiendo otro jersey pero ya no sabe para quién. Cuando entro aquí era una mujer llena de vida, voluntariosa, colaboraba cuando era necesario, pero su deterioro ha sido muy rápido. Ya no es ni la sombra de la que conocí hace solo dos años.
Todas las tardes que puedo me siento con ella y me cuenta una historia, su historia, aunque ya no se acuerda.
Su marido era ganadero y agricultor en un pueblo de Castilla, eran felices. Cuando crecieron los hijos los mandaron a la capital para que estudiaran. Ninguno quería el campo. Terminaron las carreras se casaron y se quedaron en la ciudad. Al pueblo iban en vacaciones, pero cada vez menos. Los nietos se hacían mayores y necesitaban otros alicientes. Ya nos les importaba que en el rio se pudiera pescar, cazar ranas o zambullirse desde aquella gran piedra resbaladiza que tanto miedo les daba de pequeños.
Todo fue bien hasta que su marido murió. María no había cumplido los 70 y se encontraba, con el lógico deterioro de los años pero capaz de valerse por sí misma.
Una vecina más joven, que necesitaba dinero se ofreció para cuidarla. Eran amigas de siempre, no le costó trabajo adaptarse.
Las tierras las arrendó y vendió los animales, quedándose solo con algunos como distracción y para uso domestico.
Después de la tragedia que supuso para ella la pérdida de su compañero, había vuelto a encontrar la paz. Así quería acabar su vida, paseos por el pueblo, misa y rosario al atardecer, en fin lo de siempre.
Un día llegaron los hijos con una propuesta, lo habían hablado entre ellos y estaban de acuerdo. En la ciudad donde vivían se había inaugurado  una residencia con todos los adelantos para hacer los achaques de la vejez más llevaderos. Además los vecinos ya murmuraban que la habían abandonado en manos de una extraña con la maledicencia y la envidia que provocan el aburrimiento y la mala fe.
Era por su bien. Así podrían ir a verla con más frecuencia y sobre todo no tendrían que aguantar los comentarios “caritativos” de los vecinos cuando se acercaban al pueblo.
Al principio se obligaba a cruzar las densas capas de añoranza que parecían fundidas en el aire. Quería sentirse bien aquí. Vería a sus hijos con más frecuencia. Estaría mejor atendida, pero ese no era el final en el que siempre había pensado.
Y aquí está María, consumiéndose detrás de la ventana, añorando su huerto, sus campos verdes, el fresco bosque, lugares en los que había sido tan dichosa. Todo eso se refleja en sus ojos cuando por las tardes me siento a su lado para que me cuente siempre la misma historia, su historia de mujer maltratada al ser sometida por “amor” a la voluntad del más fuerte.











UNA HISTORIA EN 5 TUITS

Hace una semana que no vivo en este mundo. Todos parecen fantasmas. Quedan aun dos semanas para volver a ser yo.
La tragedia se desarrollo un sábado por la noche en la oscuridad de un cine. La película era en blanco y negro.
Ocurrió de repente, un grito llego de atrás me asuste hice un giro brusco y sin darme cuenta abrí la mano.
Y aquí estoy, sin salir a la calle, tengo miedo de todo. Me encierro en mi habitación para no entrar en pánico.
¿Quién sería el hijo de puta que piso mi audífono?

sábado, 20 de abril de 2019


UN VIAJE SORPRENDENTE

Luisa se había marchado a trabajar a Paris, soltera, libre y más joven que nosotras, había sido valiente y ya vivía allí  un año.
Nos comunicábamos por Eskay y los dientes de Carmen, Lucia y los míos propios arañaban el suelo de envidia cuando nos contaba sus andanzas por la Ciudad del Amor.
Carmen y Lucia eran divorciadas, pero yo, soltera y sin haber probado” La gracia de Dios” como decía mi madre, todo lo que contaba me parecían excesos.
Ese verano decidimos visitarla. Nos instalamos en su casa. Era una buena anfitriona. Por la tarde, cuando nos sentamos a tomar café, era como si estuviéramos en una de nuestras reuniones semanales. Contentas y felices de estar juntas.
Le dejamos bien claro, que nada de monumentos ni museos, algún paseo por el Sena todavía, pero nuestro propósito en este viaje era ver el Paris arrabalero, el marginal los barrios del Paris “canalla”.
La primera noche nos dijo que nos iba a sorprender con algo muy especial. Ella había ido con unos amigos hacia poco y nunca se hubiera podido imaginar aquel espectáculo.
La entrada era pequeña y unos escalones empinados conducían hasta un sótano donde había un  salón, con una barra de bar en un extremo. No había mucha luz. Al fondo sonaba un piano. Al ir acercándonos me sorprendió que el pianista estuviera de pie de espaldas al público. Tenía muy buena planta.
Nos quedamos unos poco desilusionados, las canciones, aunque tocadas con gran maestría, no eran nada del otro mundo. Además de vez en cuando se colaba en la melodía una nota discordante. Al comentárselo a Luisa, nos dijo con una sonrisa picara: Esperad que termine y se vuelva para saludar. Y eso hicimos, cada vez mas intrigadas.
Sonó un fuerte acorde final, un golpe y un grito. Luisa sorprendida dijo: si lo hace todas las noches, ¿que habrá pasado?
Lo que había pasado era sencillamente que  había bajado la tapa del piano, sin darse cuenta de que el “dedo” que daba la nota discordante, en ese momento estaba tocando un do sostenido y…y no pudo retirarlo a tiempo.
Lástima, ya no podrá presumir del pene más grande de la ciudad aunque se pillara “ La puntita “ nada más.






UN FALLO EN EL ATREZO
Cuando salgo a escena, siempre atraigo las miradas del público. No soy el protagonista. Soy mucho mejor que él. Me muevo con más soltura, mis parlamentos tienen más sentimiento, son más fluidos, naturales y hasta soy mucho más guapo. Y la guinda del pastel, es que la primera actriz, esta loquita por mis huesos. Entre bambalinas, ¡Me manda unas señales! Al pasar cerca, me roza con sus “encantos”. ¡Y qué roces, señor! Despertarían a un muerto.
La pobre tiene que callar su amor. Es la pareja de él. El gran divo, el enchufado, el que pone la pasta, para que se represente esa birria de obra, escrita por su papá, “el millonetis”. Si no fuera porque yo soy un “crack” de la escena, se podría haber establecido todo el equipo, en un puesto fijo del mercado de la verdura.
Pero esto se acabó. Todas las noches finge que se muere de una manera fatal,  haciendo unos aspavientos, más propios de un molino, que de un señor a punto de palmarla .Pero hoy dará un gran salto en su interpretación. Lo hará con un realismo increíble, porque se va a morir de verdad.
Cuando en la escena final me pida, despóticamente, agua, le pondré el veneno en el vaso. Me han dicho que con unas pocas gotas basta, no lo notará, pero caerá fulminado. Voy a ayudar a ese pavo inflado, a hacer su mejor actuación.
En un lugar del escenario, hay una vitrina, con el vaso y la botella. Todas las noches le doy a beber, con su muerte y algunas palabras tontas que tengo yo en el guion, se cierra el telón, después de 5 minutos. ¡Una barbaridad de tiempo para morirse!  Pero como ya he dicho, es un necio.
Esta noche va a ser una actuación sublime. Ya ha llegado el momento. La última escena está en su punto álgido. Me pide agua y yo me acerco a la vitrina. ¡¡Oh cielos, no está el vaso!! ¿Qué puedo hacer? El público, mi reputación…Alargo la mano, doy un grito y caigo redondo. Mientras pienso:” El público no es el mismo, no se sabe el final. Si este necio echara una mano, podríamos improvisar algo que no estuviera mal.” Pero tonto hasta el final, no se le ocurre más que acercarse a mí, y decir en voz alta:” Pero hombre si el que tengo que morir soy yo.” Y sale corriendo. Me quedo  solo en el escenario, muriéndome lo mejor que se, aguantando esos 5 minutos que tarda en bajar el telón. ¡Benditos 5 minutos!  Por extraño que parezca, esta noche será mi consagración, los aplausos suenan atronadores  y todo gracias a un fallo en el atrezo.


              

        LA ESPERANZA.

Siempre confiamos en ella, pero algunas veces nos da la espalda.
¿Dónde estoy? No me puedo mover. Solo hay oscuridad. Grito y solo trago polvo. A unos metros sobre mi cabeza, veo un agujero muy pequeño, por donde entra un poco de luz. ¿Entrara también aire suficiente para mantenerme viva hasta que me encuentren?
Ahora lo recuerdo, solo puedo pensar, estaré tranquila para no gastar más aire del necesario. Cada vez que respiro me entra polvo. Los pulmones me arden. Aun escucho los atronadores ruidos de las bombas! No me van a encontrar!, seré solo un numero en los noticiarios y no es así, no se me puede reducir solo a eso. Soy una mujer y creo que valiente, no abandone  a mi anciana madre  cuando empezó esta locura para marcharme con mi marido y mi hijo, uno de los dos tenía que sacarlo de este infierno. Yo decidí quedarme y reunirme con ellos más adelante.
Esta mañana hablábamos en la cocina, pensábamos, que esta sinrazón acabaría pronto, que ellos volverían y podríamos abrir de nuevo nuestro pequeño comercio. ¿Donde estará la pobre ahora? ¿Debajo de cuantas piedras?¿ Si vive: estará pensando en mi?
Creo que tengo las piernas rotas, no me duelen, pero no las siento! Me van a sacar de aquí y a mi madre también! Seguro. En cuanto acaben los bombardeos. Lo he visto muchas veces. Hasta con las manos quitaban las piedras con desesperación, para encontrar la vida que unos locos se habían propuesto destruir.
Tengo sed. ¿Cuánto tiempo llevare aquí? Tengo que pensar en algo agradable y esperar hasta un poco más todavía antes de rendirme. Dormiré. No siento nada, solo puedo pensar. Ya no se ve la pequeña lucecita ¿Se habrá tapado el agujero con otras piedras? No, seguro que es de noche.
Mi madre es una mujer muy valiente. Tuvo que luchar contra unas costumbres antiguas e injustas, no quería que yo tuviera que estar esclavizada a los hombres como ella .Seguro que está bien, tiene que estar cerca, nos cogimos de la mano cuando empezó, si pudiera llamarla….pero solo sale polvo de mi boca.
Mañana me sacaran. Veo que algo pequeño se mueve a mí alrededor, ha pasado muy rápido, no he conseguido saber lo que era.
¡Cuánto tarda en hacerse de día!..Sigo respirando, uno dos tres..Ya no oigo nada pero mañana me encontraran, estoy segura, y les ayudare a buscar a mi madre.
RADIO ALEPO (Siria)
Ayer continuaron los bombardeos, edificios enteros cayeron sepultando a sus habitantes. Al empezar las labores de rescate, se ha encontrado el cuerpo sin vida de una mujer, que tenia de la mano asida a una anciana, aun respiraba y fue llevada rápidamente al hospital. Preguntaba por su hija. Decía que la había mantenido viva saber que su hija la tenía cogida de la mano y  la certeza de que nunca la soltaria.







LA PIEL DEL CIELO

El cielo no tiene piel, pero si colores. La piel de los hombres cambia con las latitudes y el cielo cambia de color según el estado de ánimo del que lo mira.
Va del gris, casi negro, al azul intenso del verano mediterráneo o a los atardeceres rojo pasión.
Por los grises pueden desfilar todas tus penas, a lo largo de la vida siempre hay alguna aunque sea gris claro.
Azul lo ves cuando lo miras ilusionado, joven, con toda la vida por delante. Aunque no sabrás si te deparara mas grises que azules.
Y el rojo. ¡Ay el rojo ¡  la pasión, el deseo, el ansia de poseer. Así lo ves cuando estás en la plenitud de la vida, pero ¡Cuidado ¡  que tarde o temprano se pondrá gris.


LA NOCHE

Tenía miedo de que llegase la noche y las esperanzas acumuladas durante el día, se deshicieran como nieve entre mis dedos.
Habíamos sido felices ¿Cuándo empezó a romperse todo? Por más que pienso, no encuentro el motivo, pero cada día, perdíamos un poco de aquella gran ilusión, que nos llevo a querer pasar el resto de nuestra vida juntos.
Nos falto valor para afrontar el fracaso, despedirnos como amigos y no dejar que la vida nos pasara por encima, sabiendo que podían estar esperándonos otras ilusiones, otros proyectos, otros lugares….Hemos sido unos cobardes y ahora solo nos mantiene unidos la monotonía de lo acostumbrado, de lo sabido y en mi caso además, un amor dependiente, malsano, por el  que nunca me atrevería a dar el primer paso.
Durante el día, todo transcurría con normalidad. Dábamos la impresión de ser una pareja de jubilados, que se deslizaba por esta etapa con calma y la llama del amor aun viva, disfrutando de su mutua compañía
Pero al llegar la noche todo cambiaba. El espacio que separaba nuestras camas se había convertido en un foso tan profundo, que él, no quería o no podía traspasar.
Asomada al mirador, veía encenderse alternativamente, los faros del puerto. Así  mi ánimo iba desde el verde de la esperanza de los  días, al rojo del rechazo por las noches. Yo lo necesitaba, necesitaba su aliento, sus caricias. ¿Si se había cansado de mí,  por qué no abría la puerta de la jaula y se iba? sabía que yo nunca podría hacerlo, estaba demasiado atada a él.
En sus rechazos de cada noche, veía vejez, no desprecio, eso era lo que deseaba imaginar. No le pedía mucho, solo el calor de su cuerpo, unos cuantos besos cariñosos y un hasta mañana sonriendo.
Nunca pierdo la esperanza, por eso esta noche, he abierto la madrugada caminando de faro a faro.


LA TERRAZA DE VERANO
Se oía una música agradable y pegadiza en la terraza donde quedábamos los veranos para continuar con lo que nosotros llamábamos “una relación intermitente”.
Había quedado con él para cenar y pasar juntos nuestro mes de vacaciones como llevábamos haciendo ya varios años, pero llegué bastante antes. Me gustaba disfrutar sola del ambiente bullanguero de los jóvenes, de esos farolillos que colgaban de los toldos movidos por la brisa y de ese sol rojizo que parecía destilar sangre sobre el mar, hasta que éste, enojado por la osadía, se lo tragaba poco a poco.
El olor a sal era tan intenso que apagaba incluso el de los espetones de sardinas que se hacían a fuego lento en la arena. En ese atardecer mágico la vida bullía a mí alrededor y por primera vez sentía que pertenecía a ella.
Todo estaba igual, sólo yo había cambiado, la enfermedad me hizo cambiar, me di cuenta de lo grande que era mi soledad, ya no me satisfacían esos amores intermitentes,  lo necesitaba a mi lado. Había comprendido que la libertad que tanto ansié podía ser también una libertad compartida, cediendo unas veces y ganando otras,  pero siempre juntos. ¡Cómo había podido estar tan ciega!
En aquellos meses horribles me di cuenta de lo grande que era mi amor por él, tanto, que me dolía más su ausencia en el paso lento de los días, que la  propia enfermedad.
Hoy le diría que sí, que tenía razón, que debíamos vivir juntos,  que había sido una loca por no escuchar sus ruegos con los que intentaba convencerme cada verano, de lo maravilloso que sería amanecer abrazados todas las mañanas del año y no solamente la triste limosna de un mes.
 El tiempo pasó sin darme cuenta. Estaba nerviosa. Se encendieron los farolillos de colores en  los toldos, cambió la música, se hizo más lenta y yo esperaba….
Fueron llegando parejas haciéndose arrumacos ¡Qué envidia me daban! Se incorporaban a la música con un abrazo que quería ser un baile, pero que en realidad era, o a mí me lo parecía, dejarse llevar por la vida en brazos del otro. Esta noche también yo bailaría así, meciéndome con la música y las olas hasta el final.
¡Qué tonta había sido!
Acabó la música, la gente se fue yendo. Me asustó el sonido de los camareros recogiendo las sillas. En mi desconsuelo alcé los ojos hacia una estrella grande y brillante para que no vieran mis lágrimas.
ÉL NO VINO.


LA CAJA OSCURA  mayo 2018

¿Dónde estoy?¿ Que me ha pasado? Toco las paredes y están muy cerca apenas entra luz por unas rendijas del techo. Estoy prisionero dentro de una caja oscura. Tengo mucho miedo. Grito y las paredes me lo devuelven aumentado por el eco. Tengo frio .Estoy temblando.
Recuerdo una casa de campo, niños jugando. Alguien me llama. Es una señora mayor que se mece despacio en una mecedora de mimbre. El cielo esta gris y los arboles tiene las hojas rotas, caídas. Intento llegar a su lado pero no puedo. Hace mucho viento. Algo me impide avanzar. La señora sonríe y me hace señas para que me acerque, pero no puedo.
Los niños bajan de los columpios y se dirigen hacia mí, pero ellos tampoco pueden llegar. Todo se realiza un segundo antes. No llega a ser una marcha atrás, es quietud, no avanzar.
Solo la señora sonriente  levantándose de la mecedoras se dirige a mí y me codea dando saltitos y canturreando una canción infantil, a ella se le unen también los niños. Se3 han soltado de sus ataduras pero yo no puedo moverme.
¡Quiero huir! ¡Yo no los mate!. Fue el otro, el que está en la caja oscura de mi mente. Es muy poderoso me domina. Este es el castigo por sus crímenes, estar en una caja dentro de otra caja y yo inocente, condenado a seguirle.




viernes, 19 de abril de 2019


LA FOTO DEL VIEJO Y EL GALLO.


Esta carta se la dedico a usted, querida turista  que tuvo la amabilidad de hacerme la foto, mientras contaba mis ganancias.
No, yo no me di cuenta, solo la vi cuando se marchaba, fue Manolillo el que me dijo: ¡eh! ¡Jefe!  Que nos van a hacer una foto y claro como es un poco tímido agacho la cabeza, no creo que haya salido muy favorecido.
Señora turista no vaya usted a equivocarse, me senté en ese poyo porque hacia un poco de fresquito (ya se habrá dado usted cuenta del calor de la habana) y como ya le he dicho contaba mis ganancias.
Pero empezare por el principio.
Nací en el campo, trabaje desde muy pequeño en los bosques de caña. Era responsable y obediente y el capataz se fijo en mí, me protegía de los trabajos más pesados y un día cuando cumplí 14 años me dijo: Esta noche Manuel te vas a venir conmigo porque ya eres un hombre. Yo creí que me iba a llevar a casa de la Casimira ( que ya se puede usted imaginar cual era su oficio) pero no; me llevo a una pelea de gallos.
Aquello me gustó, era una forma de ganar dinero fácil; Me enseño todos sus trucos: El peso de los gallos, los espolones, el pico más o menos curvo, las uñas, en fin todo y fui ganando mi buen dinerito.
Me deje la caña y me fui a vivir a una casa con agua corriente y todo.
Pasaron los años, ya todos me miraban como un señor y me llamaban “Seño Manuel” .
Una madrugada al salir del local, note que me seguían, pensé que era algún enamorado de mis monedas y que venía a reclamármelas , pero no; era él, el gallo que me había hecho perder esa noche, el pobre cojeaba, le faltaba un ojo ( por eso no le gustan las fotos) y casi no tenia plumas.
Se vino conmigo y lo adopte, no tengo hijos, me encariñe con él, que le voy a hacer soy tierno de corazón y el a cambio me enseño todo lo que me faltaba por saber de los gallos y sus peleas.
Gracias a él, soy un hombre respetado y tengo un local propio donde se hacen buenas apuestas.
¡Ah! Se me olvidaba, el bastón que también ¨saldrá en la foto, se lo dan al hombre que mas apuestas ha ganado ese año y ese he sido yo.
Señora turista, ya ve si se ha equivocado conmigo y por favor cuando enseñe mi foto a sus amigos, cuénteles también mi historia, para que no crean que soy uno de los millones de viejos
Que hay en el mundo a los que la vida ha derrotado.
Un saludo y muchas gracias

MANUEL

jueves, 18 de abril de 2019


LA LUZ
Tengo 70 años y vivo sola en un pequeño pueblo de la costa de Granada.
Se vive bien aquí. La gente es agradable en el trato. Pertenezco a un grupo de Mus y jugamos en el Casino por las tardes. Todos somos, más o menos, de la misma edad. Quieren que me una a ellos en otras actividades, dicen que paso mucho tiempo leyendo y sola, pero no voy a hacerlo. En las partidas solo se habla de cartas, pero luego, ellos tiene hijos, nietos, en fin, una familia…y yo no.
No quise tenerla nunca. Mis padres murieron pronto, soy hija única, la libertad y mi trabajo, suplieron las caricias, los afanes, las noches en vela por los hijos…
¡Qué equivocada estaba!, Ahora, tengo dinero, salud, sin entrar en detalles, amigos, vivo en un chalet precioso, fruto de mis ahorros de toda la vida, pero nadie entrará gritando: Abuela, mira lo que he encontrado en el jardín, ni rodearan mi cuello con abrazos interminables, esos pequeños y maravillosos seres, cuyos ojos se agrandan cuando te ven y eres para ellos alguien importante. No tengo el cariño sin fisuras de unos hijos que me acompañen en mi vejez, cada vez más cercana.
No tengo nada de eso, porque no quise y ahora me arrepiento, pero ya es tarde. Tengo que contentarme con oírlos jugar, reír, llorar….en las casas de mis vecinos.
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El mar se agranda, no se le ve el fin ¡Dios, ayúdame! El dios que sea, me da igual, el de mis padres o el de la tierra donde quiero ver crecer a mi hijo. ¿Tendré fuerzas para llegar a la orilla nadando? Nos dijeron que nos dejarían no muy lejos de la playa y que después nos las apañáramos solos. ¡Dios, ayúdame!
Es verano. Llevo un bañador y un vestido encima. Estoy muy embarazada. De cómo pasó, no quiero acordarme. 15 años, un matrimonio concertado con un hombre de 50, que no dudaba en ejercer contra mí su frustración. He huido, no puedo volver. Me matarían. No tengo a nadie ¡Dios ayúdame!
Ya hemos llegado al sitio, están zarandeando la barcaza, para que saltemos, Lo hago de las primeras, intentando evitar los golpes. Quiero llegar a esa tierra y criar a mi hijo en ella. Pero… ¡Qué tierra! No veo ninguna. No sé hacia donde nadar. El grupo se ha dispersado, unos desaparecen con las olas y otros nadan desesperados.
Sobre mi cabeza vuela una gaviota, la seguiré, la tierra tiene que estar cerca.
Cuando mi cuerpo cansado, toca la arena, el sol está ya alto. Es una playa, hay sombrillas y gente bañándose. Me quito como puedo el traje para confundirme con ellos, pero no lo suelto, lo necesitare, es todo mi equipaje.
Llego a la orilla, nadie se fija en mí. Me tiendo en la arena agotada, doy la impresión de ser una bañista más.
Despierto sobresaltada por la risa de unos jóvenes, me habré que quedado dormida. El sol está ahora más bajo. Tengo que levantarme y echar a andar, pero mis piernas apenas me obedecen. No me he dado cuenta de la sed que me tortura. Un niño tira a la papelera una botella de plástico casi llena, la cojo, para mí es un tesoro.
Mis pasos me llevan hasta un pueblo blanco, Hay poca gente. Esta anocheciendo y el calor es aun sofocante.
Al final de una calle, veo una casa con un gran jardín, parece abandonada, está casi en ruinas, no creo que viva nadie.
La puerta escondida entre la maleza, esta entornada, pasaré aquí la noche. Buscaré algunas ramas secas y haré fuego, eso mantendrá alejados a los animales que habrán hecho de ella su morada.
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Esta noche, pasearé como siempre, por las mismas calles, saludando a los mismos vecinos y escuchando en los jardines a familias felices, risas, niños que gritan o lloran. Esa es la vida que no quise. Al final tiene más recompensa que la mía.
__¡ Nelson, no, por ahí no! Está esa casa en ruinas y apenas si hay luz.
Pero ¿Quien es capaz de dominar a un pastor alemán de 5 años?
Nos adentramos en la calle, Nelson no para de ladrar y tira de la correa hacia la casa abandonada.
Hay dentro un resplandor, como de una hoguera, quiero echar a correr, pero de pronto oigo unos gemidos, cada vez son más fuertes. Me acerco con mucha precaución y lo que veo me deja sin habla. Una mujer joven, casi una niña, dando a luz, entre tanta suciedad.
La ayudé como pude o como supe y gracias a Dios todo salió bien. Llame a la ambulancia y nos llevaron al hospital.
No me separe de su lado hasta que se recuperó ¡Por fin había alguien que me necesitaba!
Esos días sirvieron para conocernos y entablar una amistad que con el paso del tiempo se convirtió en un profundo cariño.
Adopté a Amina. ¡Por fin tengo una familia! Una hija y una nieta. He sido afortunada, he podido probar la recompensa de las dos vidas.


LA NOCHE OSCURA

El atardecer caía sobre el Mediterráneo como gotas de sangre que se mantuvieran en la superficie sin disolverse. Poco a poco iban apareciendo los ocres en la tierra y los grises en el mar. Presagiaban una noche oscura, sin luna ni estrellas. Todas habían huido del cielo para no ser testigos de la sangrienta batalla que iba a tener lugar  en esa ciudad pequeña de cinco colinas, en el sureste de la península de los iberos.
Muchos años después, en otra noche oscura, la silueta de un anciano se recortaba sobre unas rocas en cierta playa al otro lado del mismo mar de la ciudad de las cinco colinas.
El anciano tejía en su memoria los recuerdos de aquella noche y aquella batalla. Si entramos en ella nos haremos con su historia.
Tenía entonces 15 años. Fueron los más felices de mi vida en esa preciosa ciudad, a la que el general Asdrúbal puso por nombre Qart Hadasht. Mi casa estaba en las faldas de una colina mirando al mar siempre azul. Mi padre era militar, llegó aquí con el general Aníbal para pactar con las tribus mastienas. Yo aun no había nacido. Esa tierra era rica en plomo, plata y otros minerales. También había mucho esparto y un campo que, aun siendo escaso en lluvias, era suficiente para abastecernos de vegetales y frutas.
Sí que teníamos siempre el miedo a los malditos romanos que habían montado su campamento a las afueras de la ciudad pero, cuando al atardecer bajaba con mis amigos a la playa a ver llegar los barcos de pesca, era tanta la paz y la belleza de sus puestas de sol tras las montañas, que no podía imaginar la guerra que se acercaba. Según los ancianos, a nosotros no nos llegaría. La ciudad estaba bien fortificada, las murallas eran altas y la laguna interior no tenía la suficiente profundidad para los pesados barcos romanos.
Eso pensaba yo la tarde en que vi llegar desde el mar una bandada de gaviotas capitaneadas por tres grandes pájaros negros. Se me encogió el corazón, era un mal presagio en el que no quería creer.
En los últimos meses había mucho movimiento en la ciudad y también rumores sobre una guerra inminente. Según los romanos, habíamos incumplido no se qué pacto y eso les daba derecho a atacarnos.                                     
Aquella aciaga noche nos quedamos en la playa, mis amigos y yo, un poco más de lo acostumbrado. Cuando, de pronto, sonó la alarma. Desde las atalayas habían descubierto una gran flota romana que se acercaba a la bahía. Las trompetas sonaban sin cesar produciendo un gran estruendo. Corrimos hacia las puertas que empezaban a cerrarse con tan mala fortuna que tropecé, caí y perdí el sentido. Mis amigos no notarían mi falta empujados por la gran multitud de gente que, desesperada, intentaba entrar en la ciudad.
Cuando desperté la noche estaba en llamas, el humo de los incendios secaba la garganta y casi me impedía respirar. El estruendo era horrible, el ruido de las armas, los gritos de los soldados, las súplicas, los llantos y lamentos de los habitantes de mi ciudad, formaban en la roja noche una música infernal. Nunca olvidaré el sonido de la guerra.
La batalla se estaba desarrollando entonces en la muralla que daba al mar. Los romanos habían logrado entrar en la ciudad, arrasándolo todo como era su costumbre.
 Me levanté intentando mantener el equilibrio y mi primera idea fue buscar a mis padres. Las puertas estaban abiertas y un reguero de sangre llegaba hasta mis pies. Intenté entrar, pero lo que vi me paralizó. Cuerpos destrozados, quemados, gritos de dolor, el ruido me aturdía y el miedo me impedía avanzar. El calor de los incendios hacía que las lágrimas se evaporaran nada más salir de mis ojos.
Desesperado corrí hacia la laguna. Por allí habían entrado los romanos, el trozo de muralla más desprotegida por creerla insalvable. A la luz de los incendios aun se veían en la arena sus huellas, armas destrozadas, cadáveres de los valientes defensores que poco pudieron hacer ante la sorpresa y la escasez de medios frente a sus atacantes. La orilla era un cementerio de armas y de hombres a los que la muerte había igualado dejándolos desnudos de patria y solos como seres humanos.
El miedo y el horror me impedían pensar con claridad. Vi una barca, monté en ella y empecé a remar. La locura me daba fuerzas y al rato conseguí salir de la bahía. Al ir alejándome de la ciudad la noche se iba haciendo más negra y se disolvían en el agua los sonidos de la batalla. Después del espanto vivido, solo deseaba morir, lloré pidiéndoselo a los dioses, que solo me concedieron volver a perder el sentido.
Sin agua, sin comida no hubiera resistido muchos días pero el cielo se apiadó de mí haciendo soplar fuertes vientos que me arrastraron hacia la orilla opuesta de ese mismo mar. Me recogieron unos pescadores que faenaban por la zona y, medio muerto, regresé con ellos a su aldea.
En esta tierra he hecho mi vida,  he tenido momentos felices, pero cuando las noches son oscuras, vengo a la playa y me parece ver de lejos el rojo de los incendios y oír el sonido de la batalla. No los quiero olvidar. Son los gritos de mis padres, de mis amigos, de mi gente. He perdonado a los romanos pero siento que yo también debía de haber muerto en aquella noche oscura.








HISTORIA DE UN MOLINO
Ya se olía a primavera en esta tierra bendita,  tan falta de agua y tan llena de sol. El atardecer perfumaba los campos con el aroma de las florecillas silvestres aun no agostadas por el estío. Todo era belleza y tranquilidad a mi alrededor. Dentro de poco dejaría de trabajar, mi ama, la molinera se iría a su casa y nos quedaríamos solos Gris el gato y yo, aparte de otros animales que por las noches salen de sus escondrijos para comer los restos de la molienda que cayeron al suelo.
Se me ha olvidado decirles que yo soy el molino y bien orgulloso que estoy de ello. Me construyeron en un altozano para aprovechar mejor el viento que es mi fuerza, cuándo desplegadas las cuatro velas me hacen girar arando un círculo en el cielo.
A veces me imagino que soy un velero cruzando un mar casi siempre azul llevando conmigo a mi molinera. Estoy enamorado de ella desde que la vi aparecer el primer día con su refajo ceñido, la larga falda recogida a un lado dejando ver sus bonitas piernas y  asomando por el corpiño dos maravillas que se abocan sobre la muela cuando echa el trigo para que yo haga mi trabajo.
Soy grande y fuerte, tengo tres pisos y en el último hay una ventana donde se posan las palomas y las gaviotas, pero mi ama las aparta a escobazos, son insaciables y vendrían muchas más a comerse la molienda, esa molienda que con tanto sudor prepara en sacos para cuando viene el dueño a recogerla.
Mis velas son blancas, triangulares, iguales que las de muchos barquitos que veo a lo lejos cuando el cielo está despejado. Ellas también saben de las caricias y del poder de  nuestro señor el viento, algunas veces sus ráfagas son tan fuertes, que si no se recogen a tiempo, las destroza sin piedad.
El viento no sopla siempre del mismo sitio, es caprichoso y tampoco te avisa cuando va a cambiar, por eso tengo yo en todo lo alto un mecanismo que hace girar mi cabeza y las velas con ella, para aprovechar hasta el más pequeño soplo de ese voluble señor.
Ya ha cerrado la puerta mi molinera. Algunas noches cuando el trabajo es mucho y durante el día no ha habido viento suficiente, se queda y duerme entre los sacos. Yo la protejo y Gris ahuyenta los ratones para que no la despierten.
Gris, mi amigo Gris, es un gato romano corriente pero muy listo. Un día entró con sigilo y al verlo la molinera agarró la escoba, él, mimoso, se acerco ronroneando a sus piernas, quien fuera gato,  acariciándolas con su lomo y de esta forma se quedo a vivir con nosotros. Algunas noches de verano en las que el calor es sofocante, sale por el ventanuco de lo alto y se pone encima de uno de mis palos, siempre que la brisa sea suave, porque más de una vez ha ido a dar con su mullido cuerpo en el suelo.
Hablamos de muchas cosas. Me cuenta sus aventuras y correrías por el mundo. Ya es viejo y quiere acabar sus días aquí.
Una noche me contó algo que no me pude creer por disparatado. Vivía él entonces con una familia también molinera que tenían la casa enfrente del molino, en las noches de verano sacaban las sillas a la puerta y doña Paca la abuela, contaba historias y él bien enroscado en sus pies lo oía todo con los ojos cerrados pero con las orejas bien tiesas. Decía que una vez hace muchos, muchos años un caballero a caballo confundió el molino con un gigante, arremetiendo contra él. En esto un sopló un viento fuerte, quedando el pobre caballero enredado en las aspas y desde bien alto cayó al suelo. Gris no me lo ha dicho  pero yo creo que estaría un poco loco. ¡Hay que estar ciego para confundirnos con un gigante!
Otra noche me contó que vio en un campo no lejos de aquí, otra clase de molino, ese sí que parecía un gigante. Tenía tres o cuatro patas de metal muy altas y al final de ellas había unas aspas más pequeñas que las mías y sin velas, se acerco para saber cuál era su trabajo, pero hacia viento  y el ruido era ensordecedor lo que le hizo desistir, ya sabemos cómo son de delicados los oídos de los gatos y se quedo sin saber para lo que servía ese molino.
Sus historias son increíbles, me dijo que entre dos mares muy cerca de donde estamos había tierra y en ella se levantaban bonitos molinos como yo pero que su molienda era blanca y como curioso que es metió en ella los bigotes, por poco se ahoga de la tos que le dio al entrarle la sal por la nariz.
Él  me advirtió de un peligro que luego no fue tal dice que vio, antes de venir aquí, no muy lejos como construían otro molino. ¡Eso no podía ser cierto! No había tanto grano para moler, uno de los dos quedaría parado sin trabajo.
Una noche en la que mis velas estaban dirigidas hacia ese lugar lo vi. El cielo estaba iluminado por la gran luna redonda que de vez en cuando aparece. El también me vio y arrastrados por la brisa comenzamos a hablar.
Por fin se aclaró el mal entendido, no era un molino de muela sino de agua. Trigo y agua, que bien suenan esas dos palabas, alimento principal de los hombres que nos cuidan. Me contó que al ser esta tierra tan seca se hacían unos pozos en el suelo para llegar hasta ella, algunos eran muy hondos hasta 20 metros o más Entonces me di cuenta que era como yo pero solo en apariencia, pues tenía una rueda en un lateral de su cuerpo. Al preguntarle, sonrió moviendo las velas aunque no corría la más leve brisa. Me dijo que no éramos del todo iguales, lo que tenia al lado era una noria que giraba con la fuerza de las velas igual que yo y así  subía el agua del pozo para depositarla en una balsa que tenia al lado.
Me conto cosas muy bonitas como que el agua con voz dulce y cantarina lo apremiaba para que la subiera arrojándola a la balsa para así, en las noches claras, poder atrapar las estrellas.
El agua dentro del pozo esta triste, oscura y muy quieta, pero nada más salir se vuelve alegre, ruidosa y baja contenta por unos canales que llaman acequias para regar los campos que hay alrededor.
Dios hizo el viento y los hombres los molinos para aprovechar su fuerza y con los años habrá otros ingenios que harán nuestro trabajo más fácil para ellos. Pero nosotros siempre estaremos aquí.
Algunas veces a la caída de la tarde, cuando mi molinera se va, me vienen con la brisa pensamientos tristes. Me veo viejo, roto, sin alas, toda clase de matojos crecen a mi alrededor y penetran en mi interior. No hay puerta, ni ventana donde se posaban las palomas, solo hay tristeza y desolación.
Pero estos pensamientos los deshecho enseguida. El hombre no será tan desagradecido después de lo bien que le hemos servido durante siglos. Solo quiero pensar en un futuro feliz dando belleza al paisaje y sirviendo para otros menesteres con la dedicación y la entrega de siempre.
¡¡QUE LOS VIENTOS DEL FUTURO NOS SEAN FAVORABLES!!






LAS CARTAS

El amanecer me arrojo a ese duermevela en el que confunden la realidad con los sueños. Había dormido poco. En la soledad de la noche lo había decidido, un año de dudas, vacilaciones… Ayer recibí su última carta en la que me decía la dirección que tantas veces le había rogado. Teníamos que conocernos para saber si era verdad ese amor que se manifestaba romántico, exultante, apasionado, completo.
Todo había comenzado las Navidades pasadas. Cuando recibí su primera carta no sabía si tomarla en serio, ya en la mitad de mi vida había alguien que se interesaba por mí y me pedía amistad, me parecía increíble. Cuando era joven y lo necesitaba no llego, los pocos candidatos no llenaban las expectativas de mis fantasías, llevándome de la mano por mares escondidos donde descubriríamos el gran secreto de la vida, el amor total de aceptación y de entrega.
Por curiosidad conteste la primera carta, en la que me decía que su nombre era Lucas, de edad próxima a la mía, y su deseo era que mantuviésemos correspondencia como amigos. Lo que más me intrigo fue  que en la era de las redes sociales y otros medios modernos de comunicación, hubiera escogido precisamente ese tan antiguo, Al preguntárselo, meses después, me dijo que allí era donde verdaderamente podía descargar su alma, revelar sus más íntimos deseos y sobre todo volver a disfrutar de momentos inolvidables releyendo las mías.
Las cartas llegaban regularmente todas las semanas salvo, y esto era lo más intrigante, desaparecían por un tiempo para volver a iniciar la correspondencia donde se dejo la última vez. Yo preguntaba, pero él no respondía. Con el paso del tiempo las cartas se hicieron más intimas, describiendo situaciones imaginarias de amaneceres juntos en una playa cogidos de la mano en esa hora en que los grises dan paso a la explosión del color. Así veía él nuestra relación, empezó en amistad y surgió un amor profundo, romántico, compartido. Navegaríamos juntos por la vida y sus cartas al fin me llevaron por mares escondidos y aventuras amorosas insospechadas. Le abrí mi alma como nunca lo había hecho. Por eso teníamos que conocernos para que todas esas fantasías se realizaran.
La dirección era de una ciudad cercana y al llegar me sorprendió que fuera una residencia, pero ya estaba allí y descubriría la verdad.
Le enseñe la carta a una cuidadora y me sorprendió cuando dijo: Usted es Lucia ¿verdad? Lucas hoy no tiene un buen día, no le va a conocer. De su mente se borran días, semanas y luego vuelve sin acordarse del tiempo perdido. En los días buenos es cuando le escribe las cartas que yo llevo al correo. Es un hombre maravilloso y está muy enamorado de usted.
Tuve que sentarme para no caer. Me llevo hasta Lucas, al verme sonrió pero en sus ojos solo había un vacio insondable. Su aspecto era bueno y no había mentido sobre su edad.
Me quede toda la tarde, le cogí la mano. Yo hablaba y hablaba de todo el amor que me había entregado en sus maravillosas cartas y que consiguieron despertar en mi algo que creía ya muerto. Sabía que no me entendía pero me daba igual, allí estaba Lucas escuchándome, cogiéndome la mano con una caricia cálida y entrañable
A partir de entonces iba a verlo con mucha frecuencia tanto si me conocía como si no, seguíamos escribiéndonos y juntos volábamos a esos sitios maravillosos que existían en nuestros corazones, cumpliéndose así un verso que me escribió una vez; Afluentes de tus ríos serán mis ríos  y como esas aguas ya no nos separamos nunca.



UN ABETO AFORTUNADO

Me gusta el frio y el agua, la tierra siempre bien mullida. No soy tan alto como mis hermanos, pero creo que me venderán bien. Soy un abeto, Si, un abeto de esos que ponen las familias en el salón por Navidad, con guirnaldas, luces de colores y la ilusión de los regalos a mis pies.
Por lo que he oído,  me gustaría ir a una casa con niños, sería maravilloso cuando rozaran mis hojas al ponerme los adornos y ¡como discutirían, queriendo poner la bola más alta! Me gustan los niños, cuando vienen con sus padres al vivero, me muevo disimuladamente y les digo muy bajito cuando se acercan:” Llevadme a mí “, podréis jugar conmigo y no me moriré pronto. Soy joven, creo que tengo 2 años desde que estuve en el primer plantel, mis recuerdos de esa época son confusos, pero creo que eso les pasa también a los humanos, la infancia la recuerdan como a través de una bruma.
Eso me han dicho mis hermanos mayores, los que nunca han salido de aquí, saben muchas cosas, son muchos años sin moverse del sitio. ¡Ay! si yo pudiera corres, me iría detrás de esa familia, la del niño con el jersey a rallas, lleva una gorrita que ha quedado atrapada entre mis ramas y no se ha disgustado, volvió a recogerla y me hizo una caricia en el tronco.
¡Nos gustan mucho las caricias!¡ Y los humanos tiene tan poco tiempo!
José, el encargado del vivero, si nos habla, le encanta su trabajo, somos como sus hijos,  nos cuida con cariño, nos ve crecer y procura que todos estemos sanos y sin parásitos. Esos bichos desagradables, que se comen nuestras hojas y ponen sus huevos en nuestro tronco hasta que nos morimos.
Pero a mi no me va a pasar eso, uno de estos días saldré de aquí para hacer feliz a una familia. Soy algo muy importante en la Navidad.
Ha caído la noche  sobre el techo de plástico del vivero, se han apagado las luces, todo es silencio. Este es el momento  en que mis hermanos y yo nos comunicamos haciendo mover nuestras ramas y silbando con el viento que se cuela entre las juntas del plástico.
Esta noche me he enterado de una cosa horrible. Uno de mis hermanos, uno muy grande (habrá que hacerle un agujero al techo, para que asome la copa dentro de poco) y también muy gruñón, dice que está feliz de que no lo hayan comprado nunca. Al principio creí que hablaba así por envidia, pero lo que nos conto, nos dejo con las ramas caídas.
Dice que solo somos un juguete más de estas fiestas, que no se dan cuenta de que estamos vivos. Importantes, si, pero cuando terminan, la mayoría de nosotros acaba en un vertedero de basura, como cualquier trasto viejo e inútil.
Aunque lo diga el más sabio de mis hermanos, no me lo puedo creer.¿ No aprecian las personas lo beneficiosas que somos para ellas?
Yo no quiero ir a un basurero. Mañana cuando vengan los clientes, me hare el mustio, bajare mis ramas, como si estuviera enfermo, me quedare quietecito y ni siquiera me miraran.
Desde bien temprano hay un lio terrible en el vivero, faltan solo dos días para la Navidad y  todo el mundo quiere tener un árbol en el salón.
Pero ¡Oh, no! Una niña se acerca corriendo hacia mí, me toca,  acaricia mis ramas y grita: mama, mama ¡este es el que me gusta!
Me echo a temblar, todos mis esfuerzos inútiles, acabare en un vertedero.
Me llevan a su casa en una furgoneta grande y abierta.
Ya hemos llegado, no quiero mirar, será un piso pequeño y pondrán la calefacción a tope ¡Me asfixiare!  Levanto mis hojas poco a poco y ¡Que veo! Un bonito jardín en el que hay otros árboles
Mientras el padre hace un hoyo en el centro, la niña da saltitos a mi alrededor. Es precioso, ¿verdad papa? Lo  he escogido yo,¿ Podemos adornarlo hoy?
Estoy feliz, tranquilo, no acabare en el vertedero, como otros de mis pobres hermanos, envejeceré viendo crecer a esta niña a la que le debo la vida.