LOS
PACIENTES DEL Dr. GARCIA
En la
puerta del primer piso de aquel pueblo perdido entre montañas, solo ponía Dr.
García, en una placa de metal ovalada que le daba gran prestancia a la puerta
bastante deteriorada por el paso del tiempo y los pocos arreglos.
El
hubiera preferido un bajo, para comodidad de sus pacientes, pero en el pueblo
todos estaban ocupados por negocios familiares. Precisamente en su bajo había
una panadería que le daba un calorcito muy agradable en las noches frías pero
también bastantes disgustos con los propietarios a causa de sus pacientes.
El Dr.
García terminó la carrera pronto y, como es natural, empezó a ejercer con una
gran ilusión hasta que una mala experiencia con un paciente enfurecido, que le
dio una terrible patada en “salva sea la parte”, lo dejó traumatizado y algo
más por muchos años.
Como he
dicho, con los vecinos del bajo todo eran problemas. Se quejaban de los ruidos
y el jaleo que armaban los pacientes por la escalera y no solo ellos, también
sus acompañantes hablándoles a gritos y de forma soez, parecía mentira que los
tuvieran a su cargo y nadie les reprendiera su conducta.
Los
panaderos también murmuraban de lo poco aseados
que iban los pacientes, el mal olor se metía por las rendijas y temían
que estropeara el pan, también estaba la
suciedad que dejaban en la escalera y que el Dr. García, presuroso, limpiaba.
Venían
a llamarlo a cualquier hora del día o de la noche, solo estaba él para
atenderlos en muchas millas a la redonda. Entonces era mucho peor, tenía que
desplazarse hasta donde ellos estaban y los pacientes, al estar en su hábitat,
eran aun más agresivos.
El
pobre Dr. García era de baja estatura y redondo como un tonelito, eso le
dificultaba algunas veces llegar al sitio donde tenían el mal sus pacientes, en
esos casos se subía a un taburete, con lo cual perdía mucho su imagen y su
dignidad. Un día, uno de ellos le dio un golpe seco al escabel cayendo el pobre
Dr. al suelo y dándose un buen coscorrón, todo esto en medio de las risas y
chuflas del acompañante.
Fue
entonces cuando tomó la decisión. Debajo de la placa de metal que había en la
puerta puso el siguiente letrero: Solo se pasará consulta a los pacientes que
midan menos de medio metro.
La
clientela descendió de tal manera que tuvo que trasladarse a probar suerte en
otro pueblo.
Ah, se
me había olvidado decir que el Dr. García era Veterinario.
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