sábado, 23 de abril de 2022

 

                          LA TRAMPA

 

Estoy a punto de morir o de pasarme años en la cárcel sin culpa alguna.

Cuando mi jefe aquella mañana, se acercó sonriente a mi despacho creí que iba a anunciarme que había conseguido el puesto. Pero no, me dio un poco de coba, lo tuyo se está estudiando, estoy seguro de que arriba valorarán tu trabajo etc... Ya estaba en la puerta cuando se volvió hacia mí y como si fuera un asunto sin importancia me preguntó si el fin de semana podía acercarme a su casa de la sierra para llevarle a su mujer un paquete que había olvidado. El tenía un viaje de negocios esos días. Pensé en mi ascenso y no pregunté más. Me dio el paquete y salió de mi despacho.

 Tenía que haber sospechado algo, pero mi candidez no tiene límites. De haberlo sabido antes le iba a llevar el paquete su “santa” madre.

Y aquí estoy en medio de un fuego cruzado entre la guardia civil y unos tipos que  quieren que se lo entregue. Mi jefe me denunció para distraer la atención de un alijo más grande.

Si salgo de esta, juro que nunca más haré la pelota a nadie.

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