jueves, 26 de mayo de 2022

       Relato premiado por la asociación UMAY   Mayo 2022

AMOR EN LA NUBE

                                                             Autor: Viento de Levante

Se quedó pensativa mirando la imagen que en ese momento le devolvía el espejo. Estaba terminando de maquillarse. Se detuvo y preguntó al vacío: ¿Qué has hecho? ¿Cómo has llegado a dar este paso? Esa noche era la culminación de un año de sentimientos encontrados, de querer seguir con esa locura y a la vez odiar su conducta. Ya no era dueña de sus actos.

Todo empezó un día cuando al salir de la oficina y yendo a tomar una copa con sus compañeros, estos entre bromas y veras le reprocharon la poca vida social que llevaba. Siempre se iba a casa sola y los fines de semana apenas salía. Un poco nerviosa contestó: No os preocupéis porque, aunque los cuarenta ya no los cumpla, tengo mucho amor por dar y muchas ilusiones por vivir. No, no me voy a quedar sola.

Una de sus amigas, con la mejor intención, le dijo: ¿Por qué no entras en internet a esos sitios donde se conoce gente? Y ¡Quién sabe! igual te está esperando…Todos rieron de buena gana.

De camino a casa la idea no se le iba de la cabeza. Pensó que se puede mentir a una máquina pero... No había llegado al portal y ya lo había decidido: De acuerdo, lo haré, pero solamente una vez y por curiosidad. Yo no me voy a “enganchar”, prefiero el contacto humano, la carcajada espontánea, el abrazo… ¡Cómo se equivocó! A partir de esa noche su mayor deseo, que le impedía pensar con lógica, era llegar a casa cuanto antes para conectarse.

Había encontrado un amigo tan solitario como ella o al menos eso decía, porque a una máquina se le pueden decir tantas cosas… Poco a poco fueron abriendo sus almas, conociéndose, eso también es más fácil cuando no tienes enfrente a una persona que te puede juzgar por tus gestos, tus tonos de voz, la forma de entornar los ojos, de ladear la cabeza cuando dudas etc.

Por eso nunca quiso ver la imagen de su amigo para no decepcionarse, solo los correos le bastaban, ya habría tiempo, ahora tenía ilusión, no quería fracasos.

En los últimos meses había llegado al colmo de la locura. Los sábados por la noche se arreglaba como si fuera a salir, ponía sobre la mesa el mantel de hilo, la vajilla y las copas que nunca usaba, todo doble pues su acompañante era la máquina. Mientras degustaba una exquisita cena regada con un buen vino, escribía a su amante virtual diciéndole lo feliz que se sentía.

Pero no era así, eso ya no le bastaba, por fin la semana anterior se había decidido a dar el gran paso, le pidió una cita para el sábado.

Cuando lo vio entrar al restaurante empezó a temblar y unas lágrimas asomaron a sus ojos al reconocer a su vecino, ese señor tan educado que siempre la saludaba abriéndole la puerta y dirigiéndole unas miradas extrañas que ella no acertaba descifrar.

Azorados los dos rieron. Tú lo sabías ¿Verdad? Aquella tarde en el vestíbulo del edificio yo se lo contaba a una amiga y tú al entrar te entretuviste con el ascensor. Seguro que me escuchaste, le dijo ella.

Sintieron que habían perdido un año de sus vidas. Dos soledades tan cerca y solo conectadas por un cable, no por miradas, caricias, abrazos... Todo salió bien pero aprendió la lección. El contacto físico nunca es superado por las frías teclas de un ordenador. El calor del amor o de la amistad no traspasa la pantalla.

1 comentario:

  1. Es recurrente que comiences los relatos con un espejo. Es bonito a la vez que inquietante. Por lo demás, toda relación que conmueva y emocione, aunque sea virtual, es de agradecer... y nunca se sabe a dónde te puede llevar...

    ResponderEliminar