INCIDENTE
EN EL ZOO
NOTICIA
DEL DIARIO NOVEDADES
Esta
mañana cuando empezaban a llegar los trabajadores al nuevo Zoo, cuya
inauguración era hoy, se ha encontrado el cadáver de un hombre con una
expresión de terror como si hubiera estado en el mismísimo infierno.
Y que
lo digan. El que habla ahora soy yo, Manolo el “mañicas”, un raterillo de poca monta que nunca tuvo suerte
en la vida y mira por donde voy a ser famoso con mi muerte.
Todo lo
referente al Zoo era un secreto, nadie sabía qué tramaban dentro, pero la
ciudad estaba contenta pues atraería a muchos turistas. Los animales enjaulados
y tristes son una poderosa llamada.
Pues
pasó que cuando oscurecía me colé por una trampilla medio oculta en la alta valla
que impedía ver el interior. Allí tenía que haber material del bueno para
venderle a mi compadre y sacarme unos euros. Se acerca la Navidad y en mi casa
estamos a dos velas en el verdadero sentido de la palabra.
Ya
estaba dentro, la oscuridad era total, encendí mi linterna y lo que alcanzaba a
ver ¡¡Estaba todo vacio!! Pero qué engaño era este? ¿Donde estaban las jaulas?
¿Dónde los animales? Seguro que los tendrían en algunos corrales sacándolos en
el momento de la inauguración para que el impacto fuera mayor. Eso pensaba yo.
Pasé un
buen rato dando vueltas, ya me iba cuando con gran estruendo oí echar los
cerrojos, asustado corrí hacia la trampilla y también estaba sellada. Y ahí
comenzó el infierno.
Luces
que se encendían y se apagaban, sonidos de animales cada vez más cerca de mí.
El suelo se transformó en algo pastoso por el que sentí deslizarse serpientes,
las iluminaba con mi linterna y aparecían más. Salí corriendo de allí y tropecé
con una tela de araña cuyos habitantes, molestos por el golpe, se apropiaron de
todo mi cuerpo, eran asquerosas, no podía quitármelas de encima. De mi boca ya
no salían gritos de socorro sino alaridos de terror. Me arrastraba por el suelo
cuando un rugido espantoso sonó cerca de mi oído, eran varios leones que me
rodeaban. Me quedé muy quieto, como dicen en las películas y pasaron por mi
lado sin rozarme siquiera. Mi corazón iba ya a mil por hora tenía que encontrar
la salida. Corrí y en mi aturdimiento caí a un lago, aquello parecía agua pero
no lo era, me atrapaba, fui hundiéndome hasta que mis pies tropezaron con una
cosa dura que se movía con rapidez, tenía delante de mí un cocodrilo enorme,
abrió la boca y ya me sentía triturado por esos enormes dientes, cuando, sin
motivo, la cerró y desapareció. Para entonces ya no era una persona sino una
piltrafa humana.
De
pronto una voz que parecía de ultratumba dijo: ¿No tienes aun bastante? Pues
esto no es nada, prepárate para lo peor que te puedas imaginar.
Mi
imaginación era muy grande. Un terror inmenso me impedía pensar, entonces algo
cayó sobre mí que me hizo perder el sentido y ya no volví a despertar.
No quiero irme del todo sin saber que pasó en
realidad. Sigo leyendo la noticia y descubro que yo tenía razón, allí no había
nada.
Esa
noche estaban haciendo las últimas pruebas del novedoso Zoo virtual en el que
siente el mismo terror que si estuvieras rodeado y te fueran a atacar animales
reales, eso decía la publicidad,
Me voy con tristeza sabiendo que soy un
mártir de “Las avanzadas tecnologías”
que a mí tanto me gustaban.
Muy original. Final inesperado.
ResponderEliminarAyer precisamente mi nieto celebró su cumpleaños llevando a sus amigos a un escenario con gafas de realidad virtual y lo pasaron genial. Se te perdona el "salto práctico" de conseguir que se zambulla en la realidad virtual sin necesitar el aditamento de las gafas. Todo llegará... Parecía que Manolo soñaba, pero su miedo era muy real.
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