martes, 12 de septiembre de 2023

LAS DUDAS DEL HÉROE

 ESTE RELATO HA PARTICIPADO EN EL CONCURSO DE CARTAGINESES Y ROMANOS 2023

LAS DUDAS DEL HÉROE

 

Tenía que salir de la ciudad, demasiados consejos, demasiados amigos a favor y en contra, hasta su esposa  Himilce se había opuesto a la expedición para la conquista de Roma. Tenía muchas dudas, el héroe se sentía inseguro. Si ganaban sería un gran paso en la historia, pero una derrota supondría un duro revés para Cartago y su rendición sin condiciones.

Era el atardecer, la hora más bonita de esa ciudad que con buen criterio Asdrubal y Almircar habían pensado para capital de Iberia, le llamarían Qart Hadasht.

Sin darse cuenta sus pasos lo llevaron a la colina donde soldados vigilaban los corrales de los elefantes, caballos y demás animales preparados para la batalla. Acarició a uno de ellos ¿Serian capaces esos nobles animales de superar las murallas de tierra y roca, con nieves perpetuas, que eran las montañas de los Alpes?

Le habían comentado sus espías, mandados de avanzadilla, que en el deshielo, los mosquitos y otros insectos eran tan abundantes y agresivos que algunos hombres y no pocos animales se volvían locos tirándose por los precipicios.

Cogió una estera y cubriéndose con su manto, se recostó con la mirada fija en el cielo estrellado. Soñaba con estar ya de vuelta. Odiaba las montañas, pero por mar hubieran sido derrotados por la poderosa flota romana. Tenía que intentarlo, aunque le faltaran apoyos. Allí entre los animales se sentía tranquilo, confiaba en la victoria. No la quería para dominar territorios, cambiar sus costumbres, su modo de vida, hacerlos como ellos, no, ese no era su fin, ellos eran comerciantes y necesitaban otros pueblos amigos con los que intercambiar productos. Ese era el ideal de Cartago, pueblos libres, amigos, comerciando con ellos. Lo habían hecho en Iberia y había funcionado.

Se olía a cuero húmedo, cenizas y brasas, excrementos de animales olores conocidos, como el calor y la sed en las campañas.

A él le gustaba el mar, sentarse cerca, hacerle preguntas, pensar en la batalla, beber vino, zambullirse el él, olor a algas, balanceo del barco, amplitud sin fronteras.

Al contrario pensaba que las montañas eran cárceles altas y frías, paredes de calabozos y a su pesar allí se dirigía.

Se levantó y miró el mar, recordó la primera vez que vio la ciudad de Mastia, la bahía en forma de hoz con sus dos cabos en el mar, frente al extremo sur, aun dentro de sus aguas, se levantaba una gran isla, era un espectáculo maravilloso sobre todo los atardeceres, cuando el sol rojo teñía de sangre el mar. Harían pactos con sus pobladores, llegarían como amigos y como pensó Asdrúbal, sería la mejor capital cartaginesa en Iberia.

Recordaba su vida, se había educado en el campo de batalla acompañando a su padre Almircar desde los 9 años en la campaña de Iberia. Tenía 26 años cuando recibió el mando supremo del ejército cartaginés, al morir asesinado su tío Asdrubal y ahora uno de los más grandes estrategas que iba a tener  la historia, el único que podía ser capaz de vencer a los romanos, dudaba.

Recordaba los juegos de guerra con su hermano Asdrubal, dos años mayor que él, lo recordaba  simpático, tranquilo, casi soñador. El, al contrario, era pura energía, sus ojos oscuros brillaban al lanzarse sobre sus estatuillas de madera, soldaditos de colores con armas y equipo. Tenían también elefantes de guerra con torrecillas para los arqueros y agujas que hacían de lanzas debajo de los colmillos. Sus estrategias siempre daban resultado. Cuando se paraba a pensar, mordiéndose el labio inferior, sus amigos daban por perdida la batalla antes de librarse.

El viento nocturno lo devolvió a la realidad trayéndole de la ciudad un torrente de olores, ajo, asado, vino, olores familiares, olores de paz y pensó en Himilce, su querida esposa, bella, dulce, inteligente. Fue la suya una historia de guerra, diplomacia y amor por ese orden.

Todo empezó con la muerte de Asdrúbal, los cartagineses tenían un pacto de no agresión con los lideres ibéricos, pero al asumir Aníbal el mando pensaron que quizás no continuaría con el tratado y pidieron protección al rey de Cástulo, Himílce era su  hija y acepto desposarse con él para hacer firme los pactos con todos y cada uno de los lideres ibéricos.

Se evitó la guerra, gano la diplomacia y cosa rara en estos tratos, ganó también el amor. Se amaban mucho más de lo que ellos mismos pensaban. De los negros ojos de Anibal salía fuego cuando la tenía cerca y ella lo adoraba, era su héroe, cariñoso, amable, tierno. Todo lo contrario de la idea que se había formado del famoso estratega cartaginés, le suplicó acompañarlo en la campaña contra Roma, porque el mundo no tenía sentido sin él, sin esas noches de descanso, conversaciones en voz queda y amor.

Volvieron a su mente los negros pensamientos. Tenían un hijo, si era derrotado los romanos venderían  como esclavos a las dos personas que más quería  o los llevarían a Roma para mostrarlos como trofeos en sus grandes desfiles de la Victoria.

Recordó la promesa que le hizo su amigo Antígono de embarcarlos hacia Cartago si le llegaban noticias adversas de la campaña.  Le dolía el alma pensando dejar a la mujer, al hijo, y a Qarthadasht tan desprotegidos, Magón era un buen estratega pero ¿Estaría a la altura del enemigo que había demostrado ser hábil y astuto en muchas ocasiones?

Dejaba pocos hombres solo 1000 soldados y 2000 civiles armados. Confiaba en las murallas altas, duras, majestuosas, inexpugnables por mar. Eso lo tranquilizaba.

Saldrían al amanecer, todo estaba preparado, habían sido muchos meses concertando alianzas, buscando rutas seguras, no era el momento de desfallecer.

Se había cerrado la noche, volvía despacio a la ciudad, un viento del sur  le traía recuerdos de su amada Cartago y susurraba en sus oídos: VICTORIA.

 

 

 

 

 

 

 

1 comentario:

  1. Comprendo las dudas del protagonista y además me he hecho un lío con Asdrúbal, tío y hermano mayor a la vez. Me imagino a los elefantes mirando a Aníbal y pensando "la que nos va a montar este HÉROE". Interesante propuesta para el concurso Cartaginés

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