domingo, 12 de mayo de 2019


                                
                     
                BARQUITO DE PAPEL
SIN NOMBRE, SIN PATRÓN
Y SIN BANDERA
NAVEGANDO SIN TIMÓN
DONDE LA CORRIENTE QUIERA



 Lucía miraba a su alrededor intentando encontrar la causa de la tormenta que se había desatado en su cabeza, haría cosa de un año.
Antes de ese momento su vida era tranquila, rutinaria, ayudando a su padre a catalogar los libros antiguos que encontraban en las librerías y también cualquier objeto interesante que hubiera en los almacenes del rastro, al que visitaban puntualmente cada domingo.
Pero ahora allí estaba ella, en su habitación preferida, el despacho de su padre, rodeada de todas las cosas que antes la habían hecho tan feliz.
Había miniaturas, cuadros, daguerrotipos, jarrones en apariencia orientales, pero sobre todo barcos, pequeños barquitos de madera, hechos con todo cariño y detalle por esos armadores aficionados  con muchos ratos libres.
Allí estaban los veleros con sus nombres y todo el velamen desplegado como si quisieran  que un fuerte soplo de viento los sacara de su urna de cristal.
También había pequeños barcos de pescadores, con pececillos plateados en el fondo de las redes.
Barcos  de vapor, que cruzaban los grandes ríos, juncos chinos, grandes vapores trasatlánticos.
En fin, una verdadera maravilla de colección.
Había sacrificado su vida por todo aquello, pero antes no le importaba, es mas disfrutaba con su trabajo sin pensar que ella también podía volar hacia esos países de donde provenían los objetos, o navegar en los hermanos mayores de esos veleros, sin rumbo, en plena libertad. Eso era lo que más le atraía, el mar, los espacios abiertos, no saber en qué puerto se encontraría mañana, no tener nada controlado, fuera rutinas y miedos.
Poco a poco, en este año transcurrido desde el ataque al corazón de su padre, se dio cuenta de que esos miedos, esas rutinas, no eran suyas. Ella deseaba volar, saber que había más allá y así empezar a descubrirse a encontrar su verdadera personalidad.
Esa tarde sentada en el sillón de su padre, le vino a la memoria una canción infantil que le cantaba su abuela, era un pequeño poema que decía así:





Con la mitad de un periódico
Hice un barco de papel
Y en la puerta de mi casa
Lo hice navegar muy bien
Mi hermana, con su abanico
Sopla y sopla sobre él
¡Muy buen viaje barquichuelo de papel!
Eso terminó de decidirla, sería como ese barquichuelo de papel, navegaría sin rumbo, libre para pensar, desear e intentar ser feliz. Sería verdaderamente ella.

1 comentario:

  1. Lo que más me gusta de este pequeño relato es que con tan pocas pslabras puedo imaginarme a Lucía

    ResponderEliminar