sábado, 11 de mayo de 2019


AL RITMO DE CHA –CHA-CHA


Al ritmo de cha cha cha … entro en aquel bar bullanguero de ciudad mediterránea, en ese puerto abierto a tantas culturas y a tantos navegantes que, unos buscando fortuna y otros solo aventura habían fondeado en él sus naves desde hacía muchos siglos.
Lo que él buscaba  no era tan importante,  una noche iban a estar en ese puerto y solo le interesaba la gran partida. La partida de Póker, famosa entre todos los marineros, que se desarrollaba  en ese bar. Y lo que la hacía aun más interesante, era ella, “La reina”, una mujer misteriosa que jugaba como los propios ángeles, (si es que estos  saben jugar  al Póker).Le  habían hablado tanto de su belleza, su actitud distante y fría, que estaba deseando verla, sentarse a la mesa  y sobre el tapete verde medirse con ella.
El bar era como tantos bares de puerto, no muy limpio, bastantes moscas, ruido de juramentos y gritos en las diversas partidas, mucho humo y en la barra del mostrador acodados algunos clientes contando sus ganancias, o escuchando las andanzas, que algunos fanfarroneaban al tener a la clientela medio sumida en los vapores del alcohol.
La vieja pianola seguía desgranando las notas de un Cha –Cha-Cha.
Recorrió con la mirada el local  y allí al fondo la vio. Vio “La gran partida”. No parecía pertenecer a este mundo, los jugadores estaban como metidos en una burbuja, ajenos por completo al estruendo que los rodeaba.
Se acerco como un sonámbulo, solo tenía ojos para ella, miro sus manos, manos que sabían acariciar las cartas, y que eran promesas de otras caricias. De pronto, “La reina”, levanto hacia el su mirada, verde, antigua, de serpiente que se enrosca en el corazón de los hombres y los lleva a la perdición.
Pero no le importo, estaba allí y jugaría.
Pasaban las horas y él iba perdiendo todo su dinero, hasta que quedo claro porque la llamaban “La reina del Póker”.
Se levanto, hizo una pequeña reverencia y se fue a la barra, allí pidió una bebida típica de la ciudad: “Carajillo” le dijeron que se llamaba. Entraba bien, pero necesitaría más de una,  para asumir su frustración.
Había fracasado, una mujer le había ganado, lo había embrujado y sintió que tenía que asumir esa derrota, cederle el triunfo, agachar la cabeza y seguir su camino.
Al salir del bar, oyó una voz a su espalda, era una voz de sirena, como las de aquellas que se apoderaron del alma de Ulises: Marinero, ¿quieres pasar el resto de la noche conmigo? El no lo dudo y se fue con ella, con la” Reina” a conocer el secreto de sus extraños ojos verdes, y de sus manos largas y acariciadoras.

Fue la mejor noche, El mejor puerto  y la mejor experiencia en su ya dilatada vida.


MILAGROS MARQUEZ



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