miércoles, 18 de enero de 2023

LOS LIBROS

 

LOS LIBROS

 

El hombre mayor de pelo blanco y paso cansado, llevaba esposadas las manos, la cabeza alta y el abrigo de paño oscuro con el que se cubría había pasado de moda hacía mucho tiempo, ahora hombres y robots vestían el mismo uniforme de colores chillones con la insignia que hacía referencia a su trabajo bien visible en el centro del pecho.

Ya faltaba poco para la sala donde tenía que celebrarse el juicio, este había creado  mucha expectación pues los informativos de la única cadena de TV y la red social mundial, llevaban semanas hablando machaconamente de él.

Iba a ser un juicio por rebeldía, por saltarse las normas establecidas y no aceptar el pensamiento único que les había sido dado y consensuado entre hombres y máquinas de todo el mundo.

Llegaron a la sala. El juez, humano, estaba en lo alto del estrado y más abajo los robots que memorizarían todo lo que allí se iba a decir. El fiscal era un androide de rasgos perfectos y sonrisa que inspiraba confianza. El anciano por el contrario, había elegido para su defensa a un humano casi tan mayor como él pensando, que podría entender mejor los motivos que le habían llevado a esa situación.

Empezó la exposición del fiscal.

Señorías: A este hombre despreciable se le acusa de tener en su poder   LIBROS y señalo un paquete que había en su mesa envuelto en algo transparente en el que se podían leer algunos nombres: Cervantes, Shakespeare, Las mil y una noche, Platón, La Divina Comedia, entre otros y siguió diciendo el fiscal: todos libros subversivos y prohibidos por desviarse del pensamiento único. La creatividad siempre ha sido mala para los humanos, los ha enfrentado a unos contra otros, se han hecho guerras por ideas o por intereses económicos que favorecían solo a unos cuantos. ¿Pero la idea ganadora era la mejor? No, Era la más fuerte, la más poderosa y con mejores medios para llevarla a cabo. El pensamiento único acabo con todo esto. ¡Alabado sea!

A continuación el fiscal subió al estrado a una anciana que aseguro haber visto al acusado en su juventud,  entrando en esos antros ya desaparecidos de maldad y desinformación llamados librerías y bibliotecas. Tanto le costó decir esas dos palabras que tuvieron que darle un vaso de agua para qué se tranquilizara.

El defensor hizo lo que pudo, quedándose dentro de lo políticamente correcto sin señalarse mucho, sabiendo que el juicio estaba perdido de antemano.

El jurado dictó su fallo: CULPABLE.

El juez muy serio golpeo con el mazo dando por terminada la sesión, mientras arrugaba con tristeza un papel que llevaba en el bolsillo de su chaqueta y que decía así:

“Con esto poco a poco llegué al puerto a quien los de Cartago dieron nombre….

Lo había aprendido de pequeño y como él muchos otros leían a escondidas. No se perdería la cultura ni la diversidad de pensamientos con que la humanidad había ido enriqueciéndose a lo largo de tantos siglos, tendrían que tener paciencia, pero el ingenio, la creatividad, la imaginación, en resumen el pensamiento individual del ser humano no podría ser doblegado por esos nuevos tiranos.

 

 

 

2 comentarios:

  1. Futurista y espeluznante relato que, a pesar de ello, deja puerta abierta a la esperanza .... digno de "Fahrenheit 451 o Mad Max"

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  2. Relato distópico al estilo de 1984 de Orwell. Desgraciadamente, la cultura de la cancelacion ya nos está dejando pinceladas del pensamiento único en nuestro día a día. El veredicto del jurado era previsible, no así la reacción del juez. Y el guiño a Cartagena, lo mejor de todo :-) Me ha gustado mucho.

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