martes, 18 de julio de 2023

LA GÁRGOLA

 

LA GÁRGOLA

 

¿Por qué me dio tanto miedo esa gárgola? Era una de las muchas que ponían en la Edad Media en las iglesias y catedrales para amedrentar a los espíritus simples de entonces. ¿Por qué no podía dejar de mirarla?

El viaje estaba siendo un desastre, dos compañeros habían enfermado por algo que comieron y los habían dejado en un hospital, nombre demasiado pretencioso para aquel sitio, yo creo que allí solo había Alcohol, esparadrapo y vendas, eso con suerte. La agencia de viajes les prometió abonarles los costes del mantenimiento y transporte para volver.

Pero el que de verdad me daba miedo, un miedo raro, porque no tenía sentido, era el guía. Cuando cambiamos de país, cambiamos también de guía y todo empezó a ir mal. Igual son aprensiones mías por lo seco y antipático que es, cuando le formulo alguna pregunta, me fulmina con la mirada y sale con contestaciones que nada vienen al caso.

Estamos ahora en una pequeña región casi olvidada del centro de Europa. Esta mañana ha cambiado el programa y ha decidido que teníamos que ver una iglesia gótica, en medio de la nada, una iglesia templaría.

Y aquí estábamos los seis que quedábamos en el viaje, dos compañeros no quisieron cambiar de país y se fueron directamente al suyo.

Yo pienso que el viaje esta gafado y ahora esa gárgola mirándome fijamente. Representa a una serpiente que rodea presionando un rostro de mujer, con la boca abierta y los ojos suplicantes. La cara de la serpiente es casi humana, sobre todo los ojos que brillan con el sol de la tarde.

El guía nos dijo que nos pusiéramos en circulo y uniéramos nuestras manos, entonces empezaron a recitar una especie de mantra y el suelo se hundió a nuestros pies.  Llegamos casi rodando a una habitación iluminada en cuyo centro había una gran mesa de piedra. De pronto me di cuenta que yo era la única que no conocía lo que recitaban ¡Todos eran de la misma secta, o lo que fuera! Y yo, tonta de mí iba a ser la víctima propiciatoria.

Me entro pánico, casi no podía respirar, sobre todo cuando vi porque me atraían los ojos de la gárgola, eran ojos humanos de un hombre con una túnica blanca, que me miraba y sonreía. Todos se habían puesto la misma túnica y seguían cantando el dichoso mantra, aún no me había entrado el miedo verdadero. Esto no podía estar pasando, tenía que ser una atracción más del viaje. Cuanto más miedo pasas más pagas.

¿Por qué no me fui con los últimos compañeros? Mi cabezonería de llegar siempre al final en todo, tenia consecuencias y esta no iba a ser divertida en absoluto.

Empecé a temblar cuando me acostaron en la mesa y atándome con unas correas seguían cantando a mí alrededor. La música y el humo que salía de un rincón me adormecían. Levante los ojos al techo de   donde pendía con unas gruesas cadenas  una piedra con pinchos, en medio del sopor oía en la lejanía el ruido del engranaje. De pronto la piedra cayó pesadamente sobre mí. Retire con un manotazo a Pirracas mi gato que se afilaba las uñas en mi camisón, dándole gracias interiormente por haberme despertado.

Lo había decidido, no iría a ese viaje en el que prometían experiencias terribles y miedo infinito hasta la locura. Locos están los que se prestan a ellos.

 Yo me iré tranquilamente a pasear por las calles de Paris, estaré en la plaza de la guillotina, pero sabiendo que el TERROR pasó ya hace varios siglos.

1 comentario: