UNA
MALA INTERPRETACIÓN
Y
mucha, muchísima mala leche, que yo no tengo, hacía falta para contener los
exabruptos que me caían encima como una lapidación, si llego a saber para lo
que me quería el jefe no me quito los tapones, hubiera disimulado asintiendo a todo con cara de
tonta, pero creía que era para felicitarme por mi trabajo y eso siempre es
bueno oírlo.
Tuvieron
la culpa los malditos tapones, no resisto el ruido de la oficina y entendí mal
el número, lo marqué sin darme cuenta de que él estaba hablando y a partir de
ese momento tuvo una conversación a tres bandas con su esposa y su amante.
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