EL
CORTEJO
¡Y dale
a enviar ya! Me dijo mi padre al preguntarle ¿Estás seguro? ¡Dale ya a ese
maldito botón! Repitió. El poco tiempo que tenía para verlo lo pasábamos en el
ordenador, siempre necesitaba algo pero lo de hoy era de lo más chocante.
Quería
pedirle una cita a su nueva vecina, podía haber subido al piso y deslizar un
sobre bajo la puerta o decírselo en persona cuando coincidían en el ascensor,
pero pensaba que si no manejaba internet
o las redes no era nadie. Antes era el cigarrillo y la copa, habían cambiado
los métodos del cortejo.
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