LA
PULSERA
Oigo el
ruido del mar por encima de mí, quiero subir y no puedo, los pulmones me arden,
noto una mano que agarra la mía y tira hacia arriba, no respondo al estímulo, solo al clavarme la
pulsera en la muñeca despierto de ese sueño parecido a la muerte.
Esta es
la pesadilla que me ha acompañado toda la vida. En mi sueño me veo joven
intentando salir de mi país en guerra para buscar otros horizontes, un sitio de
paz. He visto matar a toda mi familia y corro hacia la selva. Hasta ahí
recuerdo, después todo se funde en negro y despierto con terror, como si
acabara de ocurrir.
Cuando
me sacaron del mar sin conocimiento, creo que fui con los demás supervivientes
a un hospital, tarde bastante tiempo en recuperarme, preguntaba a todos ¿Quién
me sacó del agua? ¿A quién le debía volver a estar vivo? Nadie sabía
contestar.
Con el alta médica en la mano me encontré
en una ciudad que no conocía y de la que apenas sabía el idioma, pero trabajé
duro, estudiaba por las noches, tuve confianza en la bondad del ser humano y
algunos me ayudaron, como el dueño de la cafetería que necesitaba un camarero
y consiguió los papeles sin tener que recurrir a las mafias.
Pasaron los años terminé mis estudios, encontré trabajo y seguía ayudando los fines de
semana a mi antiguo jefe. No podía olvidar a la persona que me salvó del agua,
todos estos años la he buscado sin éxito, lo que sí recuerdo es la pulsera,
brillante, dorada con una especie de saliente que fue lo que me hizo reaccionar
al sentir el dolor en la muñeca.
Un sábado por la tarde, servía las mesas y la
vi en el brazo de un hombre de edad cercana a la mía, sin saber qué decir después de tantos años nos miramos y al desviar mi vista a la pulsera supe que
era él y que me había reconocido.
Empezamos en ese momento una bonita amistad
que duró hasta su muerte. Cuando cayó enfermo iba todos los días al hospital a
hacerle compañía, hablábamos de nuestras vidas, de lo que supuso para él
salvarme, nunca lo había olvidado y también al principio me busco con todos los
medios a su alcance.
Ahora llevo yo la pulsera gracias a ella
salve la vida y encontré un buen amigo en este país que ya considero mío.