LOS
SONIDOS DE LA VIDA
Estaban sonando las campanadas en el reloj de
la catedral, llegaba tarde a la cita, había tardado demasiado en arreglarme,
también influyó en la demora la música que estaba oyendo, Serrat es siempre una
buena idea, yo la tatareaba a la vez y no me di cuenta de la botellita de
perfume que con ese “clic” característico del cristal se estrello contra el
suelo, llenando la habitación de un delicioso perfume.
Acababa de poner el pie en la calle cuando a
mis espaldas oí la voz enlatada de siempre “Cierra la puerta al salir,
gracias”, sonreí pensando que esa puerta siempre se cierra sola.
El ruido de la ciudad era ensordecedor a esa
hora, coches, sirenas, obras que parecen no tener fin, pero allí fluía la vida
y sus sonidos.
No había acertado con los zapatos, el tacón
era muy fino y el sonido que hacía sobre el asfalto era acompasado como un reloj
de pared y en mi andar rápido las pulseras le hacían de coro.
Crucé la calle y de mi bolso salió el aviso
característico de un whatsApp , dos, tres, no eran importantes, silencié el
teléfono, ya llegaba demasiado tarde.
En un semáforo un perro se acercó a oler mi pierna
y por lo visto no le gustó pues empezó a ladrar de forma agresiva por mucho que
el dueño le gritara que se callara y tirara de la correa, un niño que iba en
silleta se asustó y empezó a llorar, como solo saben hacerlo los niños de
“silleta”, el semáforo parecía que tardaba más que nunca en cambiar.
Por fin llegue a la plaza donde tenía mi
cita, en el suelo de losas grandes de piedra mis tacones hacían un sonido
distinto, yo era la misma y ellos también pero el pavimento le daba un sonido
mucho más profundo, mi amiga al verme arrastro la silla para levantarse
produciendo otro sonido distinto en la misma piedra. El abrazo fue sincero,
hacía tiempo que no nos veíamos y nuestras voces se unieron a las de las
personas que había alrededor, obligándonos a subir el tono para poder oírnos.
Llegó el camarero y pedimos la consumición
que al traerla deparó nuevos sonidos, la del líquido contra el vaso fue fresco,
burbujeante muy diferente del de la cucharilla rozando la taza de café que yo
había pedido.
Pensé en los sonidos que se habían colado en
mi cerebro en ese poco tiempo y los que por cotidianos se me habrían escapado,
no podemos asimilar todo lo que oímos y entonces me di cuenta del ruido que
hacemos al vivir.
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