SOLIDARIDAD
Ya está
aquí, lo conozco, lo distingo entre todos los demás ruidos que surgen de la
calle. Ha llegado el camión y como todas las noches sale del almacén con su
pequeño vehículo para transportar los pales llenos y volver con los vacios.
El “Traca-traca”
de sus ruedas sobre el asfalto es inconfundible y cambia el sonido al pasar a
otra textura de suelo en la puerta del establecimiento.
Casi
siempre va marcha atrás, delante tiene la montaña enorme de cajas con productos
que tendrá que depositar dentro, pero no se equivoca, parece que hubieran
pintado en el suelo las líneas por donde circula. El conductor es joven, lo
maneja bien, con calma, son muchos Kg los que lleva de una vez y podría ocurrir
un accidente ¿Qué pensara de ese trabajo tan monótono que se sabe de memoria?
Son las 11 de la noche, tendrá ganas de terminar, ir a su casa, descansar, los
niños, si los tiene, estarán ya dormidos, solo el beso de buenas noches, la
mujer cariñosa, la cena caliente, pienso que será feliz.
Dentro
del camión hay otra persona que le prepara los palés, algunas veces baja y
hacen una pausa para hablar y por su actitud, no solo de la carga.
La otra
noche oí un sonido distinto, un golpe brutal y gritos que me hicieron asomarme
a la ventana aun abierta, pues el invierno tarda en llegar, y los vi echándose
las manos a la cabeza, se le había caído todo un palé de cestas vacías de fruta,
algunas cayeron sobre un coche que pasaba en ese momento pero la mayoría se
estrellaron sobre el asfalto del único carril libre, los dos empleados se
afanaban en recogerlas para dejar pasar los coches, que ya hacían cola.
Yo
pensé, los cláxones sonaran con rabia como si hubiera fuego y pasar fuera
cuestión de vida o muerte.
Pero
ocurrió un milagro, el hombre que iba en el primer coche bajo para ayudar
dejando su puerta abierta como una señal para los de detrás y en un momento 6 o
7 personas estaban ayudando, sin ruidos desagradables, sin pitos ni palabras
malsonantes.
Me
emocioné pensando que aun tenemos salvación si pensamos un poco en el otro y no
solo en nosotros.
En un
momento el carril quedó libre, todos se daban las manos con gestos que interpreté como: No tiene importancia, le
puede pasar a cualquiera etc.…
Volvieron
a sus coches y siguieron su ruta dejándome la satisfacción de haber contemplado
un hecho cada vez menos frecuente.
El mundo está lleno cada día de pequeños detalles de solidaridad y amor por los demás. Nos intoxican solamente con noticias malas pero cada día la sobreabundancia de bien ahoga al mal. Me gusta mucho un relato que transmita justamente esta idea.
ResponderEliminarPues sí; no siempre reaccionamos como debiéramos, sin darnos cuenta del bien que nos haríamos a nosotros mismos
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