LAS
CARTAS
El
amanecer me arrojo a ese duermevela en el que confunden la realidad con los
sueños. Había dormido poco. En la soledad de la noche lo había decidido, un año
de dudas, vacilaciones… Ayer recibí su última carta en la que me decía la
dirección que tantas veces le había rogado. Teníamos que conocernos para saber
si era verdad ese amor que se manifestaba romántico, exultante, apasionado,
completo.
Todo
había comenzado las Navidades pasadas. Cuando recibí su primera carta no sabía
si tomarla en serio, ya en la mitad de mi vida había alguien que se interesaba
por mí y me pedía amistad, me parecía increíble. Cuando era joven y lo
necesitaba no llego, los pocos candidatos no llenaban las expectativas de mis
fantasías, llevándome de la mano por mares escondidos donde descubriríamos el
gran secreto de la vida, el amor total de aceptación y de entrega.
Por
curiosidad conteste la primera carta, en la que me decía que su nombre era Lucas,
de edad próxima a la mía, y su deseo era que mantuviésemos correspondencia como
amigos. Lo que más me intrigo fue que en
la era de las redes sociales y otros medios modernos de comunicación, hubiera
escogido precisamente ese tan antiguo, Al preguntárselo, meses después, me dijo
que allí era donde verdaderamente podía descargar su alma, revelar sus más
íntimos deseos y sobre todo volver a disfrutar de momentos inolvidables
releyendo las mías.
Las
cartas llegaban regularmente todas las semanas salvo, y esto era lo más
intrigante, desaparecían por un tiempo para volver a iniciar la correspondencia
donde se dejo la última vez. Yo preguntaba, pero él no respondía. Con el paso
del tiempo las cartas se hicieron más intimas, describiendo situaciones
imaginarias de amaneceres juntos en una playa cogidos de la mano en esa hora en
que los grises dan paso a la explosión del color. Así veía él nuestra relación,
empezó en amistad y surgió un amor profundo, romántico, compartido.
Navegaríamos juntos por la vida y sus cartas al fin me llevaron por mares escondidos
y aventuras amorosas insospechadas. Le abrí mi alma como nunca lo había hecho.
Por eso teníamos que conocernos para que todas esas fantasías se realizaran.
La
dirección era de una ciudad cercana y al llegar me sorprendió que fuera una
residencia, pero ya estaba allí y descubriría la verdad.
Le
enseñe la carta a una cuidadora y me sorprendió cuando dijo: Usted es Lucia
¿verdad? Lucas hoy no tiene un buen día, no le va a conocer. De su mente se
borran días, semanas y luego vuelve sin acordarse del tiempo perdido. En los
días buenos es cuando le escribe las cartas que yo llevo al correo. Es un
hombre maravilloso y está muy enamorado de usted.
Tuve
que sentarme para no caer. Me llevo hasta Lucas, al verme sonrió pero en sus
ojos solo había un vacio insondable. Su aspecto era bueno y no había mentido
sobre su edad.
Me
quede toda la tarde, le cogí la mano. Yo hablaba y hablaba de todo el amor que
me había entregado en sus maravillosas cartas y que consiguieron despertar en
mi algo que creía ya muerto. Sabía que no me entendía pero me daba igual, allí
estaba Lucas escuchándome, cogiéndome la mano con una caricia cálida y
entrañable
A
partir de entonces iba a verlo con mucha frecuencia tanto si me conocía como si
no, seguíamos escribiéndonos y juntos volábamos a esos sitios maravillosos que
existían en nuestros corazones, cumpliéndose así un verso que me escribió una
vez; Afluentes de tus ríos serán mis ríos
y como esas aguas ya no nos separamos nunca.