Pequeño Homenaje a las mujeres luchadoras en nuestro día.
LIBRES PARA
DECIDIR
Eres libre
para decidir, me dijo mi padre. Libre ¿Para qué? Para escoger el color del
delantal que iba a llevar ese día, el menú más apropiado o la disculpa por algo
que yo consideraba un error.
En los años
50 del siglo XX las mujeres podíamos tomar pocas decisiones aunque todas lleváramos en
nuestro interior la semilla de la libertad.
No tuve más
remedio que acceder a sus deseos y casarme, la otra alternativa de tía “cuida
sobrinos” solterona me atraía aun menos. Estaría en mi propia casa y si era
lista, tendría algún pequeño margen de maniobra. Ese era el destino que nos
tenían preparado.
Muchos
padres pensaban, de buena fe, que cuando ellos faltaran estaríamos protegidas
por un hombre, es decir pasar de un dominio a otro, tener hijos, verlos crecer,
cuidar a los nietos y a los padres mayores,
acabando así la vida en la que
nunca habías sido tú, sino lo que los demás esperaban de ti.
Para salir
de la monotonía del hogar empecé yendo a reuniones, al principio solo
religiosas, pues no había espacios ni foros en los que pudiéramos dar nuestra
opinión sobre temas importantes y sobre todo no quería mi vida para mis hijas.
Había que cambiar, allí encontré mujeres con inquietudes parecidas a las mías.
Mis hijos
mayores, mi marido en su trabajo y sus aficiones, y yo dejándome resbalar por
la pendiente marcada sin haber sabido nunca lo que era tomar una decisión y
obrar en consecuencia.
Un día reuní
el valor suficiente para hablar de mis inquietudes con mi marido, pensando que
encontraría el No por respuesta, pero se mostró dialogante y comprensivo, hablé
de mis ilusiones, de las cosas que quería hacer ya en la mitad de mi vida, de
las mujeres en general que necesitaban algo o alguien que les abriera los ojos
o simplemente les diera un empujoncito.
Entonces oí
la pregunta que siempre había esperado ¿Qué quieres hacer con tu vida? Se me
llenaron los ojos de lágrimas y le dije
¡¡ Quiero estudiar!!
En la década
de los Ochenta acabé la carrera de Derecho y empecé a trabajar con un grupo de
amigas de la Universidad mucho más jóvenes, en un bufete que ayudaba a las
mujeres a solucionar temas jurídicos referentes al divorcio y a los malos
tratos, que, a pesar de haber avanzado, todavía existían.
El bufete
fue una gran idea, era lo que siempre había soñado, ayudar a otras mujeres a
encontrar su camino, a ser dueñas de sus vidas.
Y pasaron
los años, tomé la decisión de terminar mis días en una residencia. Estaba
viendo las noticias y se me saltaron las lágrimas al oír que había sido
asesinada otra mujer a manos de aquel
que se creía con derecho a ser su dueño. ¿Cuándo acabará este sinsentido? ¿Cuándo
se darán cuenta los hombres que ser iguales no significa ocupar su lugar?
Repaso mi
vida y estoy orgullosa de todo lo que hemos avanzado las mujeres en la sociedad,
pero los asesinatos me dicen que queda aún mucho camino por recorrer. Deseo con
todas mis fuerzas que no se rindan y sigan avanzando hasta que ninguna mitad
domine a la otra y puedan vivir juntos, iguales y en paz.