La despertó un leve movimiento del aire, como un beso que no llegara a posarse en los labios, pero que se presiente cercano. Lo mismo sintió en las mejillas, en los ojos, en el borde del cuello. Alguien, ella sabía quién, le estaba besando y traía la misma pasión y el cariño de todas las noches. Pero ahora no estaba soñando. Abrió los ojos y en el fondo de la habitación lo vio. Vio el ramo de rosas rojas que había sido la señal para sus encuentros y que ahora anunciaba la unión final, definitiva y eterna.
Sólo un
instante se permitió recordar lo que había sido su vida recluida en esa
habitación hacía ya tantos años. Pero entonces las ofensas al honor se pagaban
así, prisión o muerte, prisión para él y muerte en vida para ella.
Su mente
se agarró con fuerza a los tiempos felices, a los largos paseos por el bosque
cogidos de la mano por donde circulaba la energía que mueve al mundo pasando de
un corazón a otro. Estaban enamorados pero era un amor imposible. Ella la rica
heredera y él mozo de las caballerizas.
Salían
a montar con frecuencia y el paseo se alargaba más de lo conveniente pero aún
nadie sospechaba nada.
Una
tarde, tumbados en el prado después de fundirse en cuerpo y alma, idearon un
plan por si la vida los separaba. Soñarían el uno con el otro y lo desearían
con tanta fuerza que se realizaría el milagro de unir los dos sueños viviendo
así en ese otro mundo creado por su fantasía.
Cuando
todo se descubrió, a él lo encarcelaron de por vida y a ella la recluyeron en
esa casa que fue su calabozo durante muchos años.
Al
principio el recuerdo de los momentos tristes, les impedía dejar que la
fantasía onírica les guiara noche tras noche a encontrarse en los lugares donde
habían sido felices. Cuando lo consiguieron, se sintieron juntos de nuevo,
libres y sin temor. Lo peor que podía pasar era que los sacaran bruscamente del
sueño, pero los sueños siempre están ahí, al alcance de la mano y pueden
retomarse cuando se desean de corazón.
Algunas
noches en las que no conseguían soñar juntos, el temor les invadía pensando que
el otro hubiera muerto o no recordara la promesa de marchar unidos de este
mundo que tan mal les había tratado. Entonces fue cuando soñaron que el primero
que se fuera le llevaría al otro un ramo de rosas. Ésa sería la señal para
dejar el cuerpo viejo, remontándose por encima de lo material hasta
encontrarse.
Por eso
sabía que estaba allí. Por fin había pasado el sufrimiento, el martirio de
tantos años. Ahora se irían juntos y nada ni nadie volverían a interponerse en
su felicidad.
Cogidos de la mano salieron hacia ese mundo de sueños que ellos habían creado.
Que ese ramo de rosas nos dé tregua suficiente para que nos podamos plantear el disfrutar de nuestras vidas terrenales.
ResponderEliminarPrecioso relato.
ResponderEliminarTenemos que disfrutar del ahora, el ramo de rosas nos viene a decir la suerte que tenemos de haber nacido en esta época, gracias Mila
ResponderEliminarRomanticismo a expuertas
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