El día había amanecido gris, plomizo, sin viento, pero con una pesadez en el aire que presagiaba una gran descarga de agua.
Pensé
que lo peor que me podía pasar sería disfrutar de un buen remojón pero, como
estoy en la playa y es verano, sería bienvenido. Daba igual que empezara por
los pies o por la cabeza, el caso era refrescarme después de unos días de
intenso calor.
Con esa
idea empecé mi paseo. Estaba todavía cerca de casa cuando empezaron las
primeras gotas. No me importó, estaba disfrutando de la belleza del cielo.
Había nubes de algodón sucio con algunos desgarros por donde se adivinaba un
poco de claridad en este día de finales de julio.
El
Dragón estaba cubierto por una boina gris. Todo hacía presagiar una fuerte
tormenta. No me importó y seguí mi paseo. Cuando miraba al monte me costaba
encontrar esa figura con la cabeza hacia Cabo de Palos, sus colmillos y patas,
echado sobre la panza en la cima de la montaña. Cuando era joven lo encontraba
enseguida y sentía que estaba allí para darme fuerza, para protegerme. Nada
malo podía pasarme en El Carmolí. Con los años la vida ha ido quitando fantasía
a mi mirada y ahora apenas si distingo su cabeza.
Cuando
llegué a la playa el espectáculo me sobrecogió. Lo que veía era un cuadro de
grises. El cielo, el mar y la arena los tenían todos. Si no hubiera sido por
esas pequeñas olitas que venían a morir a mis pies, hubiera podido pasar por un
espejo de plata vieja con las gaviotas dándose cabezazos en él y reclamando con
sus graznidos el mar que dejaron la noche anterior.
En el
cielo se abrían algunos claros que enseguida eran tapados por nubes grises
disgustadas. Esa mañana era suya y ningún rayo de luz debía osar traspasarlas.
La paz
era infinita. Me senté en un banco con el espíritu sosegado y la mente limpia,
en paz conmigo y con la naturaleza que me envolvía.
Pero
duró poco. De una obra cercana llegaron hasta mí los sonidos agudos,
penetrantes y desagradables de una radial y se llevaron con ellos toda la
magia. Hasta las nubes se retiraron poco a poco también molestas, dejando pasar
los rayos de sol que fueron tomando el cielo y convirtiendo el día en uno más
de finales de julio.
Está muy bien descrito y permite al lector disfrutar de ese día como si lo hubiera experimentado él mismo.
ResponderEliminarOtro mágico día para disfrutar como tú quieras pero la vuelta a la realidad, rompe todo el encanto y la paz q tanto deseamos🤗
ResponderEliminarAsí suele ser❤️ Gracias una vez más 💋💋
Resulta chocante que hables de "Paz infinita" con la tormenta en ciernes, presagiando la vuelta a la realidad
ResponderEliminarQue maravilla es trasmitida ,con mucha claridad como si uno estuviera viendo
ResponderEliminar. como si estuviera ahí