ERROR
FATAL
Aquella
tarde paseaba como siempre ausente del mundo que se movía bullicioso a su
alrededor. Era un hombre solitario, sin familia, ya rondando los 50 , con mal
carácter y poca empatía. Se sentía
frenado por su gran fobia: El miedo a la oscuridad.
Durante
el paseo un repartidor de publicidad le ofreció un folleto, lo cogió sin mirar
y al no encontrar una papelera cerca, lo guardo en el bolsillo. Al llegar a
casa antes de tirarlo a la basura lo
leyó por curiosidad. Se ofrecía un nombre y una dirección para quitar, en pocas
sesiones miedos, fobias, manías etc...
Se paso
la noche dudando. Era un barrio lejos del suyo, allí no le conocería nadie.
¿Qué podía pasar? ¿Qué no le gustara la sesión? Pues pagaría y nada más, pero
¿Y si podía desprenderse de esa losa que le asfixiaba desde niño?
Se echó
al bolsillo la linterna que siempre llevaba y pilas de repuesto por si acaso.
Cuando
llego a la dirección era casi de noche y estaba empezando a chispear. El
edificio le pareció viejo, pero con solera, una de esas construcciones antiguas
que se mantienen en pie de milagro. No encontró a nadie cerca para preguntar,
se armo de valor empujo la puerta y entró. Encendió su linterna buscando un
interruptor, no lo encontró y dando una batida de luz creyó estar en un zaguán
del que partían unas majestuosas escaleras, de pronto, una ráfaga de viento
cerró la puerta de golpe, intento abrirla pero estaba encajada, empezó a sentir
pánico, esperaría a que alguien entrara,
pero fue pasando el tiempo, la luz de la linterna se fue debilitando, menos mal
que llevaba las pilas, las cambiaria ya. Por las rendijas de la puerta entraba
la amarillenta luz de los rayos, la tormenta arreciaba.
Estaba
muy nervioso, las manos le temblaban y pasó lo peor que podía ocurrir, las
pilas se le resbalaron y cayeron al suelo rodando hasta una baldosa mal
encajada, perdiéndose allí.
Se
apagó la linterna, el pánico se hizo más intenso, empezó a gritar y a dar
golpes en las paredes sin resultado. Muerto de miedo se acurruco llorando en
una esquina como cuando era un niño.
Con la
luz de los rayos descubrió unas figuras rodeadas de un halo verde, que se
acercaban muy despacio, con curiosidad, susurrando entre ellas. Se movían pero
parecía que nunca iban a llegar, con lo que la agonía era aún mayor. Al fin
creyó entender algo, una de las sombras decía: Hemos vivido aquí muchos años,
ya es hora de irse, pero este no es de los nuestros, ¡Hay que echarlo! Todas
las sombras se abalanzaron sobre él.
Los gritos,
la oscuridad, la tormenta, el corazón desbocado…
Mientras,
en la imprenta del barrio un hombre gritaba pidiendo ver al jefe, habían
equivocado la dirección, esos anuncios repartidos por toda la ciudad estaban
mal, sería su ruina, tenían que devolverle el dinero mas una indemnización por
los clientes que hubiera perdido.
Cuando
en los días siguientes acabó la demolición del edificio cuya dirección figuraba
en el anuncio, encontraron entre los escombros el cadáver de un hombre con la
cara distorsionada por una mueca de terror más allá de este mundo.
Muy original, final del todo inesperado.
ResponderEliminarMagnifico final.....creo que es lo único que no esperas
ResponderEliminarConforme leía imaginaba q lograría curarse de su fobia. En cambio al final me sorprendes 👏👏👏
ResponderEliminarEspeluznante..... con la "fobia" que le tengo a los espíritus fantasmosos; lo he pasado fatal
ResponderEliminarRelato claustrofóbico y final inesperado.
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