jueves, 23 de marzo de 2023

LA GUITARA

 

LA GUITARRA

 

Se ha cerrado el círculo, he vuelto al taller de donde salí a una ciudad azul de mar y cielo, olor a algas y alegría en las gentes, recién pintada, con todas mis cuerdas y el clavijero intacto. ¡Qué tiempos! Era joven, tenía ilusiones y muchas notas en mi interior esperando que alguien hiciera con ellas una preciosa melodía.

Fui el regalo para un joven adolescente, pensé que había caído en buenas manos,  pero ni buenas ni malas, me dejó en un rincón exhibiéndome ante sus amigos como un trofeo. En realidad no tenía el pobre buen oído, no supo arrancar de mí ni una nota agradable. Él se cansó y también su padre de pagar al profesor.

El tiempo que estuve con mi segundo dueño fue la etapa más bonita y creativa de mi vida. Era el guitarrista de un tablao flamenco, un entendido, tenía dos como yo más antiguas, pero cuando me probó pasé horas y horas en sus manos. ¡Qué maravilla! Con que entusiasmo me acariciaba, sacaba de mí los mejores sonidos, la mejor música. ¡Cuánto lo he amado! Pasábamos largo tiempo juntos, yo entre sus brazos y él en éxtasis porque estaba consiguiendo ese sonido único que tanto había buscado.

Una noche en la que acompañábamos a una joven recitando preciosos poemas, nos acoplamos tan bien, que los versos y la melodía formaban un todo. La sala estaba llena pero era como si no existiera más que música y poesía.

Fueron años felices de sueños cumplidos, pero nunca nada es para siempre.

Mi dueño murió, no tenia  nadie a quien dejar sus pocas pertenencias y fui arrastrada con todas ellas al trastero del local donde actuábamos.

¡Qué depresión al llegar! Frio, suciedad, cosas que serian imprescindibles y amadas por alguien, acababan allí sus días en soledad.

Pasaron muchos años, la humedad se cebo en mis cuerdas y se partió el clavijero de un golpe por no estar bien sujeta. Sentía una gran nostalgia, aun podía ofrecer mucho  pero nadie me hacía caso. Algunas veces venia gente que revolvía entre los objetos, me tomaban en sus brazos pero me despreciaban por vieja y no dar buena imagen.

Un día ocurrió un milagro, entró en el trastero un muchacho joven, alto, delgado como un junco y de lo poco que quedaba de mí fue sacando algunas notas que le gustaron, mi sonido tenía algo especial, algo único.

Y aquí estoy, en el taller de donde salí, esperando que consigan reparar lo que el tiempo y la desidia hicieron.

Sé que nunca volveré a sonar como la primera vez pero aun puedo hacer feliz a alguien con mis notas viejas y sabias.

 

 

 

1 comentario: