UTOPIA
Aquella noche mi sueño explotó en una nube roja que
comenzó a deshacerse en gotas por el suelo de la cocina. Lo último que
sentí en este mundo que tan mal me había
tratado fue pena, mucha pena por él, por mí y por los sueños rotos.
De eso hace ya mucho tiempo y aún estoy vagando por
un espacio sin principio ni fin, esperando ver algún día si los hombres han eliminado esa aberración como quitaron de
en medio tantas otras cosas para ir creciendo como seres humanos iguales y diferentes. Esa es la clave y la
dificultad.
Al principio todo lo veía igual, es cierto que había
algunos avances, más personas estaban concienciadas de que las mujeres éramos
las compañeras no las esclavas, que podíamos llegar a lo más alto igual que
ellos. Y de pronto un desgarro en el cielo, millones de voces clamando por las
nuevas víctimas del afán de posesión, del odio al no ser acatado como dueño y
señor.
Todo parecía una rueda que a veces iba despacio pero
otras aceleraba sin saber porqué, destruyendo a más mujeres en la hoguera de
sus vanidades y dejando dudas sobre lo logrado a base de mucho esfuerzo.
Se dieron cuenta
que había un principio para comenzar: La educación, los niños imitan lo que
ven, tardarían dos o tres generaciones, lo conseguirían, pero había que empezar
ya.
No habría roles definidos de niños y de niñas,
podrían jugar a todo sin ser motivo de crítica o de mofa. Las mujeres poco a
poco, participarían en deportes de los que habían sido excluidas siempre,
sentadas ya en los consejos de administración de las empresas por méritos
propios, cuidarían de los hijos conjuntamente padre y madre, el Estado estaría
siempre atento a que hubiese suficientes guarderías y colegios con profesores
cualificados para imprimir en esas mentes moldeables el sello de la igualdad,
de la no discriminación, de la no violencia y poco a poco se recogerían sus
frutos.
Mirando desde arriba veía países que avanzaban en
este sentido, castigando duramente al que se saltara las leyes que por fin iban
tomando cuerpo de mujer, pero había otros cuyas nubes se ennegrecían como las
ropas en que estaban envueltas las personas del sexo femenino como si fueran un regalo que solo podía
destapar su hombre.
A esos países con la ayuda de todos también llegaría
la educación, el respeto al diferente. Se darían cuenta de que perdían el potencial de la mitad de la
población y cuando sus riquezas en materias primas se fueran agotando,
volverían la mirada a esa mitad que tanto habían despreciado.
Yo seguiré aquí observando, alegrándome por los
logros y entristeciéndome por los fracasos, creo que aunque faltan muchos años,
algún día llegaremos a ese mundo fantástico libre de machismos en todos los
continentes.
Qué gusto da ver que se "reconoce" tu crecimiento como escritora de relatos. Enhorabuena por el merecido Premio. Somo afortunad@s de vivir en un mundo que se mueve hacia esa UTOPÍA más rápido que otros.
ResponderEliminar