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LA
MIRADA
Ya sé
porque me escogió a mí para la foto. Dice que tengo la mirada triste y no es
así, yo entera soy triste, nací triste, me crie triste y tengo hambre.
Ese día
me di cuenta que un hombre no dejaba de
mirarme, es normal, me pasa muchas veces, se acercan y cerramos el trato. Pero
esta vez no fue así, solo me observaba, otro pirado pensé, esta vez estaba
equivocada. Se acerco a mí preguntándome si quería ser su modelo para la
portada de un libro. ¡Modelo yo! Este quiere descuento.
Hablamos
y me llevo a su oficina, pensé que iríamos a la peluquería para arreglarme un poco, comprar bonitos trajes, en fin, la idea que yo tenía de una modelo.
Todo lo contrario, me despeino aún más, me bajo la cremallera del vestido y
pensé: por ahí empieza, pero tampoco, muy respetuoso me pidió por favor que me
sentara en el suelo en medio de un
montón de basura, casi tapada la cara con la mano y con una expresión de susto
en los ojos.
Todo lo
hice bien menos la expresión. Después de muchos golpes de la vida mis ojos
están curados de espanto. Solo pudo sacar de ellos el asombro de encontrarme
allí y la tristeza, esa que llevo dentro desde que nací.
Ahora
soy una gran modelo. Se valora mi tristeza en un mundo que solo quiere alegría,
diversión aunque sea fingida. Lo malo, lo desagradable no existe, lo hemos
borrado, hay que disfrutar cada día como si fuera el último, en fin, mensajes de esos que te llegan por las redes sociales. Pero no es real, solo hay que rascar un poco en la
sociedad para ver la tristeza, la desesperación a flor de piel.
Han
pasado muchos años, estoy sentada en un
gran sillón detrás del ventanal por el que penetra el aroma de las flores del
jardín, veo los cuadros de mis fotos más famosas en la pared y pienso que la
mejor, la más real, la que verdaderamente soy yo, es la primera, aunque ya no
tenga hambre y solo me quede la tristeza.