ULTIMA
DECISIÓN
Mientras
le vendaba los ojos, el verdugo suspiro y con gran angustia aceptó que tenía
que ser él, como tantas otras veces, quien acabase con la vida de ese pobre
desgraciado que apenas había empezado a vivirla.
No era
fácil su profesión, sus muertos le pesaban como si él hubiera dictado la
sentencia, ya no podía soportarlo más, por las noches aparecían sus caras y un
dedo acusador.
Con un
rápido movimiento, que los presentes no pudieron intuir, se puso él la soga al
cuello y accionó la palanca. Seguro que encontraría la paz yéndose con ellos.
Por momentos me ha recordado a "El Verdugo" de Berlanga. Las circunstancia y la vida te pueden llevar hasta un trabajo que odies.
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