EL
BALNEARIO
Aquí
estoy sentada en una cómoda tumbona con un libro en las manos, que no leo y más
aburrida que el cobrador del peaje de una autopista.
Este
año pensé dejar a un lado los viajes, ya no quedaba lugar en el mundo que
llamara mi atención o eso pensaba yo, además para ser sincera a mis 75 años no
me apetecía, ya no podía seguir el ritmo de los jóvenes, las piernas pesan, los
zapatos aprietan por muy cómodos que sean, la cabeza se aturde con tanta marea
humana, ahora viajar no es un “lujo” es una necesidad, o viajas o no eres
nadie, ¿ Qué vas a poner en septiembre en las redes si no?
He
viajado toda la vida cuando casi nadie lo hacía, era un turismo tranquilo, sin
tanto horario, sin aglomeraciones, sin tener que pedir cita previa para visitar
el monumento que te interesa, he disfrutado de todo lo que me permitía mi buen
sueldo siempre pensando solo en mí, no he querido tener ataduras, las parejas
me duraban poco tiempo, la libertad era mi meta en la vida.
El balneario
esta en un sitio ideal entre bosques de pinos, despertar aquí es una delicia,
la sensación de paz, el aroma penetrante que deja la noche, el sonido de un
riachuelo, el canto de las aves al despertar y tantas cosas que te hacen sentir
bien y en paz con la vida.
Todas
las actividades están programadas, lo malo son los ratos libres como el que
estoy “disfrutando” ahora ¿Qué hago? Ya he recorrido los alrededores y he
visitado todas las instalaciones, el edificio principal es un precioso palacete
modernista con escaleras de mármol terrazas rodeándolo y balconadas en todos
los pisos, el servicio es impecable y la decoración de un gusto exquisito, nada se sale de contexto salvo mi mente que
tiene demasiado tiempo para pensar. ¿Qué tengo? Me encuentro vacía, enfoqué mi
vida solo hacia mi persona, pienso que
en el reparto antes de nacer se les olvido ponerme en la mochila eso de lo que
se habla tanto hoy “la empatía”.
No me
di cuenta que me observaba una de las auxiliares y dirigiéndose a mí intento
entablar conversación a la que por costumbre yo respondía con monólogos, al
final cansada me dijo: Venga levántese quiero enseñarle algo, me dejé llevar y
entramos en un edificio que no había visto, era distinto construido bastante después
se utilizaba por su amplitud para las personas con problemas de movilidad, las
enfermeras se multiplicaban para atenderlos, fue la primera vez en mi vida que
pensé en alguien que no fuera yo y mi propia satisfacción.
Me
acerqué poco a poco y unos ojos negros grandes y tristes estaban fijos en mí,
se llamaba Lucia era otra solitaria como yo, salí corriendo de la sala, no
quería ver que había personas que sufrían.
Esa
noche no pude dormir, creo que se empezó a despertar en mí un sentimiento
parecido a la compasión, necesitaba dar a los demás algo de lo que yo había
disfrutado, era una sensación nueva y me gustaba.
Voy a
ese pabellón todos los días en mis ratos libres y ayudo a las auxiliares, tengo
amigas y amigos que me necesitan es maravilloso pertenecer a un grupo con el
que comparto no solo paseos si no también ideas, experiencias, recuerdos, no
hice bien aislándome creo que me he perdido una parte muy bonita de la vida pero aunque tarde
descubrí el placer que se siente al ayudar a los demás.
"el placer que se siente al ayudar a los demás". Una verdad muy cierta que viene de muy lejos, de hace casi 2000 años cuando un tal Jesús , en una cena con unos amigos, nos enseñó que el amor y el servicio son las claves de la verdadera felicidad.
ResponderEliminarMe ha recordado el balneario de Archena y los buenos días que pasaron allí mi Madre y sus Hermanas. Cada día se nos presentan formas de compatibilizar la felicidad personal con la ayuda a los "otros". Hay que abrir los ojos y verlo
ResponderEliminar