sábado, 3 de agosto de 2024

EL BALNEARIO

 

EL BALNEARIO

 

Aquí estoy sentada en una cómoda tumbona con un libro en las manos, que no leo y más aburrida que el cobrador del peaje de una autopista.

Este año pensé dejar a un lado los viajes, ya no quedaba lugar en el mundo que llamara mi atención o eso pensaba yo, además para ser sincera a mis 75 años no me apetecía, ya no podía seguir el ritmo de los jóvenes, las piernas pesan, los zapatos aprietan por muy cómodos que sean, la cabeza se aturde con tanta marea humana, ahora viajar no es un “lujo” es una necesidad, o viajas o no eres nadie, ¿ Qué vas a poner en septiembre en las redes si no?

He viajado toda la vida cuando casi nadie lo hacía, era un turismo tranquilo, sin tanto horario, sin aglomeraciones, sin tener que pedir cita previa para visitar el monumento que te interesa, he disfrutado de todo lo que me permitía mi buen sueldo siempre pensando solo en mí, no he querido tener ataduras, las parejas me duraban poco tiempo, la libertad era mi meta en la vida.

El balneario esta en un sitio ideal entre bosques de pinos, despertar aquí es una delicia, la sensación de paz, el aroma penetrante que deja la noche, el sonido de un riachuelo, el canto de las aves al despertar y tantas cosas que te hacen sentir bien y en paz con la vida.

Todas las actividades están programadas, lo malo son los ratos libres como el que estoy “disfrutando” ahora ¿Qué hago? Ya he recorrido los alrededores y he visitado todas las instalaciones, el edificio principal es un precioso palacete modernista con escaleras de mármol terrazas rodeándolo y balconadas en todos los pisos, el servicio es impecable y la decoración de un gusto exquisito,  nada se sale de contexto salvo mi mente que tiene demasiado tiempo para pensar. ¿Qué tengo? Me encuentro vacía, enfoqué mi vida solo hacia mi persona,  pienso que en el reparto antes de nacer se les olvido ponerme en la mochila eso de lo que se habla tanto hoy “la empatía”.

No me di cuenta que me observaba una de las auxiliares y dirigiéndose a mí intento entablar conversación a la que por costumbre yo respondía con monólogos, al final cansada me dijo: Venga levántese quiero enseñarle algo, me dejé llevar y entramos en un edificio que no había visto, era distinto construido bastante después se utilizaba por su amplitud para las personas con problemas de movilidad, las enfermeras se multiplicaban para atenderlos, fue la primera vez en mi vida que pensé en alguien que no fuera yo y mi propia satisfacción.

Me acerqué poco a poco y unos ojos negros grandes y tristes estaban fijos en mí, se llamaba Lucia era otra solitaria como yo, salí corriendo de la sala, no quería ver  que había personas que sufrían.

Esa noche no pude dormir, creo que se empezó a despertar en mí un sentimiento parecido a la compasión, necesitaba dar a los demás algo de lo que yo había disfrutado, era una sensación nueva y me gustaba.

Voy a ese pabellón todos los días en mis ratos libres y ayudo a las auxiliares, tengo amigas y amigos que me necesitan es maravilloso pertenecer a un grupo con el que comparto no solo paseos si no también ideas, experiencias, recuerdos, no hice bien aislándome creo que me he perdido una parte  muy bonita de la vida pero aunque tarde descubrí el placer que se siente al ayudar a los demás.

 

 

 

2 comentarios:

  1. "el placer que se siente al ayudar a los demás". Una verdad muy cierta que viene de muy lejos, de hace casi 2000 años cuando un tal Jesús , en una cena con unos amigos, nos enseñó que el amor y el servicio son las claves de la verdadera felicidad.

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  2. Me ha recordado el balneario de Archena y los buenos días que pasaron allí mi Madre y sus Hermanas. Cada día se nos presentan formas de compatibilizar la felicidad personal con la ayuda a los "otros". Hay que abrir los ojos y verlo

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