PASÓ
OTRO VERANO
Y toca
recoger los muebles del jardín que otro año más han sido mis compañeros
silenciosos, ellos irán al trastero, los guardare con pena porque ha sido un
buen verano ¿Los volveré a sacar el año que viene? No se deben hacer planes a
largo plazo y menos cuando eres mayor, pues no tienes asegurado un el minuto
siguiente, tampoco los jóvenes, pero ellos no lo piensan.
Ahora
que ha pasado ese calor tan fuerte el jardín respira, las plantas se enderezan
dejando de estar arrugadas para no recoger demasiado sol, recobran su fuerza
los hibiscos que han estado un poco aletargados, abren por la mañana sus flores
formando una sinfonía de colores
granates, fucsia, rojos... que al mezclarse con el verde, color tranquilo, las
apaciguan llegando a conseguir la armonía.
También
las buganvillas despiertan sus flores en
pomos como ramos de novia, sus colores intensos son la enseña del verano, pero
se consideran tan bellas que han desarrollado unas buenas defensas en forma de
espinas largas para disuadir a los que
se acerquen a cortarlas, la humilde campanilla azul se mezcla con ella y la
enreda en lo que parece un baile de colores sin música pero abrazados. El año
que viene me daré cuenta de que la humilde le ganó a la altiva, como si el no
tener espectadores no mereciese la pena ponerse bella.
También
hay que recoger cosas dentro de la casa, cosas que me llevaré y puede que no
vuelva a traer porque no han hecho tan buen papel como creía, ropa que no he
usado, zapatos que quedaron todo el verano en el armario, libros que no me ha
dado tiempo leer, porque las noches de verano son “mágicas “y se pasan mejor
charlando con amigos que no volverás a ver hasta el año que viene, mientras que
el libro lo vas a tener siempre.
Son
noches de olor envolvente a jazmín, diamela, dama de noche y hasta el familiar
don diego despiertan cuando cae el sol y te regalan sus perfumes que tienes
grabados en el cerebro todo el invierno.
La
cigarras de día, los grillos de noche, aparte de las tórtolas, forman la música
del verano en el paraíso en que me encuentro, donde ni el monótono TU_TU, TU_TU
de algunas aves estorba, todo ello forma parte del paisaje, son el sello sonoro
del Carmolí.
Y
vuelta a la rutina de la ciudad, que no es mala, pero al ofrecer tantos
atractivos, acabo en primavera deseando acelerar el calendario para poder ir a
esa tranquilidad, a esa paz, a esos atardeceres desde el parque, a los paseos
hasta la playa sin prisas, sin nada que te llame a urgencia.
Se
fueron ya mis hijos a sus trabajos, siempre me quedo un poco más para disfrutar
de todo lo que he contado y además porque se hace difícil abandonar un “paraíso
“como este.
Qué relato tan entrañable!! Amalgama de colores y olores. Mezcla de agradecimiento por los buenos momentos disfrutados y pena porque toca cerrar un capítulo del libro de la vida y abrir otro, que no tiene que ser peor, simplemente diferente. Qué bonitos son los veranos en El Carmolí!!
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