jueves, 4 de septiembre de 2025

 

PASÓ OTRO VERANO

 

Y toca recoger los muebles del jardín que otro año más han sido mis compañeros silenciosos, ellos irán al trastero, los guardare con pena porque ha sido un buen verano ¿Los volveré a sacar el año que viene? No se deben hacer planes a largo plazo y menos cuando eres mayor, pues no tienes asegurado un el minuto siguiente, tampoco los jóvenes, pero ellos no lo piensan.

Ahora que ha pasado ese calor tan fuerte el jardín respira, las plantas se enderezan dejando de estar arrugadas para no recoger demasiado sol, recobran su fuerza los hibiscos que han estado un poco aletargados, abren por la mañana sus flores formando  una sinfonía de colores granates, fucsia, rojos... que al mezclarse con el verde, color tranquilo, las apaciguan llegando a conseguir la armonía.

También las buganvillas  despiertan sus flores en pomos como ramos de novia, sus colores intensos son la enseña del verano, pero se consideran tan bellas que han desarrollado unas buenas defensas en forma de espinas largas  para disuadir a los que se acerquen a cortarlas, la humilde campanilla azul se mezcla con ella y la enreda en lo que parece un baile de colores sin música pero abrazados. El año que viene me daré cuenta de que la humilde le ganó a la altiva, como si el no tener espectadores no mereciese la pena ponerse bella.

También hay que recoger cosas dentro de la casa, cosas que me llevaré y puede que no vuelva a traer porque no han hecho tan buen papel como creía, ropa que no he usado, zapatos que quedaron todo el verano en el armario, libros que no me ha dado tiempo leer, porque las noches de verano son “mágicas “y se pasan mejor charlando con amigos que no volverás a ver hasta el año que viene, mientras que el libro lo vas a tener siempre.

Son noches de olor envolvente a jazmín, diamela, dama de noche y hasta el familiar don diego despiertan cuando cae el sol y te regalan sus perfumes que tienes grabados en el cerebro todo el invierno.

La cigarras de día, los grillos de noche, aparte de las tórtolas, forman la música del verano en el paraíso en que me encuentro, donde ni el monótono TU_TU, TU_TU de algunas aves estorba, todo ello forma parte del paisaje, son el sello sonoro del Carmolí.

Y vuelta a la rutina de la ciudad, que no es mala, pero al ofrecer tantos atractivos, acabo en primavera deseando acelerar el calendario para poder ir a esa tranquilidad, a esa paz, a esos atardeceres desde el parque, a los paseos hasta la playa sin prisas, sin nada que te llame a urgencia.

Se fueron ya mis hijos a sus trabajos, siempre me quedo un poco más para disfrutar de todo lo que he contado y además porque se hace difícil abandonar un “paraíso “como este.

 

1 comentario:

  1. Qué relato tan entrañable!! Amalgama de colores y olores. Mezcla de agradecimiento por los buenos momentos disfrutados y pena porque toca cerrar un capítulo del libro de la vida y abrir otro, que no tiene que ser peor, simplemente diferente. Qué bonitos son los veranos en El Carmolí!!

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