RECORRIENDO
LAS ISLAS. (Cartel de la Mar de Músicas
2024)
El
viaje iba bastante bien, la agencia que habíamos contratado era solvente y el
guía un moreno macizo y simpático con el que nuestro grupo de cuatro amigas que
celebrábamos los cuarenta, habíamos entablado algo que podíamos llamar un poco
más que amistad.
Era el
día libre y nos invitó a comer a una preciosa playa de arena limpia, aguas
transparentes color turquesa y en la cima del monte que la rodeaba, casi oculto
por los pinos, había un templo
abandonado por el tiempo y los hombres.
Hacía
calor, comimos en un chiringuito de la playa donde nos sirvieron una bebida
dulce y fresca que entraba muy bien, el camarero nos dijo que era “traicionera”
por sus efectos secundarios. Al terminar la comida empecé a notar esos
“efectos” y les dije a mis amigas que me iba a descansar, que me avisaran con
tiempo para ir a la fiesta de esa noche, invitadas por nuestro guía, que se
celebraba en un bonito yate y prometía todo lo que quisieras imaginar.
Me eche
en la cama sin quitarme ni los zapatos, cuando desperté por la ventana todo era
oscuridad, ¡No me habían llamado! Ya les ajustaría las cuentas.
Bajé a
recepción para preguntar por ellas y vi al guía
que me estaba esperando pues las demás se habían marchado ya.
En el
barco no encontré a mis amigas por ninguna parte. Todo era muy extraño, había
una luz violeta que bañaba unas manos largas
y deformes que me querían tocar, era horrible no podía escapar, estaba en el centro con mi
jersey rojo rodeada de aquellos seres extraños que parecían zombis y sentía que al tocarme iba perdiendo trozos de
mi alma.
El guía
desapareció, desesperada intentaba salir de ese mar de manos. El terror me
superaba, cada vez me sentía menos yo. Creo que me desmayé.
De
pronto cayó agua en mí cara y oía de lejos las voces de mis amigas que me
gritaban: Dormilona ¡Que vamos a llegar tarde!
Al
abrir los ojos lo primero que vi fue un tapiz en la pared que representaba la
escena que yo había vivido. Les dije que no me encontraba bien, que se fueran
ellas, no tenía ganas de emociones fuertes, ya estaba saturada había recibido
una buena dosis en el sueño y todavía no me podía creer que hubiera sido solo
eso “un sueño”.
Cuando
se fueron cogí ese horrible tapiz y lo guarde en un cajón. Ya no le produciría
a nadie pesadillas como la que me había proporcionado a mí aquella tarde.