JUEGOS
INFANTILES ANTIGUOS
A
principios de los años 70 del pasado siglo había un lugar mágico protegido por
un monte con cabeza de dragón y cerca de un mar pequeño acogedor y familiar,
de arena oscura y aguas cristalinas, con peces caracolas, chapinas, tenía ese
mar poco fondo para disfrute de los niños y tranquilidad de sus padres.
En una
de las calles de ese lugar mágico vivía una señora que con sus nietos y los
amigos de estos organizaron las fiestas de la calle, con carreras de cintas,
concurso de disfraces, campeonatos de saltar a la comba teniendo que aprender
para ello los antiguos romances que cantaban las abuelas y que se transmitían
oralmente. También había campeonato de rayuela, pintando en el suelo lo que
quería ser la silueta de un avión y con una piedra plana de mármol, las que
mejor resbalaban, iban pasando de casilla en casilla arrastrando la piedra a la
pata coja, eran unos estupendos ejercicios de coordinación.
Para la carrera de cintas, la señora, que se
llamaba María, había confeccionado el material necesario, una cinta que se
ataba entre dos casas y cortaba la calle, era raro que pasara algún coche, en ella cosió aros de cortina, bastantes para
que pudieran participar también niños de otras calles. Con trozos de madera, su
marido que era aficionado a la carpintería hizo unos cuantos punzones sin mucha
punta, para que no hubiera ningún accidente y desde una distancia ya medida, en
realidad había varias pues los concursantes eran de edades diferentes, salían
corriendo y sin parar tenían que meter el palito en la arandela que llevaba
arrollada una cinta de colores, cuando los participantes eran muy pequeños,
como algunos de sus nietos, desataba la cuerda de un lado y la bajaba hasta su
altura, de este truco se beneficiaban todos por igual.
La
semana era estupenda, los niños ilusionados con estos juegos de contacto lo
pasaban muy bien, no había móviles, cada uno debe de vivir en su época pero es
una lástima que se hayan perdido estos juegos, los romances cantados y el
ingenio para inventar otros cada tarde cuando después de merendar leche con
galletas o magdalenas salían a reunirse con sus amigos hasta la hora de la
cena, libres en la bici que dejaban tirada en el suelo cuando el fútbol u otro
juego nuevo los llamaba.
Tengo
en mi casa una caja de cartón con todo el material de la carrera de cintas.
Gracias mamá por hacer fácil lo difícil y saber disfrutar con los niños como si
fueras una más.
Relato muy entrañable que nos retrotrae a muchos años atrás. Para las nuevas generaciones puede parecer imposible disfrutar más de dos meses en el mismo sitio, sin Internet, móvil, series y casi sin televisión. ¿Qué hacíamos? Pues los deberes del libro de vacaciones, ayudar en casa, bajar a la playa, leer tebeos... y no parar de jugar con los amigos y los primos. Y no se necesitaba nada más. El Carmolí y el verano, unidos como uña y carne...
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