viernes, 15 de enero de 2021

 

EL GUANTE.

 

Esa mañana había subido al desván, con mucho trabajo, pero había subido. No tenía nada que hacer, llevo años jubilado y en mi Asturias del alma estaba lloviendo, lo que me impedía ir a jugar la partida con los amigos.

Pensaba buscarle a mi nieto unos libros de aventuras que a su edad me gustaron mucho.¡ Cuantos recuerdos acumulados en aquel desván! Me senté en la vieja mecedora donde Laura, mi esposa, pasó sus últimos meses detrás de la ventana de nuestro dormitorio mirando los manzanos desnudos, intentando recordar el aroma que creaban en el huerto cuando, cuajados de flor, eran promesa de una buena cosecha.

Se fue antes de que llegara la primavera y me quede solo. Los hijos habían emigrado a buscar el trabajo que esta patria suya no podía ofrecerles. Mi hija y mi nieto en un pueblo cercano, esperaban una llamada para marchar también.

Acerqué la mecedora al viejo arcón donde guardo las cosas importantes de mi vida, libros, retratos, cartas de amor y otros objetos que en su momento me dieron un poco de felicidad.

Al coger los libros lo vi en el fondo, sucio, mugriento, como lo que era, un guante de minero, busque su pareja, pero no la encontré. Solo estaba para triste recuerdo, el de la mano en la que, como a mí, le faltaban los dedos anular y meñique.

Las escenas de aquellos trágicos días surgieron de pronto en mi mente y como una película antigua, fueron pasando imágenes de la huelga  en la que reivindicábamos nuestros derechos, mayor salario, jornadas más cortas, un trato más humano… y la policía enfrente dándonos con todo lo que tenían. Me veo aupando la pancarta y gritando, pero no oí el disparo que casi me deja sin mano.

Me salvaron tres de los cinco dedos y así el guante quedo después, también mutilado. Al cabo de los años con él en la mano, pienso que a todas las desgracias hay que buscarles algo positivo, yo perdí los dedos pero conseguimos muchas cosas que antes nos estaban negadas. Por eso he decidido hacer con ese guante  la V de la victoria. Creo que lo voy a enmarcar como símbolo de que, de las desgracias, siempre se puede sacar algo bueno para poder seguir avanzando.

 

 

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