LA SEGUNDA OPORTUNIDAD
Me
desperté contenta. Había dormido bien y no tenía grandes problemas en mi vida,
solo pensar que hacer con esas horas que pasan lentas o como un suspiro, según
estés de ánimo.
Aseo,
ducha, desayuno y no pensaba mas allá. Pero al volverme a coger la cafetera, el
día del almanaque me salto a los ojos. Miércoles, era miércoles, mirada rápida
al reloj y salida de casa apresurada dejándolo todo como estaba, cosa que no
era mi costumbre. Llegaría tarde, ¡yo tan puntual siempre!
Había
quedado con un grupo de amigas, también jubiladas, para ir a uno de los barrios
de mi ciudad donde ellas impartían un taller de manualidades. Cuando me lo
comentaron les dije que no, no quería involucrarme en nada que supusiera una
obligación, estaba muy satisfecha con mi vida. Además ¿para qué iba a servir?
Pero insistieron tanto que me comprometí
a ir con ellas ese miércoles.
Un
pequeño grupo de mujeres y niñas nos esperaban en el local de la Asociación de
vecinos, más bien destartalado. Sentí
frio al entrar y había poca luz pero parecía que esas deficiencias solo las
notaba yo. Me presentaron y sacando los materiales que traían en el carrito de
la compra empezamos el taller.
A mi
lado se sentó una niña de unos doce o trece años bastante tímida, no
participaba, solo miraba con grandes ojos negros que parecían absorber todas
las explicaciones.
El
miércoles siguiente no se me hizo tarde, estaba animada ¿Estaría la niña allí?
Cargue mi carrito con lanas de colores para enseñarles a tricotar y que
pudieran hacerse jerséis, bufandas, gorros etc.…El material lo poníamos
nosotras, no estaban los tiempos para distracciones económicas. Ese día,
Mercedes, que así se llamaba la niña, participó más, tenía la mente ágil y
muchas ganas de aprender.
Al
pasar las semanas esperaba con ansiedad que llegara el miércoles, se convirtió
en el mejor día cuando salía de “mi zona de confort” para hacer algo por los
demás. Viuda, sin hijos y jubilada pensaba que no tenía más meta en la vida que
darme todos los caprichos. ¡Qué equivocada estaba!
Me
interesé por la niña. Vivía con sus tíos, sus padres habían muerto en accidente
de tráfico cuando era muy pequeña. Les pedí permiso para recogerla algún
domingo y que pasara el día conmigo. Aunque tarde, ahí empezó mi verdadera vida
alguien me necesitaba, podía hacer algo por ella. Después vinieron los fines de
semana, las vacaciones en la playa pero lo más importante, progresaba en los
estudios a buen ritmo, quería ser maestra. Yo la animaba en todo, se convirtió
en la nieta que no tuve.
Gracias
al taller de los miércoles empecé a valorar lo que significa hacer algo por los
demás, sin esperar nada a cambio.
Muy necesario relatos como éste en esta época en donde solamente impera el yo.
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