LA
NOCHE (Premio Jornadas Carmen
conde 2018)
Tenía
miedo de que llegase la noche y las esperanzas acumuladas durante el día, se
deshicieran como nieve entre mis dedos.
Habíamos
sido felices ¿Cuándo empezó a romperse todo? Por más que pienso no encuentro el
motivo, pero cada día perdíamos un poco de aquella gran ilusión que nos llevo a
querer pasar el resto de nuestra vida juntos.
Nos
falto valor para afrontar el fracaso despedirnos como amigos y no dejar que la
vida nos pasara por encima sabiendo que podían estar esperándonos otras
ilusiones, otros proyectos, otros lugares….Hemos sido unos cobardes y ahora
solo nos mantiene unidos la monotonía de lo acostumbrado, de lo sabido y en mi
caso además un amor dependiente, malsano por el
que nunca me atrevería a dar el primer paso.
Durante
el día todo transcurría con normalidad. Dábamos la impresión de ser una pareja
de jubilados que se deslizaba por esta etapa con calma y la llama del amor aun
viva disfrutando de su mutua compañía
Pero al
llegar la noche todo cambiaba, el espacio que separaba nuestras camas se había
convertido en un foso tan profundo que él no quería o no podía traspasar.
Asomada
al mirador veía encenderse alternativamente los faros del puerto, así mi ánimo iba desde el verde de la esperanza de
los días, al rojo del rechazo por las
noches. Yo lo necesitaba, necesitaba su aliento, sus caricias. ¿Si se había cansado
de mí, por qué no abría la puerta de la
jaula y se iba? sabía que yo nunca podría hacerlo, estaba demasiado atada a él.
En sus
rechazos de cada noche veía vejez no desprecio, eso era lo que deseaba imaginar.
No le pedía mucho solo el calor de su cuerpo, unos cuantos besos cariñosos y un
hasta mañana sonriendo.
Nunca
pierdo la esperanza, por eso esta noche he abierto la madrugada caminando de
faro a faro.
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