sábado, 1 de noviembre de 2025

 

LOS MARES

He intentado unir el final de la novela de Joseph Conrad, “El corazón de las tinieblas” con el principio del Quijote de Cervantes, por medio de un relato.

 

Yo levanté la cabeza. El mar estaba cubierto por una densa faja de nubes negras, y la tranquila corriente que llevaba a los últimos confines de la tierra fluía sombríamente bajo el cielo cubierto…Parecía conducir directamente al corazón de las inmensas tinieblas y allá íbamos con todo el velamen desplegado como si quisiéramos llegar cuanto antes al lugar donde el mar se levanta y eleva el barco hasta las nubes. La tranquila corriente en la que nos mecíamos desaparecería y quedaríamos abocados a un abismo azul que nos engulliría por completo para más tarde escupirnos como manjar no deseado.

En estos momentos es cuando echo de menos ese mar tranquilo, su azul turquesa, sus atardeceres de ensueño, creo que por eso los dioses buscaron su morada cerca de él. Solo se encrespa en otoño con los fuertes vientos de levante y a veces en invierno parece que puedas caminar por él, terso como una alfombra.

Los dioses protegieron su mar de las nubes negras, las olas como montañas deslizantes, el frio gris y de esas corrientes que nunca sabes dónde te llevaran después de hacerte pasar por el infierno.

No sé qué hago aquí, en mi ignorancia llegue a creer que todos los mares eran iguales. ¡Qué error! Yo nací tierra a dentro y crecí enamorado de ellos en un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme.

 

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