martes, 11 de febrero de 2025

EL MANTÓN

 

EL MANTÓN

 

Aquel día subió por última vez a casa de sus padres, pues la semana siguiente iban a demoler el edificio, en el piso no quedaba nada salvo el mantón acodado en una silla, quería verlo una vez más, tenía algo que la atraía y aun así lo iba a dejar allí para que las maquinas lo destrozaran haciendo de él trocitos pequeños y rompiendo el maleficio que como una leyenda se había instalado en su familia desde hacia generaciones.

El mantón era una maravilla, dejado allí de cualquier manera y después de tantos años tenía que estar ajado, estropeado por el tiempo, pero no era así, con la poca luz que entraba por las ventanas medio cerradas parecía que refulgía, brillaba de una forma que no era natural.

Estaba hecho de seda negra con flores de colores brillantes, atractivos, tan pronto suaves o agresivos según la luz que les llegara en ese momento, las flores no eran conocidas en estas tierras y daban idea de su procedencia en alguna remota isla del Pacifico sur, donde según la leyenda familiar un antepasado, marino de buena planta, llegó con la idea de hacer fortuna. Pero hizo mucho más que eso, enamoró a una joven nativa a la que enseñó su idioma y los secretos del amor en las noches cálidas junto a las rocas de esa playa con arenas doradas. Habia ido por fortuna y se encontró atrapado entre dos amores, los sueños y recuerdos de uno lejano y los susurros y caricias del presente que lo tenía varado en tierra.

Pasaron los años y el comercio le dio lo que iba buscando, se hizo rico y quiso volver, el nuevo amor tiraba más que el antiguo, pero era un caballero daría explicaciones y volvería. Ella le regalo ese precioso mantón para que las mujeres de su familia lo lucieran y él no olvidara su promesa de volver, no lo hizo y el mantón resultó ser portador de algún maleficio por olvidar el marino sus amores en tierras lejanas donde dejó parte de su corazón.

Todas las mujeres que lo llevaron fueron desgraciadas, por un motivo u otro ninguna fue feliz en el amor.

Se fue acercando a él poco a poco, estaba extendido en la silla luminoso, atrayente, su mano temblaba como si tuviera vida propia atraída por el mantón. Era una pena dejar una joya así por una superstición, puede que sin fundamento, solo quería tocarlo pero en el último momento logró apartarse de él, pensando que en la vida las cosas más bellas y deseadas también pueden hacernos sufrir. Y sin mirar atrás salió dando un portazo, dejando al mantón acodado en la silla.

 

 

 

1 comentario:

  1. Inquietante relato de misterio. ¿Superstición con fundamento o sin fundamento? El final abierto lo deja a juicio del lector.

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