LAS
LEJAS
La
noche era cerrada en aquel paraje desolado y la lluvia formaba una cortina que
anulaba los potentes faros del coche hasta casi hacer invisible la carretera,
si a ese camino de cabras se le podía llamar así.
No
había tenido más remedio que ir esa noche, mañana llegarían las palas para derribar la casa y el tenía que llegar
antes para destruir el secreto que había estado tantos años guardado en aquella
habitación convertida en su pequeño laboratorio juvenil.
Tantos
años en el extranjero, sus premios, la importancia que su vida había tenido en
una sociedad extraña que lo había acogido como a un gran científico. Todo se
descubriría sino llegaba a tiempo. ¿Cómo era posible que su familia no le
hubiera avisado de la demolición? Aunque tuviera que luchar contra todas las
fuerzas de la naturaleza, que parecían desatadas esa noche, conseguiría llegar.
La casa
estaba sucia, olvidada., el polvo, las telarañas y los bichos habían hecho de
ella su reino.
Atravesó
la cocina y entro en su antiguo laboratorio. Estaba tal como lo recordaba.
Lejas y lejas en todas las paredes y en ellas montones de frascos a los que el
paso del tiempo, les había borrado las etiquetas con los nombres.
Pero su
mente no obedecía a recuerdos agradables, solo a la destrucción. Cayeron los
tarros, el suelo se lleno de cristales y en su locura por encontrarlo, no se
dio cuenta que un humo color grisáceo ascendía suavemente por entre los restos
del naufragio en que se había convertido la habitación.
Se dio
cuenta demasiado tarde, la mente se le nublo, las piernas no le sostuvieron y
cayó al suelo como una pieza más de la debacle que el mismo había ocasionado.
A la
mañana siguiente los obreros lo encontrarían llevando su secreto en la mano.
Pero ya nada importaba.
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