martes, 21 de abril de 2020


UNA MUJER        diciembre 2019-12-03

Me llamó la atención la primera vez que la vi. Estaba sentada con las piernas encogidas y la espalda recta descansando en la pared de un edificio enfrente de mi casa.
Mi pensamiento la olvidó enseguida centrándose en los asuntos del día a día.
Pasaron unos días y la volví a ver en el mismo sitio, en la misma posición. No se movía, parecía una figura triste de ésas que adornan ahora las ciudades. Me detuve un poco alejada para observarla. Me intrigaba. Era distinta a todas las personas necesitadas que te encuentras suplicando una limosna por la calle. Tenía la mirada perdida, no la dirigía a las personas que pasaban, no mostraba interés por ellas. A su lado había un vaso de papel con algunas monedas y otro con algo que parecía vino. El cigarrillo se le consumía entre los dedos.
No podría precisar su edad. Tenía el pelo entrecano, pero en su cara noté las arrugas del sufrimiento, no de la vejez. Pensé que era bastante más joven que yo. ¿Qué la habría llevado a esa situación? No pedía ni suplicaba nada, simplemente estaba allí, como ejemplo de que el fracaso también existe en la sociedad de la opulencia.
Algo se me removió por dentro y le di unas monedas. Ni siquiera me miró, ni dio las gracias. Pasaba de mí. Un sentimiento de culpa me invadió.
Todos los días al salir de casa la buscaba con la mirada y allí estaba como siempre, sentada en el suelo, las rodillas encogidas, el sempiterno cigarrillo entre los dedos. Hacía lo posible por pasar a su lado y dejarle unas monedas. Eso aliviaba un poco mi sentimiento de culpa pero, por las noches, a solas con mis pensamientos, me preguntaba ¿por qué ella y no yo? Toda su imagen me decía que había tenido otra vida.
Una vez me atreví a dirigirle la palabra. Levantó hacia mí sus ojos vacios de expresión y slo movió la cabeza con un gesto casi imperceptible. No le interesaba lo que yo le decía. Volvían a mi cabeza las preguntas de siempre. ¿Qué circunstancias la habrían llevado a ese estado? ¿Habría dejado atrás una vida muy distinta? ¿Por qué no se dejaba ayudar? Seguía pensando que su aspecto no era el de una mendiga, no me cuadraba su imagen ni ese desdén con el que miraba todo a su alrededor.
Parecía haberse desprendido de una de esas capas que nos ponemos para que la vida nos resulte más agradable, daba la impresión de no necesitar nada ni a nadie. Pero en sus ojos se veía una infinita tristeza, no había alcanzado la paz, esa paz tan necesaria para perdonar a los demás, pero sobre todo para perdonarse a ella misma.
Una noche, ya tarde, al bajar la persiana, la vi enfrente de mi casa en la misma posición de siempre. No pasaba ya nadie por la calle. Parecía solo una mancha en la  blanca pared del edificio.
¿Por qué se castigaba de esa manera? Están los Servicios Sociales a los que podía acudir, pero eso sería como deberle algo a esta sociedad que la había marginado.
Miré mi casa, tan acogedora, tan cálida, con tantos momento de vida recogidos en imágenes y objetos. Volví a preguntarme ¿Por qué ella y no yo? ¿No habría sabido elegir en un momento determinado el camino correcto?
Pero eso a mí no me importaba. Esa noche no pude dormir pensando en ella y en tantos como ella que, por diversas causas, esta sociedad tan hipócrita había olvidado.
Intentaría de nuevo ofrecerle mi ayuda, que confiara en alguien. No se puede ir por la vida sólo con resentimiento y soledad.
No la he vuelto a ver. Quizás se cansó de mi insistencia. Quería ayuda pero sin compromiso. Pienso que rechazaba lazos y afectos para no perderlos.
Quizás ésa fuese su historia. 


MILAGROS MARQUEZ


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