EL VIAJE
Me
despedí de él para unos días y ya había pasado más de un mes. Un mes de soledad
y tristeza. Un mes oscuro y gris para mí aunque el sol brillara en lo alto. No
sé cuando podre reunirme con él. Todo vino de improviso, nadie se lo podía
imaginar pero de un día para otro cerraron las fronteras, las regiones y hasta
las puertas de las casas.
Quería
que le acompañara, total un fin de semana en Marsella, sonaba bonito, pero por
pereza, aduciendo trabajo que no tenía, le convencí entre besos sobre las almohadas, para no ir.
¡Me arrepentiré toda mi vida! ¿Y si no volvemos a encontrarnos? Puede que ocurran
tantas cosas que no podemos controlar, que mis ojos ya no tienen lágrimas.
Tenía
que ir a Marsella por motivos de trabajo y quedó allí atrapado en medio de esta
vorágine del mal que se ha desatado en todo el mundo.
Ya ha
llegado el verano, todo se ha ido suavizando, el horror llego a la cima y al no
poder subir más desciende lentamente, lo suficiente para poder sacar un pasaje
a Marsella en un barco de cabotaje. Durante el trayecto mi alegría iba también
en desescalada ¿Y si no nos dejaran desembarcar y tuviéramos que pasar meses en
esta nueva prisión?
Una
mañana bien temprano oí la sirena del barco y al asomarme, ante mis ojos tenía
una ciudad preciosa, mediterránea como la mía, bañada por un sol brillante.
Tardamos unas horas en atracar. Me faltaba la respiración, no sé si por el
calor o por los nervios.
Lo vi
en el muelle esperándome y en ese momento mi corazón ardía como Marsella bajo los
rayos del sol.
Una historia que sencilla y muy actual
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