LA
TRAGEDIA DEL HOMBRE QUE AMABA LOS AEROPUERTOS
Las
personas podemos sentirnos atraídas por cosas rarísimas, de una silla feísima
que siempre estuvo coja, era de la
abuela y por eso la guardamos como una posesión valiosa o de un caniche con un
genio endiablado que cuando te acercabas a decirle algo, por consideración a su
dueña, empezaba a ladrar como un poseso y si podía y estabas a tiro intentaba
darte un buen “viaje” ,su dueña decía que se ponía así porque estaba reafirmando su personalidad pero para mí que el
perro tenía una mala leche terrible y su
dueña era tonta del….
También
conocí a una joven que tenia verdadera devoción
por el camisón que uso la noche antes de su primera comunión, tal es así
que lo había enmarcado y lo tenía colgado en una pared del dormitorio como
objeto de culto.
Eso
también le pasaba al hombre de mi historia, tenía obsesión por los aeropuertos.
Vivía
en una ciudad costera con uno pequeño que usaban casi exclusivamente los turistas en verano.
Desde
pequeño había visto los aviones pasar
por encima de su casa haciendo un ruido terrible pero a él no le importaba,
solo pensaba en las historias y aventuras que viajarían dentro y los lugares
maravillosos que podrían visitar.
Ya de
mayor se aficionó a ir a su pequeño aeropuerto siempre que podía, se ponía en
una cola (en todos los aeropuertos hay alguna) y entablaba conversación
con sus vecinos preguntándoles donde iban, que países habían visitado, las costumbres,
el clima, los paisajes, era como una abeja succionando el néctar de una flor, después
se sentaba lo escribía todo y memorizaba las informaciones para al día
siguiente volver al aeropuerto y en la cola hacerlas suyas contándolas como experiencias propias.
Los
fines de semana iba a una ciudad cercana con un aeropuerto más grande y allí
ampliaba información y volvía a empezar
Y todo
eso era porque nuestro amigo le tenía un miedo patológico a volar, se había sometido
a terapias que no habían dado resultado, algunas veces hasta había comprado el
billete pero a última hora no subió al avión.
Esto lo
hacía ser muy desgraciado, la gran ilusión de su vida no podía realizarla por
su miedo.
Un día
se sintió mal en un aeropuerto, llamaron a su familia y el consejo de médicos
decidió que la única forma de salvarle la vida seria volando a Alemania, pues la cosa era urgente.
¡Que
felicidad ¡ ¡ Iba a volar! Nadie le pregunto su parecer, no era él quien tenía que tomar la decisión, otros la
habían tomado ya, iba a cumplir su gran sueño aunque fuese en las peores
condiciones.
El
avión despego, era feliz, ¡Por fin volar!, ¡Ahora sí que sería un hombre libre
sin las ataduras del miedo!
Murió
entre las nubes, a pocos kilómetros de la ciudad de destino, pero murió feliz ¡Por
fin había hecho realidad su sueño!
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