domingo, 10 de agosto de 2025

LAGRIMAS DE COLORES

 

LAGRIMAS DE COLORES   

 

Sentado en el cómodo sillón de mi biblioteca miro el atardecer que trae consigo la niebla y distorsiona los objetos y personas de la calle, mi único enlace con el mundo desde hace ya varios meses.

Tengo 58 años y estoy enfermo y solo.

Mi vida ha sido un constante negar los sentimientos para que las situaciones adversas no me hirieran. ¡Hizo un buen trabajo mi padre!  De niño no me dejaba derramar esas lágrimas blancas, transparentes, que servían para cicatrizar la humillación del alma, mientras él curaba la herida del cuerpo producto de algún juego o pelea.

--Los hombres no lloran (decía) eso los hace débiles, tienes que ir por el mundo apartándolos de tu camino y aliándote con los fuertes, esta es una lección que no tienes que olvidar.

¡Y no la olvide! Fui dejando de lado los sentimientos, los encerré en la caja de Pandora y guarde la llave en lo más profundo de mi conciencia, allí estaban: el amor, la amistad, la envidia, el odio, los buenos y los malos, porque a lo largo de la vida todos te hacen llorar.

Fui un hombre fuerte, triunfé en los negocios, me relacionaba bien pero siempre dentro de unos límites que nunca se traspasaban, no podían herirme, no debía llorar.

¡Cuántas noches amargas pasamos solos la botella y yo!

Murió mi padre, lo prepare todo con total eficacia pero como buen alumno no derrame ni una sola lágrima.

Ahora recordando los momentos de mi vida en los que podía haber sido feliz o al menos haberme liberado llorando, siento no haber sido del todo humano. Ya no hay tiempo, se me escapo con la sonrisa de aquel niño que no quise besar, con el cuerpo de aquella mujer que abrace y olvide, con las caricias que no me atreví a recibir ni a dar…

Sentado en el cómodo sillón de mi biblioteca y mirando el atardecer  lloro por la vida desaprovechada y mis lágrimas son negras, como las de un payaso al que se le está descomponiendo la máscara.

 

 

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