LOS OBJETOS NOS ACERCAN
Él no era fumador, pero en la sociedad que le había tocado vivir no
estaba bien considerado que un chico de 20 años no fumara y en las reuniones de
amigos no llevara una copa en la otra mano.
Todas las estrellas de cine lo hacían, conquistaban a las mejores y más
deseables chicas llevando la copa y el pitillo, había escenas en las que el
humo casi no dejaba ver a los personajes, había que imitarlos sino no eras
nadie.
A él no le gustaba fumar pero las chicas si, quizás demasiado, por esa
presión mediática y convencido además de que si no lo hacia “No se comería una rosca” empezó a fumar.
Pero claro, no era tan fácil, el sabor del filtro o del tabaco no le
gustaba. ¿Como solucionar el dilema? Fumar y ser o no fumar y no ser, o lo que
es lo mismo ser invisible para todas las chicas guapas de los guateques.
Encontró la solución ¡FUMARIA
CON BOQUILLA¡ Seria un poco mas snob que los demás y saldría ganando en miradas
románticas, pues la pose con una boquilla es mas atractiva que la de un simple
cigarrillo entre los dedos.
Aprendió con un estilo muy personal a cogerla y desde entonces esa fue
su seña de identidad.
Empezó a coleccionarlas: largas, cortas, anchas, finas, de colores
oscuros, más claras, siempre llevaba alguna de repuesto.
Esa fue entre otras muchas cosas, la que enamoró a esa chica de 16 años
porque le daba un aspecto de mayor, de la persona interesante que luego resultó ser y no
se parecía al resto de los niñatos que la asediaban, El era diferente.
Pasaron los años y fue probando otras formas de fumar, la pipa por
ejemplo, pero el tabaco de pipa tan fuerte le destrozaba la garganta y así volvió enseguida a sus
queridas boquillas.
Tenia una colección preciosa, no las llegaba a gastar del todo, cuando
estaban un poco ajadas las guardaba y escribía junto con ella algún recuerdo
bonito que le hubiera ocurrido al llevarla.
Siendo profesor, sus alumnos ya mayores, le hicieron una caricatura y el
objeto mas relevante fue la boquilla con el cigarrillo, que junto con las
ventanas cerradas y los experimentos con acido sulfúrico (pues la escena se
desarrollaba en un laboratorio) querían demostrarle cariñosamente lo más
notable que recordaban de él.
El tiempo pasó y tuvo que dejar de fumar, pero lo raro del caso es que
no sentía ansiedad por la falta de tabaco (que nunca le había gustado mucho)
sino por la boquilla.
Entonces pensó:” Me aficionare a las boquillas de mentol “y eso hizo. Estas eran todas iguales ya no podía coleccionarlas
eran anodinas, pero a él le sirvieron como terapia y no noto para nada dejar el
tabaco.
En el coche siempre llevaba alguna de repuesto, y ahí siguen, nuevas,
intocables y cuando las miro, me recuerdan el primer día que lo vi y el primer
objeto que me llamo la atención de él.
El relato me emociona porque bien lo conocía. Una persona maravillosa.
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