UNA
VIDA FELIZ
En
el último tramo de mi vida, como quien
dice en el penúltimo escalón, pienso muchas veces en cómo ha sido. La biografía
se confecciona de recuerdos que al sacarlos de su ambiente quedan a merced de
lo que yo sienta por ellos.
Tengo
la virtud de hacer desaparecer las cosas negativas, malas o problemáticas que
hay en todas las vidas, por eso al hacer la valoración siempre me sale
positiva.
Niña
feliz de la posguerra, esa palabra “feliz” suena rara con tanta represión,
tristeza y oscuridad de aquellos tiempos, pero así fue, mis padres lo
intentaron por todos los medios y solo tengo para ellos palabras de cariño y
agradecimiento, no sé como lo hacían pero a mi hermana y a mí no nos faltaba de
nada, no había caprichos pero sí mucho cariño. Una de mis abuelas vivía con
nosotros y fue una experiencia maravillosa y enriquecedora ¡Cuánto nos aportan
los mayores, si los dejamos!
Mi infancia,
como decía el poeta, son recuerdos de una plaza con arboles gigantes, que nos
daban sombra en las ardientes tardes del verano. Había juegos de contacto, hoy
les llamarían peleas, romances cantados al saltar a la comba o buscar la mejor
piedra plana para jugar al tes –te, la rayuela para los finos, saltando a la
“pata coja” aprendimos la coordinación y muchas más cosas que esa vida en
convivencia nos aportaba.
Estudié
una carrera en la época en que la mayoría de las mujeres se dedicaban a “sus
labores” esa palabra nunca me ha gustado.
Me
enamore, formé una familia con hijos preciosos por dentro y por fuera que me dieron
nueve nietos.
Mi
compañero del alma, otra vez el poeta, me dejo después de 47 años de feliz
convivencia. Esos fueron los más felices de mi vida y doy gracias por ello, he
sido afortunada en el amor.
Después
de ese horrible suceso, tuve que reinventarme, no había pensado nunca afrontar
esta última etapa sin mi querido compañero.
La vida
me pasó por encima como a tantos otros casi sin darme cuenta, familia, trabajo,
padres mayores, hijos que se ausentan por estudios... Ahora cada uno tiene su
propia familia y yo me siento como un satélite muy querido, pero satélite al
fin, dando vueltas alrededor de ellos, con el espíritu en soledad por la falta
de mi compañero.
Doy
gracias a la vida (poesía de nuevo) que me ha tratado muy bien y espero que lo
siga haciendo en estos últimos escalones que estoy empezando a bajar, como
decía al principio, de verdad me siento una privilegiada y todas las mañanas
doy gracias por el nuevo día y por los días pasados en los que seguro habría
algunas nubes negras, pero tengo la suerte de que solo me acuerdo de las cosas
buenas.
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