LA
SOLEDAD DE LA NOCHE
Sentada
cerca de la ventana en el sillón donde me han traído los años, veo el
atardecer. Mi calle tiene mucha vida, comercios, gente que cruza rápida, otras
paseando, todo es movimiento, prisas, trabajo, decir “No voy a llegar”, desear que pase pronto ese
día, pensando que el siguiente será más tranquilo. No nos engañemos, cuanto más corra el calendario antes
llegaremos a la etapa final y echaremos de menos estar incluidos en esa vida.
Los
grises van dominando los brillos, tarda en irse el último rayo de sol, le
cuesta dejar la tierra a oscuras, se va con la promesa de volver pero sabe que
no todos lo verán de nuevo.
Pasan
las horas, cierran los comercios, los coches van más rápidos, las personas
también. “La cantidad de cosas que me quedan por hacer” parece pensar una mujer
joven tirando de una silleta y con otro niño de la mano. Igual ha estado
trabajando fuera de casa todo el día y su mayor deseo es llegar quitarse los
zapatos y tirarse en el sofá, pero no puede, tiene unas responsabilidades a las
que como siempre hará frente.
La
calle se va quedando solitaria, encienden las farolas y poco a poco los
comercios echan la persiana, apagan las luces, mañana será otro día.
La
calle ruidosa y animada se vuelve triste, oscura y solitaria, es la hora de los
paseantes de mascotas, algunos ya se conocen, se paran a charlar y sus
acompañantes perrunos ladran, ese es su saludo, a la calle vuelven cada noche
esos sonidos como si de una orquesta se tratara, unos son agudos, otros graves,
sonoros, tímidos, suaves, agradables o no, son casi los últimos sonidos de vida
de ese día que acaba.
Ya es
noche cerrada, he vuelto al sillón de madrugada porque el sueño se niega hoy,
como tantas otras noches, a dormir conmigo.
Es
sobrecogedor el silencio que hay en la calle, la noche tiene algo pavoroso, la soledad se acentúa y hay algo en el
ambiente que te pide cobijo.
Veo
venir una figura por la acera, es un chico va con paso apresurado, se le habrá
hecho tarde, nunca piensan en la intranquilidad de sus padres, de vez en cuando
mira hacia atrás, seguramente en la fiesta seria el bravucón del grupo pero la
noche con su falta de sonidos de vida,
se mete dentro como una niebla espesa y te hace recelar de todo.
No es
justo que aun haya personas sin techo donde cobijarse, cuando los demonios de
la noche salen de paseo.
El.hombre está hecho para la luz. Ya desde la prehistoria, ha buscado refugio una vez el sol iba desapareciendo. Esa necesidad instintiva de protección y calor al oscurecer sigue existiendo hoy en día y es un fracaso de la humanidad que, en pleno siglo XXI, haya gente que no la tenga cubierta.
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