VIOLENCIA “por amor”
¡Otro
asesinato más! Les llamen como les llamen, de género, machista… es un ataque de
un ser humano contra otro, en el que por desgracia siempre gana el más fuerte.
Raro es el día en que el telediario no da una noticia de esas.
En el salón
de la residencia de ancianos donde trabajo, miro a mi alrededor y veo a muchas
mujeres derrotadas por la vida, por los años o traicionadas en su voluntad por
los seres que más han querido. Eso también es violencia con resultado de
muerte, porque la tristeza, el desapego, la convivencia con personas extrañas,
el ver cambiado su proyecto en la vejez, les hace a algunas desentenderse de la
vida. Comen, duermen, toman la medicación pero parecen una procesión de cuerpos
sin alma. Teniendo tus facultades, tanto físicas como mentales, aceptables, con
los normales deterioros de la edad, se les ha impuesto la voluntad del más
fuerte. Eso también es violencia y nunca es noticia porque no trasciende del
círculo familiar.
El mejor
ejemplo de ello es María, la veo con sus ojos tristes tejiendo otro jersey pero
ya no sabe para quién. Cuando entro aquí era una mujer llena de vida,
voluntariosa, colaboraba cuando era necesario, pero su deterioro ha sido muy
rápido. Ya no es ni la sombra de la que conocí hace solo dos años.
Todas las
tardes que puedo me siento con ella y me cuenta una historia, su historia,
aunque ya no se acuerda.
Su marido
era ganadero y agricultor en un pueblo de Castilla, eran felices. Cuando
crecieron los hijos los mandaron a la capital para que estudiaran. Ninguno
quería el campo. Terminaron las carreras se casaron y se quedaron en la ciudad.
Al pueblo iban en vacaciones, pero cada vez menos. Los nietos se hacían mayores
y necesitaban otros alicientes. Ya nos les importaba que en el rio se pudiera pescar,
cazar ranas o zambullirse desde aquella gran piedra resbaladiza que tanto miedo
les daba de pequeños.
Todo fue
bien hasta que su marido murió. María no había cumplido los 70 y se encontraba,
con el lógico deterioro de los años pero capaz de valerse por sí misma.
Una vecina
más joven, que necesitaba dinero se ofreció para cuidarla. Eran amigas de
siempre, no le costó trabajo adaptarse.
Las tierras
las arrendó y vendió los animales, quedándose solo con algunos como distracción
y para uso domestico.
Después de
la tragedia que supuso para ella la pérdida de su compañero, había vuelto a
encontrar la paz. Así quería acabar su vida, paseos por el pueblo, misa y
rosario al atardecer, en fin lo de siempre.
Un día
llegaron los hijos con una propuesta, lo habían hablado entre ellos y estaban
de acuerdo. En la ciudad donde vivían se había inaugurado una residencia con todos los adelantos para
hacer los achaques de la vejez más llevaderos. Además los vecinos ya murmuraban
que la habían abandonado en manos de una extraña con la maledicencia y la
envidia que provocan el aburrimiento y la mala fe.
Era por su
bien. Así podrían ir a verla con más frecuencia y sobre todo no tendrían que
aguantar los comentarios “caritativos” de los vecinos cuando se acercaban al
pueblo.
Al principio
se obligaba a cruzar las densas capas de añoranza que parecían fundidas en el
aire. Quería sentirse bien aquí. Vería a sus hijos con más frecuencia. Estaría
mejor atendida, pero ese no era el final en el que siempre había pensado.
Y aquí está
María, consumiéndose detrás de la ventana, añorando su huerto, sus campos
verdes, el fresco bosque, lugares en los que había sido tan dichosa. Todo eso
se refleja en sus ojos cuando por las tardes me siento a su lado para que me
cuente siempre la misma historia, su historia de mujer maltratada al ser
sometida por “amor” a la voluntad del más fuerte.
Es muy triste, pero cada vez se ve con más frecuencia esta situación. Los hijos viven su vida y en sus casa no hay ningun rinconcito donde puedan vivir los mayores.Esto antes era impensable
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