SUEÑO O REALIDAD
El
sueño me arrojo de sus dominios, manteniendo mi mente en ese duermevela en el
que no es fácil separar lo real de lo imaginario.
Esas
eran mis noches desde que salí de la clínica de reposo donde estuve ingresada,
según decían por mi adicción al trabajo. Es cierto que no desconectaba nunca,
llevaba años sin vacaciones y si las tomaba, era solo por unos días llevándome
conmigo todos los instrumentos electrónicos, prolongación de mi mente y de mis
manos, sin los cuales ya no sabía vivir.
Los médicos me recomendaron un viaje a un
lugar tranquilo sin conexión con el exterior, para que desde esa soledad,
pudiera volver a encontrarme a mí misma. Les hice caso a medias, busqué una
isla del pacifico, alejada de todo pero con un buen hotel que, según la
publicidad, tenía todos los adelantos que mi adicción necesitaba. En esos
momentos creí poder dominarlos. Ahí
empezó esa mezcla de ficción y realidad, que aun hoy intento comprender.
Volé a
la isla. Fueron pasando los días. La rutina me envolvía de nuevo con su
monotonía protectora.
Una
mañana antes de empezar a conectarme con el mundo, me apeteció dar un paseo por
los alrededores. El tiempo era magnifico, el sol no había desplegado aun sus
alas sobre un horizonte en el que se confundían el cielo y la tierra, solo una
agradable brisa traía del mar olores, sensaciones y sonidos de historias, que
casi siempre habían nacido de la imaginación de los hombres. Me sentía bien.
Llegue
a una pequeña cala escondida entre rocas a la que solo se podía acceder por un
arco natural, parecía una puerta a lo desconocido, dude en traspasarla, lo
nuevo me asustaba, me arrepentí de
haberme alejado tanto, ya iba a dar la vuelta cuando oí que me llamaban.
--Señorita
por favor, podría soltar ese cabo, quiero ir de pesca.
2
Estaba
paralizada, sorprendida, no esperaba encontrar a nadie, pero él estaba allí de
pie en una barca, el torso desnudo bronceado por el sol. Todo su cuerpo emanaba
fortaleza, su voz era cálida, acogedora y alargándome la mano me pedía que lo
ayudara.
¿Sería
un espejismo? ¿Un deseo como tantas otras veces cuando imaginaba que alguien me
necesitaba? Tenía tantos sentimientos por compartir y aquellos seres inertes y
metálicos, que me habían hecho su esclava, no podían comprenderme.
__Señorita,
por favor. Volvió a repetir el hombre. Su voz me envolvía con una agradable
sensación de paz. Entré por el pequeño arco y me pareció que la luz del sol, el
sonido de las olas incluso el aire eran distintos. Solté el cabo y al dárselo,
él agarro mi mano invitándome a subir a la barca.
No hubo
tiempo para la duda, su sonrisa me atraía, su mano fuerte y delicada a la vez
me daba confianza, me deje llevar. Creo que en ese momento no había otro deseo
más poderoso en mí.
Pasamos
el día pescando. En una cala hizo una
pequeña hoguera para asar los peces que encontraba entre las rocas, con las
ramas que yo feliz le traía de unos matorrales cercanos.
Hablamos,
bueno, él hablo poco, escuchaba con atención la historia de mi vida. Detalles y
sentimientos hundidos en lo más profundo por capas y capas de rutina y
negatividad. Nunca había abierto así mi alma a nadie. Pero con cada palabra se
deshacía un poco la mujer en la que me había convertido. Necesitaba quitarme el
disfraz de felicidad que exhibía en los despachos mundanos y comenzó a salir
tímidamente la joven ilusionada que fui hace muchos años.
Quedamos
en vernos al día siguiente. Esa noche no pude dormir, un sentimiento extraño,
nuevo se abría camino en mi interior. No sabía definirlo pero me arrastraba hacia
él, no solo era el deseo de su cuerpo sino también el de su mente y de su compañía. Toda su persona me envolvía
llevándome a un estado de paz y felicidad que no había sentido nunca.
Aquella
mañana le abrí mi corazón, le dije lo
que sentía por él y sin decirme una palabra me rodeo con sus brazos. Así empezó
mi gran historia de amor. Un amor acuciado por el deseo, la entrega, que
sobrepasaba todos los límites de mis fantasías solitarias. Era feliz, nunca se
me ocurrió pensar si él también lo era.
No me acompañaba al hotel, siempre le surgía
algo inaplazable.
Algunas
veces, al llegar, el recepcionista me miraba con extrañeza, pero nunca me dijo
nada. Yo le preguntaba cosas sobre la cala, ¿porque siendo tan bonita y
acogedora no iba nunca nadie a bañarse allí? Parecía no entender de qué le
hablaba. Un día le pregunte por el hombre que vivía en la cueva de las rocas,
pero no sabía a quién me refería, necesitaba más información que yo no estaba
dispuesta a darle.
El
tiempo no perdona, pasa por encima de
nosotros sin importarle el dolor que nos produce algunas veces y así llego el
día de mi marcha. Lloré sobre su pecho todas las lagrimas acumuladas durante
años. Dentro de su abrazo le oí decir: Acuérdate de todo lo que has aprendido
aquí, de las cosas que tiene verdadero valor en la vida. Si quieres volver, yo
siempre te estaré esperando. Creí morir al desprenderme de ese abrazo
protector, envolvente, cariñoso.
De eso
hacía ya tres años. Los médicos decían que todo era producto de mi
insatisfacción y mi exaltada fantasía. Pero ya había tomado una decisión,
volvería a esa isla, a ese amor real o ficticio. Y allí me fui buscando la
sombra de aquel hombre que había cambiado por completo las prioridades de mi
vida demostrándome que era capaz de entregar todo el inmenso amor que llevaba en
mi interior.
Real o ficticio......no se....pero muy bonito
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, sea realidad o fantasía
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